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jueves, 6 de marzo de 2008

Ciudadanía y Economía



Acaba de salir el libro Ciudadanía y Economía de la editorial Santillana, un manual para estudiantes de la educación media, en el que me correspondió escribir el capítulo de derechos humanos. No sé si esto califique como aporte a la patria o equivalga a aquello que te realiza como persona ("escribir un libro"), pero me pone contento.

Me di hartos gustitos, como poner de mal ejemplo lo que pasa en Guantánamo, decir que aún hay esclavitud en Brasil y que en Chile los derechos laborales son letra muerta, apelar a la bicicleta para respetar los derechos del medio ambiente, hablar bien de los migrantes peruanos y bolivianos (como complemento puse parte de la letra de Clandestino, de Manu Chao), mencioné las bombas de Hiroshima y Nagasaki en el texto de las graves violaciones a los derechos humanos, averigué que Stalin se pitió de manera directa e indirecta entre 10 y 20 millones (Hobsbauwm) y Sendero Luminoso 30.000, encontré el instructivo de la CIA para la tortura en Latinoamérica, y destaqué el horror de Ruanda (que nadie pescó ni pesca).

Sin dudas lo que más placer me causa es leer lo que escribí sobre Chile, bajo el título Violaciones a los derechos humanos en Chile.

Transcribo:

"Durante el gobierno militar (eufemismo no de mi autoría) que se impuso por la fuerza entre 1973 y 1990, Chile pasó a ser sinónimo de violaciones a los derechos humanos, pues agentes del Estado fueron autores o cómplices de crímenes de lesa humanidad, e incluso los jueces denegaron justicia sistemáticamente, permitiendo la muerte o desaparición de más de 3 mil personas, la tortura de al menos 30 mil y el exilio de cerca de un millón de chilenos y chilenas.

Si bien los atropellos fueron múltiples (asesinatos, torturas, exilio, detenciones arbitrarias), los de mayor gravedad e impacto constituyen las desapariciones de personas, acontecidas en la década de 1970. No sólo el Gobierno de entonces negó estos crímenes, llamando a sus víctimas como "presuntos" detenidos desaparecidos, sino que muchos sectores de la sociedad civil se hicieron parte de una campaña de desinformación y desprestigio al respecto.

Esto significó el oprobio internacional y condenas sistemáticas durante los 17 años que duró la dictadura, y además dejó una profunda huella en la cultura democrática chilena, la que se manifiesta, por ejemplo, en la educación de todos quienes fueron escolares en esa época, a quienes no se les enseñó qué son los derechos humanos y cómo reclamarlos".

De todos modos no cuento sólo victorias. Cuando explico que tener derechos va aparejado con tener deberes, el ejemplo final de esos deberes fue "cumplir con el Servicio Militar Obligatorio". Yo no lo habría puesto ni en pesadillas, y aunque reclamé se fue esa frase ignominiosa. También traté de colar el maravilloso discurso de Evo Morales al asumir la Presidencia de Bolivia, hablando de los derechos de los indígenas, pero tampoco pasó. En fin, nada es perfecto.