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jueves, 31 de julio de 2008

anhelo la postchilenidad

Ayer prendí el televisor y puse el canal nacional para encontrarme con el programa "grandes chilenos" con el que el 7 quiere celebrar el bicentenario. Fue francamente irritante.

Se nos convoca a todos los "pequeños" chilenos –en contraste con los "grandes"– a votar en internet por sobre quién consideramos es más grande; salvador allende, josé miguel carrera, lautaro, gabriela mistral, pablo neruda, violeta parra, arturo prat, manuel rodríguez o víctor jara. El formato consiste en dedicar un programa –conducido por consuelo saavedra– para cada prócer, presentándolo y haciéndole un panegírico cuyo objetivo es promover su votación. Tras cada "documental", saavedra ve cómo va la votación, como si fuera un reality show en el que se destaca a los punteros y se conmina a superarse a los rezagados (las únicas dos mujeres "en competencia"), los "cara a cara" están en las paletas publicitarias, en las que se contrapone, por ejemplo, a neruda bajo el rótulo de "creador", con lautaro con el de "rebelde" ¡Puaj!

Ayer fue el turno de prat, "defendido" por rafael cavada, a quien ya podemos identificar por su amor a las guerras, antes la de irak y ahora la del pacífico, o del salitre, como le llamaron mejor los historiadores ingleses. El corolario de su arenga para que votemos por prat es que gracias a su ejemplo se ganó la mentada guerra de mierda, lo que es una falsificación flagrante, porque aunque muchos chilenos se hayan enrolado voluntariamente en el ejército tras su sacrificio, lo cierto es que el contingente siempre estuvo abrumadoramente compuesto por soldados de leva, o sea campesinos obligados a pelear. No tengo nada contra prat, de hecho al revés, es un militar atípico en chile: culto, decente y con preocupaciones sociales, lo que le granjeó en vida la sorna de sus compañeros de armas, quienes corrieron el rumor de que era maricón.

El punto es otro. Por qué cresta la televisión insiste en proyectar la historia como una gesta cuyos vórtices dependen de la genialidad, la valentía o la claridad de unas pocas personas (los "grandes chilenos"), sumergiendo la riqueza de la vida de los chilenos de a pie ("pequeños"), quienes finalmente –eso creo yo, y toda la historiografía contemporánea desde los años '50– son quienes protagonizan, gozan y padecen la historia. Y digo la televisión en general, porque todavía tengo el mal sabor que
me propinó el canal católico cuando lanzó "héroes", con las vidas de carrera, o'higgins, rodríguez, portales, prat y balmaceda, continuando con su exitosa saga de "machos" y "hippies".

En la celebración del bicentenario de la revolución francesa, la televisión gala hizo otra cosa: contrató a george duby, precursor de la historia de las mentalidades, para elegir y guiar la producción de algunos episodios claves de la historia de francia (la que obviamente no pretendieron que se iniciaba tras la revolución, por lo que aprovecharon de recordar desde el tiempo de los galos y el imperio romano). En cada capítulo, se revivió la vida de los franceses, sus anhelos, preocupaciones, pensamientos y creencias, teniendo por excusa para mostrarlos los acontecimientos políticos o militares. El resultado fue conferir el protagonismo de la historia a los franceses comunes y silvestres, y no a vergincetorix, juana de arco, moliere, jean jacques rousseau, luis xiv, robespierre, napoleón o de gaulle.

Al escribir esos nombres me percato de que a esos personajes les sobra publicidad, al igual que a nuestros provincianos próceres, quienes todavía gozan del proselitismo que les brinda el sistema escolar, que todavía machaca con sus vidas, gestas y nombres a los pobres y aburridos estudiantes que padecen las clases de historia.

La verdad, estoy hasta la tuza de la pelada de prat, las patillas de o'higgins o los mismísimos lentes de allende (fetiches apolíneos que nada nuevo muestran y mucho encubren), más que nada por el desaprovechamiento de la oportunidad de recordar la historia de otro modo, más propia, menos jerárquica, de modo de ofrecérsela al pelagato que prende la tele y ve en ella al que pudo ser su ancestro, con los pensamientos y creencias que fueron configurando su manera de ver el mundo.

Decía en mi título que "anhelo lo postichilenidad", la que entiendo como la superación de estas formas vanas de concebirnos, en las que la única opción es comulgar –nunca proponer o recrear– con una de las alternativas ofrecidas desde arriba, tal como el sistema electoral binominal.

¿Caca o pichí, pichí o caca?

4 comentarios:

L Mery dijo...

Y bue' por eso mejor morir entre luciernagas... precioso el post de abajo!!!!!!

Juan Carlos Santa Cruz Grau dijo...

Grandes hombres (o mujeres) ; grandes héroes y próceres ; gente simple enfrentada a circunstancias extraordinarias ; gente extraordinaria despilfarrándose en vidas simples (todos conocemos alguno) ... y entre todos ellos, nosotros, el resto que miramos, entre el cansancio y la apatía, entre la resignación y la negligencia. Más allá de la construcción de "referentes" mitificados, de gestas que nunca ocurrieron (como nos las contaron), y de tragedias olvidadas, y palabras "para el bronce" que jamás se pronunciaron, la vida continua, la de nosotros, los simples, los anónimos, los que palmo a palmo vamos construyedo la historia, que escribiran otros sin siquiera mencionarnos.

Unknown dijo...

Andres,

Me gusto mucho tu indignacion creativa ante los atracos de la historiografia tanto oficial como mediatica.

Unknown dijo...

Andres:

Muy bueno el Blog y clara la línea de pensamiento de la última entrega. Al respecto me recuerdo de una saga en video llamada "Historias de Catalunya" en que se muestra la historia desde el punto de vista de las personas que vivían en cada época, así da gusto, es entretenida y puedes profundizar culturalmente en los procesos de la historia. La otra historia, la del colegio, es una pincelada de barniz con harto brillo y buen olor, pero que dura muy poco sobre la madera del pensamiento. Felicitaciones