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miércoles, 24 de diciembre de 2008

missdirection

me asalta
malsano
un saber
sinsabor

punto, coma

¿lees?

términos oblicuos
tobogán de mierda

al pan pan
al vino vino

y las putas claves
en putas lenguas muertas
pan vino vino pan

eucaristía de mierda

lenguas de lobos
adoloridos y fieros

fiereza amaestrada
en un llano
a punta de galletas

comistrajo de viernes
a com pa sa do
a com pa ña do
re ga do

co mo to do a que llo
que no re sis te ana li sis
ni test a ci do

s o p o r (tar)

y se me van cerrando los párpados

la película era mala
la entrada no era barata
y no supe el final

domingo, 14 de diciembre de 2008

Espiscolario (chilistaní)

Estimado Andrés,


Regreso desde mi exilio de cuatro semanas en Orlando, Florida, donde lo más cercano a Mickey Mouse que vi fueron los ratones del hotel en que me hospedé. Como sabrás, mi sindicato apoyó al candidato presidencial ganador y como buen peón fui reclutado para actividades de campaña. Lo bueno es que todo terminó y perdieron los malos. Lo malo es que en total este año me pasé 16 semanas viajando por Estados Unidos y el balance de las largas horas, poco sueño y la dieta de pizza fría y cerveza caliente ha sido devastador para mi estado físico. Mentalmente, tampoco me quedan reservas para trabajar en nada productivo en lo que queda del año así que he decidido profundizar en mi manejo de Google de aquí a diciembre. Para entonces, ya voy a haber cumplido con mi meta de visitar todas las páginas de Internet del universo. Ya voy en la letra "c".


En mi oficina me tocó trabajar con gente de diversa procedencia: gringos, puertorriqueños, colombianos, cubanos y el infaltable chilistaní, confirmando mi sospecha que en el universo operan fuerzas siniestras que conspiran en contra de la gente buena como yo. Corroborando todo pronóstico y años de observar al chilistaní en su hábitat, el tipo probó ser un barsa. Odiado por todo el mundo – al punto que se le despidió de la campaña dos semanas antes de las elecciones – el tipo era farsante, flojo, gritón y malas pulgas. Con esa desinhibición propia de la gente tonta, creía que cada una de sus opiniones era el equivalente de un aforismo de Nietzsche y que, naturalmente, debía compartirla en voz alta. Ojo que no estoy hablando de alguien que simplemente pensaba huevadas, sino de esa gente que llegó a su peak en cuarto básico y tras el esfuerzo mental de aprenderse las cuatro operaciones y el abecedario, cree que no es necesario seguir prestándole atención al mundo.


Cada vez que surgía una discusión sobre cómo proceder en la campaña, el tipo hacía callar a todo el mundo y se despachaba una joyita del tipo: "Hay que darle tiempo al tiempo", "los políticos son todos ladrones" o "hay que echarle p'adelante no más" y luego se sentaba en la satisfacción íntima que sus palabras habían saldado el debate cual Juan Pablo II repartiendo islas entre Argentina y Chilistán. Por si fuera poco, el tipo era el clásico idiota que cree que porque compartimos pasaporte o por un accidente cósmico venimos del mismo país tenemos que necesariamente ser amigos y hacer frente común ante cualquier problema. Todavía no puedo entender cómo es que llegó a trabajar con nosotros. El tipo no era ni exiliado ni uno de esos neo-chilistaníes de familia cuica que se va a estudiar al extranjero con una beca trucha (la plata de su papá) y después de seis meses llega diciendo que tiene un máster en "hacer documentales", "fotografía artística" o medicina natural. Este cretino llevaba décadas viviendo en Estados Unidos, aseguraba estar forrado en plata (pero no te invitaba ni una cerveza light) y sin embargo su inglés era el de un estudiante de primer año del Instituto John Kennedy.


En fin, leí en tu última señal de vida que te habías cambiado de pega. ¿Qué estás haciendo ahora? Cuéntame y estamos hablando.

jueves, 11 de diciembre de 2008

trilogía de una tarde de calor

pesadumbre
que alguien me explique
la existencia lógica de este sonido sordo
que vibra ininteligible entre mis costillas.

esta estridencia vacía y huera
esta pesadumbre de mala siesta
esta mordedura insecta y nocturna

la palabra yerma lanzada
a borbotones o escupitajos
como secreción purulenta

este desierto sin nostalgia
este escondrijo de nada
este llanto sin lágrimas

que alguien me explique
esta tarde de calor
con el televisor de fondo

esta rabia muda
esta caída libre
este estrépito
final
de mi cabeza


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mansedumbre
sentado en una piedra, en un paraje seco, en una bifurcación de caminos un viejo acabado inventa aforismos.

afanoso, el viejo escupe las reglas que dicta su sabiduría.

lo sabe, pero lo niega, toda ésta se reduce a tres puntos en el paréntesis entre nacer y morir.

no lo acepta, aleteando contra el olvido, restañando placeres y glorias pasadas, como si se estuviera haciendo una gran paja.

temeroso, garrapatea palabras, que no van más allá de un blabla a veces doctoral, a veces emotivo, a veces severo, a veces comprensivo, e incluso a veces propio, que indefectiblemente se va borrando de un papel cada vez más roñoso.

el polvo del camino lo convierte en pieza arqueológica menor, y su atrás se comienza a contar en milenios. Es como un trilobite fósil que dará cuenta –a quien lo encuentre– de un pasado cretásico, jurásico o del muy atrás que corresponda, que al caso de este viejo en particular corresponde al siglo XX de la era cristiana, o Iº o IIº de la postcristiana.

el sol se pone, el paisaje desaparece, el viejo se marcha, regresando, siempre regresando.


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servidumbre
siempre con códigos de un siglo atrás, no había caso, avanzaba circunbirúmbicamente, hasta diría barrocamente, en el eje del bien y el mal y a través de todos los rococós de pliegues que hay entre un punto y otro, los que al final se encuentran tan cercanos, como en un arabesco.

vibraba, es cierto, pero no encendía. explicaba, es cierto, pero no convencía

con las anteojeras puestas no veía hacia el lado, sino adelante, siempre adelante, sin saber que el ojete del poto del caballo apuntaba a la verbigracia. ésta, cruel madama, inhallable en cierto sentido, disfrutaba de los palos de ciego, queriendo ver un niño y su piñata, donde sólo había dolor y desesperación.

exhausto, mandó a la porra toda su empresa y se puso a componer versos lacívos y protervos, latinajos en deshuso, pero propios para sublimar acciones masturbatorias impropias. entre las imágenes compuestas, beldades actuadamente virginales levantaban sus colas ofreciendo labios jóvenes velados a penas por ropajes de seda clásicos, en parajes agrestes con columpios enjaezados con flores. sufiente para eyacular, pero en lo absoluto memorable, su obra fue apartada como se hace con el objeto de un desliz. hay pornografía dura más artística que este bodrio, se dijo.

inclemente consigo mismo, gritó y gritó, acrecentando el absurdo, como para rellenar lo que restaba de aquellas horas libres en que iba a ser él mismo.

martes, 18 de noviembre de 2008

la lección de ajedrez

"¡Jaque!", dijo sin ceremonia Hernando Pizarro luego de que el caballo de su reina blanca se comiera al peón del alfil de la reina negra, que no había sido jugado hasta entonces. Frente al campo visual de Pizarro una mano morena, ricamente ataviada y dubitativa se desplazaba de una pieza a otra a lo largo de su línea de defensa, sin que su dueño terminase de comprender que la torre negra estaba irremisiblemente perdida, y con ella toda posibilidad de triunfo para un novato en el ajedrez.

Atahualpa levantó la vista, se encontró con la sonrisa de mueca de su oponente y estuvo a un tris de dirigirle una mirada de rabia y amenaza, pero alcanzó a contenerse. Respiró y comenzó resignado a desplazar su rey. No lo había terminado de hacer y ya la mano blanca de Pizarro alcanzaba su caballo para ponerlo en el lugar de la torre negra, la que fue sacada del tablero con un golpe seco y de fuerza justa propinado con la base de la pieza jugada.

“Acá va montado Santiago”, dijo Pizarro bamboleando el caballo blanco que había decidido el juego, entre irónico y pedagógico, al todavía Inca del Tahuantinsuyo, quien pese a no comprender el chiste, reconoció la alusión al viracocha viejo que los españoles invocaban en las batallas. Esta vez Atahualpa no se contuvo. Se paró y con las dos manos derribó todas las piezas del tablero. Los guardias hicieron sonar sus alabardas para persuadir cualquier amenaza física contra Pizarro, pero éste no temió ni por un instante. Se levantó parsimonioso y posó su mano en el hombro de su rival, llamó al lengua y le pidió que le tradujera que le había hecho una jugada muy común en la que caían siempre quienes se iniciaban en el ajedrez, y que de ésta podía sacar lecciones para mejorar su juego. Atahualpa lo miró, dibujó una fría sonrisa, se dio media vuelta y se fue.

Una vez en sus aposentos, estando seguro de estar solo, el prisionero de los españoles se largó a llorar amargamente. Ciertamente no estaba triste por haber perdido la partida de ese interesante juego que Pizarro se había empeñado en enseñarle, del que seguramente podría obtener cierta fuerza mental utilísima para ser usada en las guerras verdaderas, si algún día salía libre. Lo que lo abrumaba fue el haber acabado el juego tal como lo hizo, porque reconocía en ese gesto una frustración similar a la que sintió el día en que invocó el Pachakutic, levantándose solarmente de su taburete para conjurar con la ayuda de su padre –el Inti– la amenaza que le planteaban unos atrevidos apos venidos del mar, quienes osaron acercársele de manera violenta hasta capturarlo en Cajamarca, sin que haya sucedido nada de lo previsto desde siglos de siglos. Nada. El mundo no dio una vuelta, no hubo un cambio de era, ni sus enemigos fueron barridos de un soplo atronador. En cambio, ahora estaba a merced de estos hombres brutales, sin la más mínima etiqueta, y sus fuerzas a la desbandada y aterrorizadas frente a su celeste impotencia.

“¿No soy el hijo del sol?”, se preguntaba con angustia Atahualpa, mientras se dirigía a la ventana. “¿No soy acaso tu hijo?”, increpó al Inti, seguro de que éste podía ver su rostro desgarrado y su humillado espíritu. Abrió los ojos frente al sol todo lo que pudo, hasta que el reflejo de sus párpados venció su voluntad. No alcanzó a quemarse las retinas, pero vio luces por dos días, las que le recordaban el poder del que todavía creía era su padre. “¿Habrá preferido a Huáscar?”, atrevió a preguntarse cuando más arreciaba la melancolía. “No”, se respondió. Por sus chasquis, a quienes todavía podía llamar ante su presencia, sabía que la suerte de su medio hermano y rival era igual o peor que la suya, que además –alcanzó a ver– era la misma de todo el Tahuantinsuyo, el que estaba siendo crudamente expoliado –en parte para pagar el rescate en oro con el que pensaba pagar por su vida– y asolado por raras y mortíferas enfermedades. “De algún modo hubo Pachakutic”, reflexionó con negra ironía momentos después de recordar los informes que decían que los yanaconas, antes viles siervos y ahora vengativos aliados de los españoles, estaban apropiándose de las pertenencias de los los ayllus respetables.

En su pena infinita, no obstante, Atahualpa reparó que seguía siendo el Inca, por la magnitud de la prueba que debía enfrentar. Ni siquiera Manco Cápac pasó por momentos tan difíciles, cuando debió dejar el Titicaca para fundar el Cuzco y así sentar las bases del Tahuantinsuyo. A la larga, sus ancestros no sólo evitaron la destrucción de su pueblo a manos de los belicosos collas, sino que terminaron dominándolos.

Con estos pensamientos nuevos, Atahualpa irguió su cuerpo y solicitó la presencia de Hernando Pizarro. Éste se contentó con la noticia, pues había cultivado un fuerte aprecio por este rey indio, a quien estaba seguro podía civilizar y transmitir el evangelio, pues era la cabeza de un reino sin dudas admirable, incluso más que el que había conquistado su primo y tocayo Hernán Cortés. Ante Pizarro, Atahualpa hizo un gesto que quiso fuera interpretado como de amabilidad. Llamó al lengua y le dijo que invitara a su huésped a sentarse. En su taburete, Pizarro preguntó a Atahualpa si deseaba retomar el ajedrez, ante lo que el Inca asintió, pero, exigiendo esta vez comenzar él con las blancas.

Pizarro ganó la primera treintena de partidas, pero notaba como progresaba su pupilo, quien ya se había abierto a escuchar sus consejos. El mismo día que supo que debía volver a España a reclamar los derechos de su hermano Francisco y del desagradable Almagro, fue vencido por Atahualpa. El Inca estaba pletórico y su mirada encendida. Miraba, sin percatarse, con desafío a Pizarro, y por dentro bullían emociones de orgullo y de disposición hacia la vida. En cambio, Pizarro estaba taciturno, pero no por haber perdido, como creía su rival, sino porque en el transcurso del juego –en el que estuvo particularmente errático– cayó en cuenta de que su ausencia en el Perú podía ser fatal para Atahualpa.

El español felicitó seca, pero cortésmente a su oponente y se retiró rápido de la sala. Mientras caminaba hacia su despacho calculó que Francisco, su hermano, no tenía su educación, por lo que sería muy difícil que comprendiera lo imperdonable que sería –tanto para la fe, como para el rey Carlos– matar o dejar morir al rey de los Incas, en circunstancias en que sabía de buena fuente que eso precisamente estaba en los planes de Diego de Almagro, quien por todos los medios quería quitar de las manos de los Pizarro a ese rey, por lo que haría todo para sacarlo del tablero.

Hernando decidió apelar al sentido común de su hermano, y concertó una cita con él. Luego de resolver detalles acerca de lo que debía hacer y decir en España, le planteó el tema de Atahualpa. En síntesis, le dijo que debía procurar por todos los modos mantener al rey vivo y en su posesión, pues eso era lo único que podría mantener unido el reino de los Incas, y que un desmembramiento era altamente indeseable, porque en un estado de anarquía podía correr cualquier suerte su empresa, lo que ampliaba las posibilidades de que Almagro lo traicionara.

Francisco –parco como siempre– no reaccionó como su hermano hubiese deseado, asintiendo tibiamente a sus planteamientos, por lo que Hernando sintió necesario insistir. “Francisco, tú eres el capitán de esta empresa, y finalmente se hará lo que estimes conveniente –le dijo humildemente para no contrariarlo por el hecho de que sus palabras al final eran las de un hermano mayor y además hijo legítimo, a diferencia de él– pero si cedes a Almagro, te convertirás en un regicida infame”. Lo dijo y se arrepintió, porque notó como la palabra “infame” mordió el orgullo de Francisco, quien nunca podría olvidar ni hacer olvidar que en Extremadura era un vulgar porquerizo, mientras que él era un letrado hidalgo. Ambos hermanos callaron por un breve instante, silencio que fue interrumpido por un exasperado Hernando.

- “Tal vez lo mejor sea que me lleve a Atahualpa a España, allá lo haré nombrar marqués, seguro el rey Carlos le concede unas tierras, y así evitamos los riesgos de lo que hemos estado hablando”, dijo Hernando, quien abrigaba esa última salida.

- “¡Y jaque mate! sacando al rey, se acaba el reino”, lo parafraseó Francisco con inteligencia. "¿No sumiría eso al Perú en el caos? ¿No va eso contra tus propios consejos y a favor de la posición de Almagro?” remató con ironía.

Al retirarse del despacho de su hermano, Hernando repasaba una y otra vez los errores cometidos, los que atribuyó a su exaltación. ¿Por qué esa puerilidad? ¿Acaso no fue ésta una de las primeras lecciones de ajedrez que enseñó a Atahualpa: mantener la calma y estudiar detenidamente cada paso? Ahora no tenía la duda sino la certeza del riesgo que corría el rey de los Incas, y pese las reflexiones previas que aconsejaban frialdad, no pudo evitar una última y precipitada jugada.

Hernando fue directamente a la sala donde solía estar Atahualpa y entró sin anunciarse. En ella estaba el Inca, seis de sus consejeros, dos chasquis y el lengua. Al importunar, todos callaron, retomando la conversación lentamente, dirigiéndole al español autoacusadoras miradas de soslayo. Hernando no comprendía el quechua, pero adivinó la gravedad de lo que se hablaba, por lo que tomó del cuello al lengua y le exigió que le dijese de qué se trataba ese conciliábulo. Felipillo, así se llamaba el traductor, mintió mal y Hernando y se retiró intempestivamente dejando tras de sí un frío conmovedor. A las dos horas tenía en la sala de tormentos a Felipillo, quien ante la amenaza del dolor físico soltó todo el complot que el Inca y sus hombres planeaban para sacudirse del yugo de los españoles. La amenaza era seria. Rumiñahui, el mejor general de Atahualpa había logrado convocar un gran ejército y poco a poco los ayllus estaban siendo informados de lo que debían hacer en hora y fecha señaladas.

Hernando maldijo los clavos de Cristo y se fue casi como autómata a contar lo sucedido a su hermano, dejando libre al lengua sólo por desconcierto, pues si hubiese atinado, lo habría echo ejecutar ahí mismo. De ésta salió bien librado Felipillo, quien en los años venideros salvó varias veces el pellejo –en parte por el ajedrez que aprendió a jugar al traducir las lecciones de Hernando a Atahualpa– hasta que años después calculó mal una jugada en la que lo descubrieron soliviantando a los indios de Chile contra las –a esa altura– más que irritables y poco misericordiosas huestes de Almagro, a quien buscó servir inmediatamente después de caer en desgracia ante los Pizarro.

A la semana siguiente, Hernando y su comitiva estaban listos para partir. Antes de hacerlo, decidió despedirse de Atahualpa. Éste, a pesar de comprender que su suerte estaba echada por la intervención de Hernando, no le mostró rencor. Comprendía su posición, él habría hecho lo mismo. Sin el lengua, no hubo palabras, pero los gestos de aprecio mutuo se comprendieron. Antes de que Hernando se retirara, Atahualpa le obsequió una caja, gesto que no esperaba. Sabiendo que la reciprocidad es un asunto de máxima importancia para los indios del lugar, se hurgó en sus bolsillos, hasta que dio con un crucifijo de plata, el que entregó con toda la ceremoniosidad que se le ocurrió apropiada. Una vez en el nao que lo llevaría a Tierra Firme, para de ahí reembarcarse a España, abrió la caja. Adentro había un ajedrez de una fineza superlativa, elaborado con piedras preciosas únicas del Tahuantinsuyo, cuyas piezas parecían representar personajes de un drama cósmico, universal y andino. Hernando, cerró la caja y comenzó a llorar.

En tierra las noticias volaron y en menos de una semana de la partida de Hernando, Diego de Almagro estaba frente a su socio y rival Francisco Pizarro, exigiéndole poner fin a la vida de Atahualpa. Frío y pragmático, Pizarro accedió para evitar la inevitable guerra con Almagro, la que al final transformó al Perú en un caos irrecuperable, del que ambos socios resultarían mutua y brutalmente asesinados.

Cuando el Inca fue informado de su destino, se puso de pie y preguntó altivo “¿cómo habrá de ser eliminado el hijo del sol?”. El nefasto mercurio respondió “en la hoguera, como los paganos”. Atahualpa no bajó la mirada y preguntó “¿cómo morirá el hijo del sol si acepta al dios cristiano?”. El mensajero, instruido ante esa posible pregunta por quienes lo enviaron, respondió “en tal caso, bajo garrote, como los traidores”. El Inca hizo un gesto majestuoso para que el mensajero se marchase. Éste, al volver a informar lo sucedido se inquietó con la referencias al hijo del sol que Atahualpa hizo sobre sí mismo. "No morirá cristiano aunque se bautice”, reflexionó para sus adentros.

Al irse el mensajero, Atahualpa se dirigió al sol. “No moriré entre las llamas, mi cuerpo será enterrado en tierra y de él renacerá algún día el Tahuantinsuyo”. Seguro de haber satisfecho a su padre con su determinación, tomó el crucifijo y observó la figura castigada del hijo del dios de los cristianos. “Ahora comprendo un poco más”, se dijo y mandó a enterrar el regalo de su amigo en Caranqui, el lugar donde nació, ubicado a una jornada de viaje hacia el norte desde Quito. De pronto recordó sus primeras partidas de ajedrez y sonrió. Estaba seguro de que no volvería a cometer los mismos errores.

jueves, 23 de octubre de 2008

Entrevista a Jorge Insunza

Esta es la otra entrevista que hice para el especial del 11:

Ex diputado Jorge Insunza (PC):

“La traición de Pinochet hizo imposible resistir el Golpe”

El ex parlamentario y actual dirigente comunista recordó junto a Ercilla su participación política en los tiempos de crisis entorno al Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. Según él, los altos grados de brutalidad respondieron en parte a la necesidad de aplastar una tenaz voluntad de resistencia por parte de los trabajadores.

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Jorge Insunza Becker es uno de los dirigentes históricos del Partido Comunista (PC) y como tal tuvo una destacada participación política durante el Gobierno de la Unidad Popular (UP) –fue diputado por O’Higgins y Santiago en ese periodo– y en el proceso de recomposición de su partido en el Chile dictatorial.

Como dirigente de primera línea del PC, fue testigo privilegiado y parte de los análisis que hizo su colectividad en vísperas del Golpe y del proceso mediante el cual la izquierda chilena trató de oponerse al régimen militar. Hoy cumple funciones como encargado del área Trabajo de su partido, y compone aquel sector que busca acuerdos políticos más amplios para evitar la exclusión que de facto le impone el sistema binominal al PC.

¿Cuándo avizoró que el Golpe de Estado estaba en ciernes?

El riesgo de un Golpe estuvo presente prácticamente desde el día de la victoria de la UP en la elección presidencial. En la noche del 4 de septiembre, Allende hizo un discurso en el que dijo que conquistar la Presidencia había sido una tarea difícil, pero que lo sería también la permanencia y el cumplir los compromisos adquiridos a través del programa de Gobierno de la UP, por lo que había que estar preparado para las más diversas eventualidades. 50 días después, estas prevenciones se corroboraron con el asesinato del Comandante en Jefe del Ejército, René Shneider, acto que estaba directamente vinculado a la Casa Blanca, a instancias de Agustín Edwards, quien viajó a pedirle al Presidente norteamericano Richard Nixon la inmediata organización del Golpe.

En consideración a esas amenazas ¿Cuál fue su análisis?

Teníamos claridad en que no había que dar pretexto alguno para un Golpe. Sin embargo, eso también implicó mantener una posición hasta permisiva con la actividad ilegal de desestabilización emprendida por la derecha y después incluso por la Democracia Cristiana (DC). Pocos en Chile recuerdan, porque se busca ocultarlo, que durante 1973 –en el periodo posterior al llamado Tancazo– se realizaban atentados terroristas a un ritmo de 10 a 15 por día.
Sin embargo, esas acciones eran ejecutadas principalmente por civiles, y sin las Fuerzas Armadas era muy difícil que llegaran a derrocar al Gobierno.

Sí, pero hay que considerar la organización de esos grupos –como Patria y Libertad– contaban con la connivencia de militares, que los adiestraban y facilitaban recursos, y con la colaboración –además– de agentes de seguridad norteamericanos infiltrados. El mismo Tancazo fue la alarma que indicaba que se aceleraba el Golpe, y que los sectores más reaccionarios –civiles y militares– estaban actuando concertadamente.

¿Cómo evaluó en su momento el rol del Comandante en Jefe del Ejército, Carlos Prats y otros militares constitucionalistas, en la contención de las fuerzas golpistas al interior del Ejército?

Desde el principio existió un núcleo de militares constitucionalistas que respaldaba y protegía los procesos de cambio que respondían a la voluntad democrática. Esa fue la concepción de Schneider con la que Prats siguió trabajando. De otro modo no se habría evitado una participación más sistémica por parte de los militares.

¿Supo si Prats realizó suficientes esfuerzos por conocer y controlar a los militares golpistas?
No sabría responder. Prats era un constitucionalista sólido, pero al mismo tiempo tenía una gran adhesión a su institución, por lo que toda la acción de inteligencia que pudo desarrollar no la intercambió con los partidos que sostenían a la UP. Sin embargo, cuando las intervenciones reaccionarias de militares eran evidentes, Prats no tuvo nunca una vacilación en aplicar las normas legales. En eso el general Augusto Pinochet también fue muy resuelto, lo que le valió aparecer como una de las figuras más relevantes en evitar el Golpe. Ahora, esos grados de hipocresía fueron probablemente muy altos por la presión que el Alto Mando ejercía.

¿Hasta qué punto era posible contar con el la neutralidad de las Fuerzas Armadas, considerando la magnitud y naturaleza de los cambios que se querían realizar?

Nosotros estábamos convencidos que podíamos emprender grandes transformaciones en los marcos de la institucionalidad vigente, lo que era visto como legítimo por las Fuerzas Armadas. Sabíamos que ésta institucionalidad era estrecha, pero confiábamos en que los mismos cambios irían generando la fuerza política suficiente como para ir cambiando la institucionalidad –desde ella misma y por la vía democrática– para que cupiera el tipo de vida social que planteábamos al país.

En eso había altos grados de inocencia e ilusión, por lo que me parece obligatorio que nosotros asumamos la responsabilidad por un optimismo injustificado en el compartimiento de las Fuerzas Armadas.

Nosotros debimos actuar por nuestra cuenta para impedir que las acciones subversivas de la derecha lograran la descomposición del clima político y social, pues esas tensiones facilitaban incluso la confusión de sectores democráticos respecto del carácter mismo y los propósitos del Gobierno, lo que crispó también a los militares.

EL ACTUAR DEL PC

¿Cómo actuó a nivel político usted y su partido frente a ese problema de seguridad?

Frente a la evidencia que mostraba que el Golpe se precipitaba, nuestra actitud fue la de entregar un pleno respaldo a las iniciativas del Presidente Salvador Allende, encaminadas a encontrar vías institucionales para resolver la crisis. Como es conocido, Allende el día 11 de septiembre a las 11 de la mañana iba a pronunciar un discurso en la Universidad Técnica del Estado en el que plantearía al país la necesidad de un plebiscito acerca de 4 ó 5 puntos centrales. Eso implicaba incluso el riesgo de perder, generándose la obligación de la renuncia del Presidente, lo que estaba asumido así, porque Allende era un demócrata y republicano consecuente. En eso el PC lo apoyó resueltamente, pero no hubo una unanimidad al interior de la UP.

No tengo dudas de que uno de los factores que impidió el éxito del proceso fue que al interior de la coalición de Gobierno existían dos concepciones políticas que persistentemente se contraponían, estando en cuestión si era posible o no conducir un proceso revolucionario a través de la institucionalidad legal, esto es, sin llegar a una confrontación que implicara el uso de las armas.

¿Había un plan de contingencia para enfrentar la eventualidad del Golpe?

Sí. Desde que entendimos que la reacción buscó hacer de la violencia un componente constante de la lucha política, nosotros nos preparamos para contrarrestar ese tipo de acciones. Hubo adiestramiento de centenares –e incluso miles– de compañeros, creamos grupos de autodefensa en varias de las empresas, se generaron sistemas de información y control para evitar atentados que afectaran la producción, etcétera.

De hecho, toda esa organización estaba en pie antes del Golpe. Por ejemplo, yo fui diputado por O’Higgins, donde está el mineral de El Teniente, y ahí creamos con los trabajadores grupos de resguardo de todos los procesos claves de la producción para evitar atentados que implicasen la paralización de la empresa. Hubo que confrontarse con un grupos sindicales democratacristianos que realizaron huelgas que implicaron mermas significativas, las que –por cierto– estaban vinculadas a atentados.

Lo anterior ejemplifica bien el nivel de confabulación contra la UP. Basta recordar a Nixon, quien dijo desde el primer día “hay que hacer bramar la economía chilena”, y –¡carajo!– desgraciadamente lo consiguió en una gran medida.

En cuanto al Golpe mismo, la noche anterior hicimos una reunión del Comité Central del Partido, y tomamos medidas de protección ante esa eventualidad. Decidimos hacer una declaración en nuestro diario “El Siglo” –que no alcanzó a circular– cuya portada decía “todos a sus puestos de combate”, explicitando así la tensión del momento y dando orientaciones acerca de la resistencia que nos habíamos planteado, cuya base fue la acción de los trabajadores organizados, quienes debían permanecer en sus empresas, para desde ahí crear las condiciones de defensa que permitieran la acción de al menos una parte de las Fuerzas Armadas que se mantuvieran leales.

Sin embargo, eso no sucedió…

No, porque la traición de Pinochet significó la configuración de un cuadro totalmente diferente al previsto.

Lo que pasó y no vimos, fue que Pinochet se instaló en la dirección legal del Ejército, sobre la base de una operación sucia en la que se puso al general Prats en una circunstancia en que se le hacía insoportable continuar, por lo que presentó su renuncia unos cuantos días antes del Golpe. Además, hubo otros cuatro generales constitucionalistas –que al parece conocían mejor a Pinochet– que resolvieron salir del Ejército junto con Prats, lo que debilitó aún más posición leal en las Fueras Armadas.

Cuando Pinochet concretó su traición y se unió a la Armada, generó una correlación de fuerzas en el terreno militar abrumadoramente dispar, propiciando la imposibilidad de que sectores del Ejército mantuvieran una postura constitucional. Con eso –más el peso de la adhesión popular al Gobierno– habría sido posible evitar la asonada golpista.

Ante esa situación, tuvimos que desactivar la defensa de las industrias por parte de los trabajadores, ante el riesgo cierto de una masacre. Allende se dio cuenta y –si se presta atención a su último discurso– él llamó a los trabajadores a resistir, pero no al punto de dejarse inmolar, pues sabía ya de la traición de Pinochet.

¿A qué atribuye los grados de violencia alcanzados por las Fuerzas Armadas?

En mi opinión, eso está en directa proporción con el peso, la fuerza y la ascendencia que la UP tenía en el pueblo. Esa adhesión era muy grande –pese a lo que se ha afirmado– por lo que se les hizo necesario tomar la resolución de aplastar a los dirigentes de izquierda en un proceso brutal, para destruir las capacidades de resistencia que desde la clandestinidad podían hacerse muy fuertes. De otro modo les habría sido muy difícil instalar el tipo de Gobierno que finalmente se instaló.

Entonces la brutalidad está determinada no sólo por la vesania de tipos como Manuel Contreras o Moren Brito, sino porque también estaban enfrentados a gente que no se rendía, y que pese a todo mantuvo la resistencia.

LA CLANDESTINIDAD

¿Cómo fue esa resistencia?

En 6 ó 7 días reestablecimos las estructuras del partido, empezamos a coordinarnos y muy rápidamente logramos generar un cuerpo de dirección central que encabezó Víctor Díaz.
Trabajamos permanentemente durante dos años y recuperar y fortalecer las organizaciones sociales, tales como los sindicatos, las organizaciones vecinales o las estructuras en el mundo campesino. También elaboramos dispositivos de seguridad, para –por ejemplo– traer a Santiago a compañeros de regiones, porque ahí iban a caer como moscas, y establecimos grupos de defensa ante los abusos contra los trabajadores, etcétera. Es decir, restituimos nuestra vida política, con las limitaciones naturales impuestas por la dictadura. Por ejemplo, antes del 30 de septiembre de 1973 comenzamos a editar el periódico “Unidad Antifascista”, que yo mismo dirigí.

¿Qué determinó su salida del país?

Muy tempranamente logramos reestablecer orgánicas con un grupo que permaneció en Chile del Partido Socialista (PS) compuesto por el diputado Carlos Lorca, Exequiel Ponce, un dirigente sindical, y un muchacho bastante joven, Ricardo Lagos Salinas, estando yo a cargo de tener un contacto directo con ellos. De este modo, cuando cayeron se asumió de manera muy legítima que me tenía que ir, pues eso podía tocar la seguridad del Partido.

En definitiva, en el año de 1975 yo vivía en calle Lord Cochrane en un edificio a dos cuadras y media debajo de 10 de julio, y alguien me vio caminando por esa calle. Me reconocieron la manera de andar, según supimos después. Eso provocó un allanamiento desde la Alameda hasta 10 de julio, o sea justo fuera de donde vivía.

¿Fueron infiltrados o detectados?

Infiltrados no, pero detectados sí. Tenemos una cantidad de desaparecidos que son sin excepción cuadros dirigentes que fueron detectados, torturados y asesinados. En el caso de la dirección original de la que yo formé parte nos salvamos sólo 3: Inés Cornejo, Américo Zorrilla y yo. En cambio, Mario Zamorano, Rafael Cortés, Uldarico Donaire, Víctor Díaz, Jorge Muñoz –el compañero de Gladys Marín– y otros, todos cayeron, principalmente en calle Conferencia, que era una de nuestras casas de reunión donde estuve muchas veces, pero en ese momento, yo ya estaba fuera de Chile.

¿Cuáles fueron sus sentimientos?

El conocimiento que día a día teníamos de que habían asesinado a éste o este otro compañero, para mi era de un dolor tremendo, pero sin una sombra de pretensión, diría que me infundían una determinación aún mayor para seguir haciendo todo lo posible para que ese sufrimiento fuera corto. Se ve que no lo conseguí tan rápidamente.

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De diputado a clandestino

Hasta el 11 de septiembre Jorge Insunza era un diputado bastante conocido dadas sus funciones como alto dirigente del PC, por las cuales le tocó aparecer con cierta frecuencia en televisión. En los días, posteriores una de sus máximas preocupaciones fueron no parecerse a sí mismo, para no ser reconocido y capturado, por lo que cambió su aspecto. “Yo era muy circunspecto y encontré un contacto con un amigo que era hermano del dueño de la tienda Palta, que era la que llevaba el último grito de la moda en ese tiempo, y como yo vestía muy formal, comencé a usar pantalones pata de elefante, por ejemplo, chaquetilla”, rememora.

¿Cómo vivió el mismo día del Golpe?

Con las primeras informaciones partí de inmediato a visitar las empresas del cordón industrial de Macul para llamar a los trabajadores a no perder la calma y mantenerse en sus puestos de trabajo. Al salir un tiro de escopeta de un calibre no muy alto cayó muy cerca de mi compañera y comenzamos así el día.

Cuando avisaron el toque de queda, partí a la casa de seguridad que tenía asignada, pero alrededor de la 1:30 de la tarde salió el bando que ordenaba presentarse ante el Ministerio de Defensa a los altos dirigentes de la UP, entre los que estaba yo, lo que generó mucha incertidumbre.

Para ver qué hacer, llamé a un contacto que hizo un trabajo muy serio de información, y él me dijo “ten cuidado, estoy detectado, Allende murió, corta”. Creo que fui de los primeros que supo que Allende había muerto. Entonces, la madre de la dueña de casa sufrió un ataque de pánico con gritos y llantos, por lo que decidí salir de inmediato, porque el toque de queda era a las 3:00.

DONDE BALMES Y LA DESIDERIA

¿Qué hizo entonces?

Me fui a la casa del pintor Ricardo Mesa, quien me aceptó, pero llegó una persona nuevamente muy asustada y conmovida. Ahí, Ricardo me dijo que fuéramos a la casa de Balmes, porque él estaba en la ocupación del Bellas Artes. Nos recibió su padre, a quien le pregunté si me podía quedar y el dijo “por cierto, con todo gusto”, entonces pasé esa noche ahí y pude salir de ahí sólo al tercer día. En el intertanto, el padre de Balmes –quien había combatido por el Gobierno Republicano en la Guerra Civil española– su mujer y la mía me hicieron una transformación total, cambiándome la ropa y el pelo, consiguiéndome unos lentes planos. Hasta me depilaron las cejas.

Luego partí a la casa de una compañera –también de origen español– en Pedro de Valdivia Norte. Ella estaba en Buenos Aires y había dejado las llaves con la familia Balmes.

¿Se sentía seguro ahí?

No del todo. De hecho ahí ocurrió un hecho muy desgraciado que muestra hasta que punto el odio había descompuesto a la gente. Los vecinos sabían que la señora estaba fuera del país y vieron luces, y en el cuarto día, despertamos muy temprano atentos a lo que podía pasar. Me asomo por la ventana y reconozco parado frente a nosotros a un periodista, en una pose de espera. Me alarmé, y le planteé a mi mujer y a otro compañero con quien vivíamos, que lo mejor era salir de inmediato, porque ese tipo podía haber comunicado a los servicios de inteligencia que yo estaba ahí. Logramos salir y efectivamente allanaron una hora después. O sea, estoy vivo por la casualidad de haberme asomado por la ventana.

¿Qué otros riesgos enfrentó?

En general logré batirme sin grandes riesgos, pero corrí uno considerado un crimen de seguridad, que era vivir con mi compañera todo ese tiempo. En ese periodo ella esperaba familia y nació nuestro primer hijo. Estar juntos fue posible porque en ese tiempo vivimos acogidos en la casa de Ana González, la Desideria, quien tuvo un comportamiento de un coraje y una valentía tremenda.

viernes, 17 de octubre de 2008

entrevistas para especial del 11


Sé que esto que viene anda medio tarde, pero qué le puedo hacer, si he estado muy concentrado en mi cambio de pega. La cosa es que en septiembre hice dos entrevistas para un especial sobre el 11 de la Revista Ercilla, el que no está en internet, por lo que decidí publicarlas acá.

En orden de tiempo, la primera fue realizada a Carlos Montes y acá la reproduzco. La otra fue al dirigente del PC, Jorge Insunza, y la tiraré la próxima semana, que son bien larguitas.


Diputado Carlos Montes:
“Nunca pensamos que el Golpe sería así de violento”

“Creímos que Chile era un país diferente”, recuerda el actual diputado socialista por La Florida, a propósito de los 35 años del 11 de septiembre de 1973, quien se refiere a sus vivencias de ese histórico día en el que sintió que se produjo “un quiebre total”.
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Al 11 de septiembre de 1973 Carlos Montes era un joven dirigente del Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU) de 27 años, que apoyaba decididamente el gobierno de la Unidad Popular (UP) del Presidente Salvador Allende. Después de esa fecha, su vida cambió drásticamente, conociendo la clandestinidad, la tortura (fue detenido por la CNI en 1980 y recluido en el cuartel Barros Borgoño) y el exilio en México (1981 – 1985).

Si bien hoy –35 años después– sus preocupaciones como diputado están ligadas a lo que resulte de la discusión de la Ley General de Educación, sus deberes para con La Florida –distrito por el cual desde ya anuncia que volverá a postular– y sus responsabilidades en el Partido Socialista (PS), Montes conversó con Ercilla para rememorar las vivencias personales producidas por el Golpe de Estado, las que representan a muchos quienes se quedaron haciendo oposición en Chile durante la década de los ’70, el periodo más duro de la represión.

¿Desde cuándo se veía con certeza que habría un Golpe de Estado en Chile?

Lo esperábamos desde un mes antes de que sucediera, pero con mucha claridad sentimos que venía unos 10 días antes, pues se veía como muy difícil de contener. Lo esperábamos y decíamos viene, viene, pero la verdad es que fue una tremenda sorpresa cuando llegó. El 11 mismo, despertamos con el Golpe. Me llamó mi señora y acordamos qué hacer. Algunas cosas las teníamos pensadas, pero muchas otras no. Todo lo cotidiano se volvió inverosímilmente difícil. Por ejemplo, yo vivía en el paradero 19 de Vicuña Mackenna, en La Florida, y de repente me di cuenta de que no tenía pan para desayunar y no podía salir a comprarlo, porque no se me ocurrió abastecerme antes.
¿Cuáles fueron sus actividades de ese martes 11 de septiembre?

En la mañana sólo había consternación, por lo que lo único que hice fue llamar y recibir llamadas por teléfono, y escuchar la radio, para saber qué hacer. Al final los dirigentes del MAPU nos juntamos en la Dirección del partido y luego nos trasladamos a COTESA, una industria de La Florida, que formaba parte marginal del cordón industrial, para almorzar y ponernos de acuerdo. Después, había que buscar dónde dormir. Esa noche con unos pocos nos fuimos a la casa de mis padres a conversar sobre lo que venía, que ya a esa alturas nos dimos cuenta que era básicamente sobrevivir. Esa misma noche nos denunciaron y tuvimos que escapar de ahí para evitar la detención.

Algo teníamos preparado, pero todo era más difícil de lo pensado y cometimos muchos errores. Por ejemplo, esa noche me fui a un departamento en las Torres San Borja, pero de ahí no me podía mover, no podía salir, porque había toque de queda y esa zona estaba atestada de militares. Fue algo muy absurdo que da cuenta del bajo nivel de preparación que teníamos para un evento como éste.
¿Qué sintió ese día?

Un tremendo desgarro y mucha incertidumbre. No podíamos sopesar lo que estábamos viviendo, ni comprender la magnitud de lo que sucedía. La información era parcial y terrible, porque era de persona a persona, pues no había medios de comunicación en los que confiar. Nos enterábamos de que a tal lo habían detenido, que a otro lo habían matado, sin seguridad de nada.

¿Cuándo fue el momento en que se dio cuenta de que la represión venía con esos altos grados de violencia?

Desde el primer momento, cuando muere Salvador Allende y bombardean La Moneda. Ahí, en lo personal, me vine al suelo. Después la sensación de desgarro se confirmó en los primeros días de toque de queda, cuando comienza a vivirse los campos de concentración, las detenciones, los allanamientos, las muertes y la brutalidad en general.
Nunca pensamos que el Golpe sería así de violento, porque creíamos que Chile era un país diferente.
Pero había antecedentes de que esto podía pasar. En el pasado ocurrió la Matanza de Santa María de Iquique y en esa época ya había golpes de Estado muy cruentos en el Cono Sur ¿Los consideraron en las vísperas del 11?

Todo lo sabíamos. Sabíamos de la Doctrina de Seguridad Interior, de la Escuela de Las Américas, etcétera, pero creíamos que Chile era distinto. Tomábamos esos antecedentes pero no los internalizábamos. Esa era parte de la ingenuidad con que vivimos el periodo anterior al Golpe. En la izquierda nadie se imaginaba algo así, desde el Presidente Allende hacia abajo. Algunos lo tenían más claro, pero no fue la generalidad. Yo tomé parte de muchas conversaciones en círculos de dirigentes políticos, y no había un clima previo que pudiera advertir de la naturaleza de lo que venía. Sabíamos que podía venir el Golpe, pero no que seríamos arrastrados por la ola de violencia política que ya se veía en Uruguay o Brasil, por ejemplo. No calculamos que en el caso de Chile sería incluso más brutal, porque el proceso estaba más avanzado. No lo podíamos ver.
VIVIR EN DICTADURA
¿Qué tipo de decisiones tomó después del Golpe?

Todas las necesarias para sobrevivir. Unos 10 días después del 11, comenzamos a pensar cómo reconstruir los vínculos, la capacidad de organización y medios de comunicación precarios. El leimotiv era la permanente reconstrucción y la prioridad saber qué pasaba, por lo que formamos equipos de comunicaciones para evitar detenciones, conocerlas a tiempo cuando sucedían, enviar gente fuera del país cuando su seguridad era demasiado precaria, etcétera. En dictadura, yo –por ejemplo– viví en más de 150 casas distintas.

Además teníamos que pensar cómo íbamos a sobrevivir económicamente. Teníamos una reserva para cualquier eventualidad, pero se agotó muy rápido. Sobreviví de las más diversas maneras, por ejemplo reparé zapatos e hice contabilidad en negocios de gente de confianza. Mi primer trabajo estable fue el de administrador del restaurante El Naturista a fines de la década de 1970, en el que estuve hasta mi detención en 1980, por lo que mi nivel de vida también era precario. Había aportes desde fuera también pero, sumando eso con los trabajos ocasionales que se podían hacer en la clandestinidad, mi ingreso era de 100 dólares de entonces.

¿Qué cosas no se hicieron y que pudieron haber mitigado la represión?

Si no se ha vivido algo así es muy difícil preparar algo, porque no se podía prever ni en lo humano ni en lo político, ni en lo social una situación así de extrema. Hubo gente que se preparó militarmente, aprendió a manejar un arma, pero eso no se vio ni se sintió, salvo casos muy aislados.

Ni siquiera el repliegue, asilarse en embajadas o esconderse, era algo que haya tenido procedimientos muy pensados. Ahora, no sé si eso hubiese sido lo más apropiado. La gente del Partido Comunista, que era la más preparada, no se replegó, y sobrellevó mejor los primeros días, porque mantuvieron sus redes pudiendo conocer en mejor grado lo que pasaba para ayudarse, moverse y evitar detenciones.
¿Por qué se quedó en Chile durante el periodo más duro de la represión?

Yo estuve en el país hasta 1981, y partí al exilio a México sólo luego de mi detención, porque ya no era posible seguir acá. Pero antes de esa experiencia, tenía la convicción de que mi deber era estar en Chile y participar de la resistencia, que en ningún caso se pensó en ese tiempo que podía ser armada. Se trataba de acabar con la dictadura a través de la generación de una marea democrática y civil. Era muy difícil esa tarea, porque eran más los retrocesos que los avances, pero aún así logramos reconstruir redes a nivel del país y organizar grupos con alguna capacidad de oposición.

También era importante reflexionar sobre las causas de nuestra derrota y analizar los errores cometidos. Así pudimos llegar –por ejemplo– a la conclusión de que era inapropiado imponer un gran cambio sin suficiente fuerza social, cultural y política, incluso antes de que la Renovación Socialista adhiriera a esa tesis. Leímos y escribimos bastante en ese tiempo, pero lamentablemente no sé el paradero de esos documentos, porque era muy riesgoso tenerlos, por lo que debieron ser destruidos por nosotros mismos para evitar que cayeran en manos primero de la DINA (Dirección Nacional de Inteligencia) y después de la CNI (Central Nacional de Informaciones). Por ejemplo, muchos de nosotros narramos nuestras historias de vida, abordando quiénes nos influyeron y las experiencias sobre la dictadura y la UP para compartirlas y reflexionar, pero ya no están los escritos. Tuvimos que botarlos.
¿Cómo se convivía con el miedo?

Fue de un gran desgaste y siento que es imposible de transmitir la sensación a quien no ha vivido algo parecido. Por ejemplo, una noche trabajábamos en la casa de un amigo, y de pronto sentimos que allanaban. Nos escondimos toda la noche sin saber si era en donde estábamos o la casa del lado. La sensación en ese silencio e incertidumbre me es muy difícil de explicar. Al final no nos buscaban a nosotros, pero pasamos una noche sin dormir con la expectativa de terminar muertos. El pánico de esa situación creo que es intransmisible.

¿De dónde se sacaba la fuerza para persistir y no renunciar?

En parte me quedé en Chile porque sentí que era mi deber ético por mucha gente que murió, como Patricio Vergara y muchos otros. No era llegar y decir “yo me voy”. Claro, cuando estaba detenido o en el exilio me cuestionaba el haberlo hecho, por los riesgos que había tomado, pero en definitiva fue una opción que respeté siempre y no me arrepiento, aunque ahora veo que también había una relativa inconciencia. En eso influyó mucho mi formación de izquierda y cristiana, con su sentido de responsabilidad y de misión, y la opción de pareja que tomamos con mi mujer (Gloria Cruz).

De todos modos no siempre todo era negro. Se obtenía también satisfacción de en la dinámica que generábamos para infundirnos energía para sobrevivir, y mantener estructuras mínimas de organización y ciertos valores. De este modo alcanzar pequeños objetivos era satisfactorio, aunque siempre eran precarios, como que resultara una reunión a la que todos pudieran llegar.
Construimos una cultura de sobrevivencia muy fuerte, en la que las alegrías estaban en los logros más primarios. Por ejemplo, cuando estaba detenido por la CNI en el Cuartel de Barros Borgoño, encontraba gratificaciones en las noches en que me quedaban más sueltas las esposas o si me tocaba el pedazo de carne que había en la sopa que nos daban. Para mi el gran fetiche de esa época era lograr una conversación en la calle, porque tenía muy pocas, pues estaba clandestino y no usaba mi nombre, sino chapas como “Patricio” o “Mauro”.

EL 11 DE SEPTIEMBRE HOY
¿Qué significados tiene el 11 de septiembre de 1973?

Fue un corte en la vida más íntima, en lo cotidiano, en lo político. Un quiebre total, en realidad. También se acabó un ciclo en la historia de este país. Por eso se sigue conmemorado a través de distintos actos en los que se aprovecha de recordar a quienes cayeron. Es una fecha de reflexión y de sentimiento, en la que en lo personal busco generar instancias para ello, en la Cámara o en La Florida. Por eso ahora me molesta mucho cuando transforman la fecha en una ocasión para el vandalismo.

Es también un hito que dejó una huella muy a fondo en toda una generación.

Para las elecciones municipales de diciembre van a poder votar por primera vez electores que no nacieron ni en dictadura ni en la época anterior ¿Cómo ve el tema de la memoria respecto del 11 se septiembre en las nuevas generaciones?

El 11 de septiembre es parte del proceso de aprendizaje de nuestro pueblo. Sin duda quienes lo vivimos lo vamos a ver de manera distinta que quienes no lo vivieron, pero ellos comprenderán que esto forma parte de su historia. Depende de nosotros el lograr transmitir nuestras reflexiones, sin amargura, pero sí con la intención de que se convierta en aprendizaje.
Me gustaría que el 11 sea visto como el quiebre de la democracia en el que los chilenos no fuimos capaces de entendernos y mediante el que se llegó a una situación en la que no podíamos convivir. De eso se desprende una serie de lecciones que permiten evitar que esto se repita. Desde ser muy claros para rechazar la brutalidad alcanzada en esos años, hasta la inconveniencia de hacer grandes cambios sin grandes movimientos mayoritarios.

Entiendo que haya mayor distancia emocional en otras personas, pero me preocupa la indiferencia, no sólo con quienes son muy jóvenes. Por ejemplo, en una misión de la Cámara de Diputados en la que viajamos a Autzwitz, uno de quienes iban en el grupo se puso a echar tallas en una de las celdas del campo de concentración. Me indigné y tuve que salir para contenerme. Esa indignación en parte era por comprobar la indolencia de algunos frente al tema y por otra porque me afectaba en lo personal, porque esa celda era idéntica a la que a mi me tocó mientras estuve detenido, pues responden ambas celdas a un modelo pensado para la tortura y la degradación humana. O sea, siento que en la UDI –por ejemplo– no hay ninguna conciencia de que el bloque político en el que participaron propició atrocidades como las del mismo Autzwitz. No se les ha escuchado ni una palabra de arrepentimiento. Nunca. Eso es grave.

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“Machuca”, el cura Wheallan y Juan Maino

A penas estuvo en cartelera “Machuca”, la última película de Andrés Word, Carlos Montes compró las entradas para verla. El apuro era porque había algo especial en ese filme que retrató en general los anhelos de la generación que vivió la UP, y en particular, las vivencias de la comunidad de estudiantes y ex estudiantes del colegio Saint George.

Montes estudió ahí, y aunque ya estaba fuera del colegio para el Golpe –por lo que no conoció directamente la experiencia de traer niños pobres a las aulas de uno de los mejores colegios de Santiago– reconoce el espíritu que quiso transmitir el rector del Saint George, el padre norteamericano Gerardo Wheallan.

Dos recuerdos se le vinieron a la memoria a propósito del filme. El primero, la inocencia de su propio hijo, muy niño en 1973, quien asoció con pescaditos las bombas que vio caer sobre las antenas de Radio Corporación. Y el segundo, la pérdida de un compañero de colegio, correligionario y amigo cercano, Juan Maino, quien fue secuestrado en 1976, y torturado, asesinado, y su cuerpo quemado y tirado al río en Colonia Dignidad.
A propósito de “Machuca” ¿qué reflexiones le surgen acerca de la formación que recibió cuando joven?

La experiencia que retrata la película fue producto del natural desarrollo del proyecto educativo del padre Wheallan, a quien recordé con mucho afecto.

También esa integración forzada que impuso el rector del colegio es reflejo de lo que se quería hacer con el país, buscando alcanzar objetivos a un paso más rápido del que se podía seguir. Pero, esa experiencia también muestra la necesidad de hacer transformaciones, porque caminábamos hacia ser una sociedad más integrada y justa.

Una de las consecuencias del Golpe fue acabar con ese proceso histórico, y eso se ve en la formación que muchos reciben en colegios católicos de elite, ligados al Opus Dei o los Legionarios de Cristo que propugnan segregar aún más la sociedad, generando jóvenes que viven en un submundo que no tiene nada que ver con Chile, del que se dan cuenta después participando en proyectos como “Un techo para Chile”.

Eso también pasa de una manera similar, menos exagerada seguramente, en el contexto general del sistema educativo que tenemos hoy, y que es producto del Golpe, la dictadura, pero también de los errores de la Concertación que –pese lo mucho que ha hecho en educación– no ha logrado realizar cambios indispensables para fortalecer una educación pública integradora.
¿Cómo lo ayudo la formación que recibió en el Saint George en los momentos más difíciles?
Recién hablé del sentido de misión que me transmitió mi formación cristiana, pero tengo la impresión que su ayuda fue un poco más concreta. Cuando estuve detenido, la congregación Holly Cross –a la que pertenece el colegio– era parte del Consejo de Seguridad de Estados Unidos ese año de 1981, por lo que tengo la sospecha que a ese nivel se trató mi caso, por lo que bien podría ser que gracias a las gestiones de Wheallan este vivo hoy.


jueves, 2 de octubre de 2008

Episcolario: silencio

Estimado:

No sé si te encuentras aún en Hawaii, o volviste al rudo continente, pero espero hayas pasado de lujo. No sé si esperar que las piñas coladas y las centelleantes caderas polinésicas hayan torcido tu destino, que a nuestra edad eso suena a despropósito, aunque en el fondo aquello siempre será un parabien indistinto a cualquier edad o condición.

Yo debiera contar bastantes cosas, pero ando tentado de mudez, y sólo para evitar la fuga de mis cada vez más exiguos lectores, te escribo ahora con el fin de noticiarte que me cambié de pega. Es una mejor pagada, pero más insegura, y con libertad horaria. La verdad me ha exigido tiempo y dedicación, pero hay algo fresco que me hace sentir más dueño de mi.

Cierro transmisiones, porque es tarde y mañana debo estar a primera hora fresco como lechuga. Ya retomaremos el diálogo.

Abrazos

lunes, 15 de septiembre de 2008

Episcolario: Honolulu

Estimado:

Llegué de Honolulu la semana pasada y como no estoy muy inspirado,
sólo te digo que los clichés son verdad: el lugar es mejor que
cualquier foto de tarjeta Village. Ahora sé que es lo que llevó a Jack
London a mudarse a la isla y a vates como Elvis Presley a componer una
de sus obras cumbre: "Blue Hawaii". Y ya que hablamos de clichés, hay
uno muy apto para responder a ciertos comentarios arteros formulados
por un mutuo conocido en tu último post: "Dejad que los perros
ladren". Un par de bromas de humor blanco y el tipo se ofende cual
abogado de los Legionarios de Cristo.

El periodismo es como la pasta base. Una vez que te enganchas, cuesta
dejarlo por más que te sometas a extensos períodos de desintoxicación.
Una de las razones para volver es financiera, lo que a la vez es
consecuencia de la infausta decisión que tomamos hace más de una
década sobre cómo despilfarrar nuestros puntajes de la PAA (por
cierto, cada vez que menciono la PAA se me llenan los ojos de
lágrimas. Fue el máximo logro académico de mi carrera estudiantil y
todavía conservo el suplemento de La Nación con mis puntajes
plastificado. Es un poco triste pensar que llegaste a tu "peak" a los
18 años, sobre todo porque ahora se llama PSU y mencionarla te hace
sonar como esos viejos de los que te reías cuando hablaban del
"bachillerato" y el "sexto año de humanidades"). Yo me encuentro
semi-retirado y lo que hago de periodismo es por gusto, pero simpatizo
plenamente con eso de perseguir a gente para que se digne a escupirte
una declaración. Me imagino que si estás del otro lado de la grabadora
es más entretenido, pero la verdad es que las únicas veces que me han
entrevistado ha sido en interrogatorios así que no sabría decirte.

De todas formas, creo que entrar a periodismo con un buen puntaje en
la PAA o PSU o SQP o como se llame es el equivalente a ganarse el pozo
acumulado del Kino e invertir toda la plata en una empresa de
tecnología dedicada a producir Betamax. No he visto peor uso del
capital ("capital humano" como dicen los siúticos) desde esa vez que a
la FACH se le ocurrió que Chilistán debía tener un programa espacial e
intentó mandar un satélite a la estratósfera, provocando la risa
generalizada de todo el sistema solar. "Fasat Alfa", creo que se
llamaba.

Hablando de nuestro querido país y de periodismo, hoy lunes me metí a
la página de LUN (o, como a mí me gusta llamarle, "The Chilistán
Times") y me encontré en portada con un tipo del que jamás había oído.
Supuestamente es un millonario que paga "sueldo ético" a sus empleados
y a quien alguien ha propuesto como candidato a Presidente. Su aspecto
me recordó a "Malibu" de los "Gladiadores Americanos", pero supongo
que no desentonaría en una carrera presidencial considerando las
alternativas (entre ellas, la de nuestro ególatra favorito).

¿Cómo va la escritura? ¿Ya te lanzaste con tu obra o todavía estás
pontificando igual que yo?

-GB.

viernes, 29 de agosto de 2008

Episcolario: periodistez

Don,

espero estés en Honolulu reconsiderando tu vida o al menos buscando culpables por algunas decisiones absurdas, como por ejemplo haber "estudiado" periodismo. Lo digo, porque estos días he vuelto a la periodistez, seducido por 100 lucas por una entrevista para una importante revista nacional que prepara un especial por los 35 años del golpe (no diré cuál es para –parafraséandote– no ser googleado en mi contra).

Pensé que era cosa de llegar y hablar con un tipo usando mis frondosos conocimientos acerca del periodo, adquiridos en charlas ociosas y regadas en los parques de nuestro amado campus oriente (mi quinta de recreo) acerca de los errores, el porvenir y el sentido de la izquierda (siempre en tono profético, ascético o ambos). Pero no, llego a la entrevista, producida por el equipo de la revista, y el entrevistado se niega a hablar sobre su experiencia personal (que es el leimotiv del asunto), así que métale hablar cualquier otra cosa por si bajaba la guardia. Como no funcionó, me tocó la labor más ingrata del periodista (a parte de no tener vida personal ni tiempo libre): llamar por teléfono para que alguno de los señores políticos se dignara a atenderme, más encima en plazos ajustados y fatales. Se me había olvidado lo ingrato del portazo en la cara, el ninguneo y la voz de agote ante mis llamados, pero peor aún, se me habían olvidado las fórmulas de relaciones públicas rastreras que hay que adoptar para conseguir el vil objetivo reporteril. Para colmo, la vez que Memo me podía ayudar y no yo a él, se fue por el wc y no pude contactarlo.

Sin embargo, al final lo conseguí, y a menos que la grabadora haya fallado, tengo in the pocket la cochina plata, que a esta altura me parece igual de mal pagada que siempre (en celular me habré pitiado un 20%), y la seguridad de no haber marrado en la decisión de jubilarme anticipadamente del oficio, pues esto es una recaída transitoria, hija de la necesidad y la pobreza (que siendo tan cristiana tiene cara de hereje).

También he avanzado en el proyecto de traducción al inglés de expresiones chilenas. A continuación te doy cuenta del acervo alcanzado (las últimas dos las conocías):

  • Where do you see it = adónde la viste
  • Jump to the side = salta pa'l la'o
  • I want pure give to you = quiero puro darte
  • Dick in the eye = pico en el ojo
  • Rich it suck = Lopachu corri
  • I'm not neither hier = No estoy ni ahí
  • Pussy = chori
  • Cumb the carpet = peinar la alfombra
  • Eat him the color = Comerle la color
  • Make her the tricks = hacerle los trucos
  • Ingroup her = engrupirla
  • In lo absolutly = en lo absoluto
  • Press round = conferencia de prensa
  • Speak to the country = dirigirse al país
  • Never well ponderated = Nunca bien ponderado
  • Put it in knowledge = Ponerlo en conocimiento
How stay I, Godoy?

Lo último, que no te avergüence confesar los placeres onanistas, pues es sabido que el primer amor nunca se olvida.

Bonus Track: me encontré con Chato en la calle, y pese a que se autoninguneó por su nueva pega en un joldin radial (algo así como bilbiotecario de audios), se veía bastante bien. Estaba delgado, bien vestido y sonriente. Practicaba una arte marcial tibetano. En fin, ni la sombra de nuestro amigo de aquellos años en los que le colgaba esa mochila que parecía paracaídas del ejército salvadoreño y vestía esas poleras de grupos rock espantaminas UC.

jueves, 28 de agosto de 2008

Episcolario: facebook

Andrés,

Facebook es algo con lo que me topé hace cuatro años, cuando estudiaba en una universidad gringa. Lo miré porque todos mis compañeros 10 años más jóvenes lo usaban como si fuera el mejor invento desde correrse la p… (dale con el tema. Voy a parecer monotemático así que las referencias a masturbarse se acaban acá). Mi primera impresión fue que, o me estaba volviendo más viejo, o las nuevas generaciones son aún más huevonas de lo que pensaba. La adicción a la pasta base entre sus padres fue más frecuente de lo que sospechamos y hoy vemos las consecuencias en sus retoños. Probablemente la respuesta sea una mezcla entre ambas. El punto es que no le encontré la gracia a meterse a una página para ver fotos de otras personas, algunas carentes de todo pudor y sentido de la dignidad, así como esas frases a las que aludes: "Nicolás está descansando en casa", "Rodrigo necesita vacaciones", "Luis se está corriendo la p…" (perdón, no lo puedo evitar). Después de un estudio acabado de 30 minutos concluí que Facebook es una gran base de datos que contiene los nombres e información personal de la gente más huevona del planeta. Supuse en ese momento que se trataba de un truco de Dios para decidir, una vez llegado el Apocalipsis, a quiénes mandar al infierno sin necesidad de ponernos a todos en fila y revisar nuestros prontuarios. Piénsalo, hasta el nombre es idiota. "Face" y "book". El único "feisbuk" que conozco es el que usa Gendarmería para sacarle fotos de frente y perfil a su clientela.


Es así como, fiel a mi inconsecuencia crónica, el año pasado me inscribí en la paginita, cual viejo que comienza a usar la palabra "chori" dos décadas después que pasó de moda. Tuve que tragarme mis palabras, en especial cuando le dije a una amiga de ambos que "Facebook es el refugio de todos los pedófilos en busca de amigos menores de edad". De un día para otro, me di cuenta que ya sumo más de 100 amigos, lo que en el mundo real de gente con vida suena a harto, pero en Facebook me sitúa como una de las personas más impopulares junto a Pol Pot y Jack el Destripador. En Facebook, no eres nadie si no tienes más amigos que Roberto Carlos. La cosa es que ya me he familiarizado con el sistemita y lo uso para lo que todos lo usan: buscar compañeras de colegio para determinar si siguen ricas y ver si las personas a las que alguna vez les deseaste mal continúan vivas pese a todas tus maldiciones, vudú y males de ojo. Ya agoté mi círculo de amigos de primera, segunda y tercera división y ahora estoy en búsquedas del tipo: "¿Cómo se llamaba ese pendejo con que iba al jardín infantil? Ese que me pegó con su camión de plástico en la cabeza y me dejó con la cicatriz que todavía se me ve si me corto el pelo" o "¿Cómo se llamaba la ex de XX? Te apuesto que todavía tiene el par de tremendas…".


También envío y recibo "friend requests" de gente con la que no me gusta que me asocien y de la cual ni siquiera me interesa ver sus álbumes, pero no tengo corazón para rechazarlas. Busco fotos de mis amigos y lo único que encuentro son imágenes de guaguas ("Jorge conoce la playa", "Andreíta en su primer día de colegio") y me siento más viejo y desconectado. También intento localizar gente que no he visto en diez años y una vez que nos hacemos "friends" seguimos sin hablarnos por otros diez años. Creo que en un tiempo más van a tener que inventar otro Facebook para ubicar a la gente con la que ya no te hablas en Facebook. Por último, están esas encuestas que te hacen dudar de qué tan bien conoces a las personas. Cuando un buen amigo te invita a participar en cosas como "¿Qué tipo de piscola eres?" te preguntas si la caída del pelo también implica la pérdida del sentido del humor.


Lo de escribir y leer es tema aparte. Me parece genial. Tuve esa misma revelación hace unos años y me puse a leer ficción como enfermo. Decidí que era mejor volver a meterse en novelas que seguir los casos Inverlink o Spiniak (Inver… ¿qué? Spin… ¿qué? Nadie se acuerda y a nadie le importa) o escuchar la último declaración del ex – Presidente megalómano que todavía se cree Presidente. Ahora me mantengo algo informado por razones de trabajo pero miro de lejos cómo la gente en mi oficina se desvive por encuestas y declaraciones que a nadie le van a importar después de las presidenciales en noviembre.


El hábito lo tuve que interrumpir luego de venirme a EEUU y comenzar a preocuparme de cosas triviales como estudiar y trabajar. Hace un par de años lo reanudé y hoy me compro más libros de los que alcanzo a leer, cual Imelda Marcos coleccionando zapatos. También volví a escribir y de no ser por las primarias, tal vez ya habría terminado una novela de la que llevo como 120 páginas, un récord para un flojo como yo. Aunque muchos dicen que no sirven para nada, me compré un libro sobre cómo escribir de Walter Mosley (entre paréntesis, un escritorazo, muy entretenido. Debieras buscarlo. Te aseguro que encuentras sus novelas en las librerías del Drugstore) y me ayudó con la disciplina de sentarse a tipear. El tipo no te enseña lo imposible de enseñar (si escribes libros como Coelho y poesía como Arjona, lo más probable es que sea una condición crónica), sino que da consejos para organizarte, que es lo que más se necesita cuando haces cosas que no son por obligación ni tienen plata de por medio. En resumen, un libro de autoayuda sin tener que reconocer que leíste un libro de autoayuda.


Ok, ahora me largo. Me salió el viaje a Hawai así que ya me estoy probando camisas floreadas para partir la próxima semana. Un gran abrazo y estamos hablando.

Saludos,
GB.

martes, 26 de agosto de 2008

Episcolario (r-2)

Estimado,

agradezco tu saludo cumpleañero, y aprovecho para hacerlo con todos quienes se pronunciaron a través de las nuevas tecnologías. Eso me hace pensar en el fenómeno facebook. Ni en los eneros de cuando tenía casa con piscina tuve tantos amigos. La verdad me hice la cuenta sólo por la curiosidad de ver los retratos que cada cual se pone en su perfil (la vanidad es cosa seria), y al final –debo confesar– de cuando en vez me quedo paseando por los pasillos y salones virtuales de la comunidad de mis conocidos. Creo que el éxito de este medio se debe a la imposibilidad de hacer vida social de verdad, lo que se acentúa por la capacidad que ofrece para maquillar nuestras pequeñeces. Es al menos curioso leer los estatus de la gente. No entiendo por qué algunos ponen los aspectos más prosaicos de su vida en el conocimiento general ("XXX is haciéndome un pan con palta"), ni a otros que parecen entender la palabra "estatus" en su sentido más amplio ("XXX is meeting girls and doing buisiness in London"). Deberíamos ser todos más sinceros y poner "estoy aburrido" o "estoy sin amigos", "robando horas de trabajo" o "viendo porno", porque por algo nos gastamos la vida frente a un computador.

Sí, es cierto, he tenido el blog en estado de hibernación relativa, pero eso es el reflejo de lo que acaece con mi persona. 2008 será recordado como el año cuya máxima ambición fue trabajar poco y dormir siesta. Cumplí 30 hace 3 años, y en ese entonces fue cuando hice la retrospectiva y los propósitos para la década en curso, y según mis cálculos me alcanza el tiempo demás si me afano a partir de los 37. Por suerte no soy cristiano ni megalómano. Sino capaz que me habría detenido en todo lo que hizo don jeshu, lo que me habría quitado preciosos minutos de sueño en pensar en azotes y sus recompensas.

Otra actividad reposada de la que me enorgullezco es la de haber estado leyendo novelas y cuentos. La principal consecuencia fue una cierta dosis de rabia por haber perdido el tiempo leyendo tanto diario, revista y en general basura periodística. Es cierto que gracias a ella he podido opinar en los asados, pero no me ha servido mucho más. Al cuerno con la actualidad. Tanta lectura también me ha devuelto cierto gusto por escribir. Es más, por primera vez en mi vida terminé un cuento. Lo publiqué en este blog, pero después me bajó la ambición y lo mandé al concurso de la revista paula, por lo que bajé ipso facto de este medio. No sé como me irá, no tengo experiencias en ese tipo de ambientes, donde parece ser la maña estilística la norma para aspirar a un reconocimiento, pero al menos no me dio verguenza alguna, ni siquiera cuando lo mandé por correo, y la funcionaria me deseó suerte con una mezcla de auténticas simpatía y ternura (pobre pelagato, ha de haber pensado).

La verdad descubrí que me encantaría ser escritor, pero más que por ninguna otra razón, porque es un oficio que podría desempeñar bajo un palto, curao y/o en el horario en que me baje la soberana gana. Claro, habría que ingresar en un submundillo de corte y cortesanos, con su propia economía de conceptos ampulosos y palabrería academicista, zancadillas, genuflexiones, y francas y claras chupadas de pico (habrá que comentar el premio nacional de este año, otorgado a un poeta que recoje las migas del banquete de neruda y la mistral), pero me da igual, que tengo don de gentes, y la verdad no me afecta en demasía toda esa proterva mezquindad, por lo que tengo la fantasía de que eso me llegaría sólo de refilón.

In fact, pretendo escribir una obra de teatro sobre Fernando Pessoa, un poeta portugués de puta madre, bien desconcertante, creador de los "heterónimos", que son otras voces poéticas totalmente idependientes del autor (ortónimo), con biografías y tesis literarias propias y consistentes, que incluso discuten las del propio Pessoa. He estado leyendo sobre él, y creo que podría interesarte. Tiene una mezcla de timidez neurótica e intelecto megalómano que lo hace muy excepcional. No te suene la cadencia del idioma portugués, en su versión brasileña y sensual, que el tipo es un denso más o menos, cuyo proyecto literario fue el drama em gente, en el que uso como escenificación todos los canales de producción y difusión de literatura de Lisboa.

Con ideas así, se me ocurren estupideces. Por ejemplo, otro proyecto podría ser seducir al mercado anglo parlante (al menos de los gringos interesados en América Latina), introduciendo en su lengua algunas expresiones chilistaníes que creo que tendrían gran éxito, como por ejemplo popularizar el viejo "ponerlo en conocimiento" (put it in knowledge) o el "nunca bien ponderado" (never well pondereted). En eso me podrías ayudar, creando –qué sé yo– un diccionario bilingue de expresiones procaces provenientes del último pelo del culo del mundo (¿cómo lo traducirías?).

En fin. No te quito más tiempo con devaneos.

Salú


viernes, 22 de agosto de 2008

Episcolario (reloaded)

Estimado Andrés,
Te saludo con atraso en tu cumpleaños pero te saludo y te deseo lo mejor igual. La culpa de mi impuntualidad la tiene el trabajo. Me gustaría también echarle la culpa al huso horario, pero las zonas van de izquierda a derecha (y creo que Chilistán y Washington están en la misma) en vez de arriba abajo, del Primer Mundo al Tercero, como debiera ser. De todas formas, si piensas que EEUU está 5 billones de años luz más adelantado que Chilistán en todo aspecto, considera mi saludo como un mensaje anticipado.

¿Qué has estado haciendo? Veo poca actividad en tu blog, aunque para ser francos nunca hubo mucha salvo por los partidos de fútbol. Yo estoy tratando de irme de vacaciones a Honolulu pero como el tiempo disponible es escaso y mi jefa me está poniendo cara de culo. Seguramente tiene miedo que una vez que pise tierra en Hawai, vea las palmeras, la playa y las polinesias meneanando sus caderas como una foto Polaroid a punto de revelarse, se me haga agua la boca, me den ganas de chupar y en el tiempo que me toma bajar dos piña coladas toda la ética protestante trabajólica que se me ha impregnado estos últimos años sucumba ante mis genes tercermundistas. De esa isla no me sacan ni con un tsunami.


Por ahora debo apoyarme en las técnicas de abstracción budista que aprendí en el colegio y perfeccionamos en la universidad de escuchar sin escuchar y pensar en cualquier otra cosa menos en lo que debiera. Eso y correrme la paja, un placer que ni el más neoliberal de los regímenes de trabajo me va a poder quitar. Llevo mi propia máquina de realidad virtual colgando entre las piernas. Ni siquiera la influencia sodomito-pedófila de una formación nominalmente católica pudo quitarme el gusto por el onanismo, el mismo que obliga a Memo a persignarse por cortesía de Silva Henríquez cada vez que se pega una macaca. Últimamente le he dado hartas vueltas al asunto y he llegado a un argumento teológico irrefutable: si Dios no hubiera querido que nos corriéramos la paja, nos habría dado brazos más cortos. Creo que una máxima así podría tener buena recepción al menos en los jesuitas o, como a mí me gusta llamarles, "la orden religiosa cuyos miembros subliman su deseo de sodomizar niños a través de la lectura".


¿Sigues trabajando en la consultora? ¿Qué proyectos has estado haciendo? Viajo a Chilistán en diciembre y me quedo hasta enero, después me voy a Argentina a pasar el mal rato y finalmente vuelvo a EEUU a mediados de mes. ¿Tienes algún plan de viaje? ¿Por qué no consideras un paseíto por acá? Tienes donde quedarte y lo único en que gastarías serían pasajes y si le quieres llevar un regalo a alguien.


En fin, sé que es viernes y estás pensando en cosas más atractivas que esta marea de letras. Espero que sigas celebrando el fin de semana y recibe un gran abrazo.


-GB

jueves, 31 de julio de 2008

anhelo la postchilenidad

Ayer prendí el televisor y puse el canal nacional para encontrarme con el programa "grandes chilenos" con el que el 7 quiere celebrar el bicentenario. Fue francamente irritante.

Se nos convoca a todos los "pequeños" chilenos –en contraste con los "grandes"– a votar en internet por sobre quién consideramos es más grande; salvador allende, josé miguel carrera, lautaro, gabriela mistral, pablo neruda, violeta parra, arturo prat, manuel rodríguez o víctor jara. El formato consiste en dedicar un programa –conducido por consuelo saavedra– para cada prócer, presentándolo y haciéndole un panegírico cuyo objetivo es promover su votación. Tras cada "documental", saavedra ve cómo va la votación, como si fuera un reality show en el que se destaca a los punteros y se conmina a superarse a los rezagados (las únicas dos mujeres "en competencia"), los "cara a cara" están en las paletas publicitarias, en las que se contrapone, por ejemplo, a neruda bajo el rótulo de "creador", con lautaro con el de "rebelde" ¡Puaj!

Ayer fue el turno de prat, "defendido" por rafael cavada, a quien ya podemos identificar por su amor a las guerras, antes la de irak y ahora la del pacífico, o del salitre, como le llamaron mejor los historiadores ingleses. El corolario de su arenga para que votemos por prat es que gracias a su ejemplo se ganó la mentada guerra de mierda, lo que es una falsificación flagrante, porque aunque muchos chilenos se hayan enrolado voluntariamente en el ejército tras su sacrificio, lo cierto es que el contingente siempre estuvo abrumadoramente compuesto por soldados de leva, o sea campesinos obligados a pelear. No tengo nada contra prat, de hecho al revés, es un militar atípico en chile: culto, decente y con preocupaciones sociales, lo que le granjeó en vida la sorna de sus compañeros de armas, quienes corrieron el rumor de que era maricón.

El punto es otro. Por qué cresta la televisión insiste en proyectar la historia como una gesta cuyos vórtices dependen de la genialidad, la valentía o la claridad de unas pocas personas (los "grandes chilenos"), sumergiendo la riqueza de la vida de los chilenos de a pie ("pequeños"), quienes finalmente –eso creo yo, y toda la historiografía contemporánea desde los años '50– son quienes protagonizan, gozan y padecen la historia. Y digo la televisión en general, porque todavía tengo el mal sabor que
me propinó el canal católico cuando lanzó "héroes", con las vidas de carrera, o'higgins, rodríguez, portales, prat y balmaceda, continuando con su exitosa saga de "machos" y "hippies".

En la celebración del bicentenario de la revolución francesa, la televisión gala hizo otra cosa: contrató a george duby, precursor de la historia de las mentalidades, para elegir y guiar la producción de algunos episodios claves de la historia de francia (la que obviamente no pretendieron que se iniciaba tras la revolución, por lo que aprovecharon de recordar desde el tiempo de los galos y el imperio romano). En cada capítulo, se revivió la vida de los franceses, sus anhelos, preocupaciones, pensamientos y creencias, teniendo por excusa para mostrarlos los acontecimientos políticos o militares. El resultado fue conferir el protagonismo de la historia a los franceses comunes y silvestres, y no a vergincetorix, juana de arco, moliere, jean jacques rousseau, luis xiv, robespierre, napoleón o de gaulle.

Al escribir esos nombres me percato de que a esos personajes les sobra publicidad, al igual que a nuestros provincianos próceres, quienes todavía gozan del proselitismo que les brinda el sistema escolar, que todavía machaca con sus vidas, gestas y nombres a los pobres y aburridos estudiantes que padecen las clases de historia.

La verdad, estoy hasta la tuza de la pelada de prat, las patillas de o'higgins o los mismísimos lentes de allende (fetiches apolíneos que nada nuevo muestran y mucho encubren), más que nada por el desaprovechamiento de la oportunidad de recordar la historia de otro modo, más propia, menos jerárquica, de modo de ofrecérsela al pelagato que prende la tele y ve en ella al que pudo ser su ancestro, con los pensamientos y creencias que fueron configurando su manera de ver el mundo.

Decía en mi título que "anhelo lo postichilenidad", la que entiendo como la superación de estas formas vanas de concebirnos, en las que la única opción es comulgar –nunca proponer o recrear– con una de las alternativas ofrecidas desde arriba, tal como el sistema electoral binominal.

¿Caca o pichí, pichí o caca?

miércoles, 2 de julio de 2008

María Eugenia Segovia

(morir entre luciérnagas)

El lunes murió a los 90 años María Eugenia Segovia, la tía Queñi y hoy fue su sepelio, al que llegó un puñado de 50 personas sencillamente, a decir adios y recordarla un rato.

Como suele pasar con las grandes mujeres, su grandeza casi pasó desapercibida. No hubo panegíricos ni grandilocuencias en los discursos, ni discursos propiamente tales. Nadie estaba de negro ni llevaba gafas negras. No hubo ningún acto morturio de etiqueta o protocolo. No hubo misa siquiera y en vez de himnos a los ángeles, una amiga de ella –una dama octogenaria alta y guapa– se atrevió a tararear una canción que solían cantar. No cantó, sólo tarareó. No se acordaba de la letra.

Hubo sí, palabras para ella, al aire libre. Todas tejidas con sencillez, pero que terminaron por componer un retrato mínimo de esta mujer, que desveló la enormidad de su espíritu.

Sus ex alumnos y alumnas destacaron cómo esta profesora de historia transmitía el entusiasmo por el conocimiento y su belleza, cómo apoyaba generosamente las vocaciones y prodigaba confianza. Muchos de sus ex alumnos se habían convertido a su vez en profesores, guiados por su ejemplo. La tía María Eugenia fue una gran maestra. Brillante, tuvo un rol destacado en la conducción de la reforma educacional de los tiempos de Frei padre, y como tal fue asesora personal de dos rectores de la Universidad de Chile, para hacer cambios en las metodologías y los currículos de la enseñanza secundaria (en ese entonces decimonónicos), y amiga y par de grandes intelectuales y artistas. Pese a ello, siempre evitó el reconocimiento y los aplausos, con auténtica pero injustificada modestia.

María Eugenia fue una mujer tremendamente moderna. Yo creo que siempre llevó el signo del siglo XX en su frente. No me atrevería a decir que fue feminista, pero siempre fue libre, viajera y alegre. No se casó, no tuvo hijos ni grande posesiones, salvo su casa en la calle Ángel Cruchaga en Ñuñoa (una selva verde en el jardín con una pileta con un par de peces, y un interior lleno de libros y objetos obtenidos de sus viajes, en suma un lugar muy bello y entretenido) y su austin mini amarillo. Fue una mujer comprometida. Hija de emigrantes españoles, era republicana, laica y libertaria hasta la médula, y en dictadura ella personalmente arriesgó el pellejo arriba de su pequeño auto para transportar panfletos u ocultar perseguidos, ex alumnos de ella, según entiendo.

Yo tuve la fortuna de conocerla porque fui su vecino, cuando niño. Su familia y la de mi abuela materna estuvieron hermanadas por la vida. El padre de mi abuela, Emilio Hernández, emigró sólo desde España al sur de Chile a los 17 años y fue acogido por la familia de María Eugenia como uno más, sin tener mayores víunculos que la coterraneidad y probablemente una visión política similar por parte de ambas familias. Gracias a ello, ese clan se instaló y proliferó en Chile. Nosotros al llegar de Ecuador, recibimos un trato de similar naturaleza de su parte. Su casa siempre fue casa abierta y mi madre siempre contó con su apoyo. Me recuerdo de un par de veces que alojé allá: cuando nació mi hermano Pite, la Queñi se quedó a cargo de Cristóbal y de mi, y cuando militares amedrentaban a Alejandro (un pinche periodista de oposición), en pleno toque de queda, hasta el punto en que en una ocasión dispararon a las murallas de nuestra casa (lo que decidió el cambio temporal de domicilio). Al despertar, parecía que nada malo podía pasar, porque nos agasajaba con desayunos opíparos (era una excelente repostera) y entretenidos relatos.

En su sepelio bailaron muchos recuerdos como el que acabo de contar, los que se iban narrando espontáneamente según quién quisiera hablar (había un jesuita de la vicaría social que al final no pudo quedarse con la última palabra, el pobre tuvo que conformarse con ser uno más) y quiero rescatar uno, de un sobrino de ella. Una vez viajando él con sus hijos y María Eugenia, en la noche, por el camino aparecieron luciérnagas. Ella mandó detener el auto a su sobrino y con sus sobrinos nietos capturaron algunos de esos insectos. Los pusieron en un vaso, tapándolo sólo con la mano. El sobrino (no recuerdo su nombre), una vez que el auto ya estaba de nuevo en marcha, le advirtió a la tía que si dejaba escapar las luciérnagas podrían morir en un accidente. La tía respondió "y si fuera así qué importa, si vamos a morir entre luciérnagas".

Mis lágrimas y toda la luz posible de mis palabras de hoy para esta bella y gran mujer.