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domingo, 30 de septiembre de 2007

Pésimo!

No tengo muchas palabras, la verdad. Un domingo errático como pocos, se cerró con una derrota de Los Quesos Fútbol Club por 12 - 4 en su debut frente a su archirrival Atlético Chuleta. Cada vez que iba a buscar la pelota a las mallas de nuestro arco, una frase estúpida, un pensamiento negro o un recuerdo desalentador me asaltaba. El próximo domingo será diferente y prometo una crónica como las de antaño.

viernes, 28 de septiembre de 2007

fe de errata


Por un inexcusable error me referí a un comentario dándolo por dado por el inefable, pero como el inefable es así, inefable, y pese a que me dijo que escribiría, no lo hizo, y me equivoqué.

Quien sí lo hizo es Cristián Reyes, un amigo matemático que las enseña aplastando las tristes conciencias de los profesores del ramo, porque las descubre en su belleza cósmica.

Por ejemplo, a él le escuché decir que la mente humana no está hecha para concebir el infinito, entre otras cosas, porque no le cabe el que sean igual de infinitos el conjunto de números naturales (1, 2, 3, 4...) y el conjunto de números primos (1, 2, 3, 5, 7, 9, 11...), porque los primos son subconjunto de los naturales y por tanto deberían ser menos ¡o menos infinitos! lo que es una contradicción lógica.

A él también le escuché decir que todas las matemáticas parten de axiomas –afirmaciones fundamentales dadas por ciertas sin discusión– tan arbitrarios que da pavor pensar que sobre ellos se han construído las catedrales de la ciencia. Un ejemplo simple: "1+1=2", es cierto si y sólo si el primer 1 es igual al segundo, y al parecer no existen dos gotas de agua iguales.

Bue! no sigo, que no queda bien que alguien como yo dé lecciones de matemáticas, pues me cuesta hasta calcular cuántos segundos tiene un reloj. Aunque pensándolo bien, eso no importa, ya que –según Cristián– el área del cerebro en el que se alojan las capacidades aritméticas es totalmente distinto al de las del álgebra y la geometría, lo que explica muchas cosas acerca de mi rendimiento en la materia.

miércoles, 26 de septiembre de 2007

García Lorca y Buñuel


Dado el comentario del inefable, decidí compartir esta imagen que alguna vez él me compartió. Es un aeroplano como los de Vicente Huidobro.







martes, 25 de septiembre de 2007

Ángel Cruchaga

(de la rabia y de la tristeza)

Al llegar a chile, nuestra familia de ex expatriados se acogió –de la dictadura, la fealdad, el invierno y la tristeza– en una casa de dos pisos de una pequeña calle de ñuñoa, en la que los hermanos jugabamos a olvidarnos de saber que sabíamos que hay cosas que no vuelven más y otras que no pueden ser.

Era una calle especial. Desafiaba el trazado ortogonal del obsecado santiago con un pequeño recodo, cuya existencia nos mostró la posibilidad de los rincones, los secretos y los descubrimientos (la posibilidad de las esquinas de los amantes).

La calle era estrecha y los árboles grandes, las casas de dos pisos y casi no pasaban autos. Era un tubo verde sin tiempo, el parque y la cancha de andrés y paloma alvear, marcelo, martin, gerald, andrés y cristóbal almeida y –por un tiempo corto– de alejandro, y de otros niños cuyos nombres no recuerdo.

Me recuerdo sólo de uno más, de kenneth, hijo de chilena y de un negro norteamericano, que vivía casi al llegar a irarrázabal, en la bocacalle que da a la casa de la cultura.

Bueno, hace unos días pasé sin nostalgia y la casa de kenneth no estaba más. En su lugar y en el de otras casas –de las que ya no me acordaré– había un boquete insolente y gigante, con un aviso de próxima venta de departamentos.

Mi calle, o la que fue mi calle, será ahora una sombra. Cercenada, su inicio comenzará a vomitar vehículos que harán imposible cualquier pichanga y que arrollarán cada uno de mis recuerdos.

Ángel Cruchaga se llama la calle, como un poeta chileno y místico al que Borges solía recitar de memoria y quien escribió:

Como a un infante triste
te llevé de la mano
por mis sendas dormidas
en un claro perfume de alicanto


lunes, 24 de septiembre de 2007

Por qué

Nada me puede importar más que leas esto

esto es ahora

cuando cruzado por un rayo

–una epifanía, diría un experto–

mi voz sale en un grito

un aullido de luz

que ensordece todo mis silencios

y destellan

refulgen

esas palabras

largamente mezquinadas

larvadas en un rumiar

y a veces un crepitar

de siglos sin mí