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viernes, 27 de febrero de 2009

episcolario: señor cobranza

Andrés,

Me siento muy identificado con lo de convertirte en tu propia empresa de cobranza. Me ha pasado que me han pedido artículos para publicaciones en Chilistán y luego sencillamente se hacen los cuchos con la plata o bien te pagan el día del carajo. Como te imaginarás, una colaboración periodística es remunerada con tres chauchas, pero es precisamente porque se trata de una miseria de plata que me indigna que te traten de ver la cara. Uno habrá estudiado una carrera charcha, pero sigue siendo un profesional y tu trabajo tiene que ser remunerado. Esta es una de las cosas que no nos enseñaron en clases de ética. Mientras perdíamos calorías pensando si procedía o no aceptar una torta de regalo por parte de un entrevistado (lo peor de todo es que ésto no es un chistecito y como bien recordarás es un caso que se discutió en clases) obviábamos situaciones mucho más factibles de presentarse en tu vida profesional como que tu empleador te quiera pasar por la raja. Más rabia me da porque ni siquiera necesito esa plata y en general colaboro por gusto (gusto que, por cierto, se me está quitando). Pero, en fin, ese era el tipo de debates que proponían ciertos profesores que con suerte ejercieron como alumnos en práctica.

Una futura ley sobre periodismo debiera incluir la figura del periodista-agente de cobranzas, en que se te dieran atribuciones legales para hostigar a tu empleador cual financiera Atlas o casa comercial, imponiéndole intereses usureros por pagos atrasados so riesgo de terminar en Dicom. En un mundo ideal, el periodista-agente de cobranzas podría ir con un bate de béisbol y sacarle la chucha a los tipos hasta que te paguen, pero me conformo con los intereses usureros.

Un día de éstos, debiéramos organizar un seminario de ética periodística basado en las enseñanzas de nuestros ex - maestros. Podríamos dedicar un panel al caso de la torta y aderezar la discusión con una serie de otros dilemas profesionales: “¿Y qué tal si en vez de una torta el entrevistado me regala un jockey?”, “¿Y si el jockey tiene el logo de su compañía?”, “¿Qué tal si la entrevistada es rica y pone su mano en mi rodilla?”, etc.

Pasando a temas más agradables, tu idea de viajar me parece genial. No te voy a mentir ni negar que muchas veces echo de menos a Chilistán (especialmente desde la última vez que fui) pero también es cierto que el mundo es muy chico para que pases tu vida pegado a un pedazo de tierra. Viajar no es barato pero millones de personas emigran e inmigran en situaciones bastante más desesperadas que la de estar aburrido. Por lo demás, y en contraste con la situación de un inmigrante económico, siempre tienes la opción de volver a tu país. Asimismo, no tienes hijos y eres jov… perdón, quise decir “no tan viejo”.

Naturalmente, acá puedes quedarte todo el tiempo que quieras (pero si te pasas de dos meses puedo retirar lo dicho). Hablando en serio, ya lo hablé con la jefa y ciertamente serías bienvenido en D.C. por el tiempo que estimes pertinente. Debieras considerarlo con detención y en el peor de los casos darte el plazo de un año para volver, lo que no te va a hacer ni más pobre ni significativamente más viejo. Sobre este país podríamos hablar años, pero creo que vale la pena conocerlo.

La mini-vacación fue en Orlando (lugar que ciertamente no elegí yo y en el que me pasé todo octubre trabajando en las elecciones, por lo que lo odio doblemente) y más que cubano, está constituido por puertorriqueños pro-Demócratas y una buena dosis de colombianos pro-Uribe para compensar.

Hace años viví la vida del freelance y comparto parte de lo que describes. No tuve problemas de cobranzas porque trabajaba para gringos y británicos y los tipos me depositaban como reloj. Cualquier duda te la respondían de una y lo único que pedían a cambio es que tú también les mandaras los artículos a tiempo. Es decir, un sistema que no se da en Chilistán porque seguramente es considerado contrario al derecho del patrón de ignorar tus e-mails. El problema es lo que mencionas de trabajar y vivir en el mismo departamento y el hecho que para personas no tan disciplinadas como uno es difícil trabajar ordenadamente sin un horario fijo. Mi vida de freelance osciló entre dos polos. Primero vino la etapa en que todos los barsas asumían que como no trabajaba en un edificio con logotipo o una fábrica, podían llamarme a cualquier hora, dejarse caer o asumir que no tenía responsabilidad alguna y estaba disponible para tomar cerveza un miércoles en la tarde. Una vez superada esa situación, me fui al otro extremo, en que todo el mundo con que querías juntarte estaba ocupado y parecía que vivías en un huso horario distinto del de tus amistades. Es difícil llegar a un equilibrio en esas circunstancias, pero las cosas que ganas (tiempo libre, flexibilidad para trabajar a la hora que se te ocurra, pajas ilimitadas, etc.) son impagables y difíciles de recuperar una vez que el miedo a la inestabilidad te vence y comienzas tu vida de levantarte al sonido de la radio reloj, horarios de colación regimentados y regreso a tu casa a desplomarse en el sillón.

De tus resoluciones, los puntos tres y cuatro son los que más me gustaron. El cuatro, porque trato de cumplirlo lo más posible, al menos en lo que concierne a leer. El tres, porque es una aspiración frustrada y no encuentro ni se me ocurre un trabajo que cumpla los dos requisitos, hasta ahora mutuamente excluyentes, de: a) gustarme y b) que haya interés de contar con mis servicios.

La imagen de los viejos jubilados también me la habían comentado y sólo puedo decir que es certera. Lo mismo con lo de los viejos del Show de los Muppets, figura que a lo largo de los años han usado por lo menos dos otras personas para describir su relación conmigo. Será que nos potenciamos y sacamos lo peor del otro. Lo que sí me parece notable es que la comparación provenga nada menos que de… (redoble de tambores) MEMOLÍN.

Yo feliz que aporte al debate ya que, como habíamos comentado en privado, 1+1 es igual a 2 y 1+1+0 sigue siendo dos. Lo peor que puede pasar es que Memo siga fiel a su costumbre de no abrir la boca, no contestar los correos, no devolver las llamadas por teléfono y, cuando se digna a honrarnos con su presencia, interactuar preferentemente a través de la telepatía. Para mala suerte suya, ninguno de sus amigos es telépata así que sería bueno que escribiera algo. De todas formas, no me voy a aguantar la respiración esperándolo.

Un abrazo y estamos hablando, si no es con Memo, al menos contigo.

-GB.

sábado, 14 de febrero de 2009

episcolario: pericos pal mundo

Don,

Me temo que la imagen de dos jubilados en la estación de trenes, alegando por todo y sacudiendo la chupalla cuando pasa una campirana se asemeja mucho al tono de nuestras últimas misivas. Ya me lo han dicho y he entrado en una profunda retrospectiva para saber a qué resorte psicológico responde esta lanzada de pericos tan inconducente.

Antes de entrar en ello, no puedo evitar comentar lo acertado de tus observaciones acerca de los métodos locales para subirse el pelo (el guión entre apellidos, especialmente). Sólo te faltó incluir a Marcos Henríquez-Ominami, quien representa -a mi juicio- el epítome de la integración de la "izquierda" a la oligarquía nacional y su súbita preocupación por los apellidos y la construcción de prosapias de nuevo cuño. En fin, supongo que el ridículo de la situación se agrava en sujetos como el mentado y otros similares, quienes componen una clase ascendente de Chilistán, a quienes yo llamo "la primera generación con la papa en la boca", parafraseando al adagio que refería a "la primera generación con zapatos", mediante la cual se sancionó en el siglo XX a los nuevos integrantes de las clases medias.

En fin, basta de comentarios clasistas.

Volviendo a las razones de -al menos- mi redoblada vociferación, identifico que aparece cuando aparece en mí un latente e indeterminado malestar conmigo mismo. No te podría decir de dónde proviene, pero supongo que es de cierta frustración. Lo raro es que no sé de qué, pues si al menos tuviera metas, podría achacarme por no acercarme a ellas, pero no es el caso. Tal vez, y más probablemente, se deba a un acto reflejo de vuelta a la adolescencia a través del cual mi psquis combate el irredargüible hecho de que ya estoy entrado en los treinta y -ante la dificultad de cambiar mi mundo- prefiero oponerme a él, tal y como hacía desde los quince.

Probablemente esto se deba al periódo de crisis en el que decidí entrar, al renunciar a mi pega estable, vivir de pololos bien rentados pero inseguros (me he tenido que transformar en mi propia empresa de cobranza), e intentar escribir como mi actividad principal (sin lograrlo, dígase al pasar).

Te cuento que en estos días de vacaciones, en los que -aparte de reventar mi línea de crédito- he llegado a ciertas decisiones:

Uno: descartar convertirme en un señor consultor de las comunicaciones. Podré ser un descreído y lograr tener ciertos grados de cinismo para sobrellevar mis escrúpulos, pero no me place ser un mercenario, ni menos un paraburócrata. Si vienen pololos en este registro, bien, pero no quiero que mi lápida diga que fui una mesalina de la palabra, además que cuando mejor lo paso en esta actividad es similar a cuando juego ajedrez.

Dos: descartar emplearme bajo la lógica de mejorar ingresos. Pese a la inestabilidad de mis ingresos (mi cuenta corriente parece montaña rusa) y el hecho de que ya no soporto trabajar y vivir en mi departamento, no quiero volver a cumplir horarios ni someterme a los caprichos de jefes. Ya me inoculé además del canto de sirena de mejores perspectivas y asumir más responsabilidades. Como excepción, sólo aceptaría un puesto de trabajo en algún lugar cuya "misión" sea loable y/o entretenida, como un eventual diario o revista con potencial para amagar el duopolio de El Mercurio y La Tercera.

Tres: aproximarme laboralmente a ámbitos entretendidos. Es decir, volver sobre mis gustos, que tienen que ver más con la historia, las artes, las letras y -en cierto modo, aunque sólo en cierto modo- con la política. Si bien esto suena a una condena económica, creo que es posible mantenerme en la clase media.

Cuatro: leer y escribir. Lo primero implica únicamente destinar tiempo. Lo segundo, aunque me cueste y reniegue de cada borrador, supongo que en algún momento llegará la epifanía y será más clara mi propia voz.

Cinco: tener una oficina, porque cada vez me es más difícil producir en el mismo lugar en que vivo, y se me mezcla el trabajo y la vida, perjudicándose notoriamente el primero.

Seis: viajar. Ayer desperté con la idea fija de irme unos meses a Estados Unidos. Por una parte quiero mejorar mi inglés. Si bien me comunico y entiendo, quiero dejar de ser un tarzán. Por otra, tengo familia en San Francisco, un primo regenta un restaurante allá donde podría pagarme el viaje, está mi padre y mi hermana en Nuevo México, quiero conocer bien Nueva York y me encantaría darme una vueltecita por Washington.

Mon ami, buenas vacaciones en Florida y a estamos a la espera de tus comentarios sobre Disney World, Miami Beach y la colonia cubana que da colorido al Estado (¿o es LA Florida, y debo pedirte hablar sobre la piscina La Araucana y el nuevo estadio mundialista?).

Salú

episcolario: oligo-arquía

Creo que era inevitable caer en la política o la "actualidad", materias que se prestan para este peculiar formato de crítica pusilánime refugiada en el anonimato de la baja lectoría y la escasa autoridad para emitir juicios. No puedo discutir tu análisis sobre los candidatos. Tu comentario sobre la endogamia de nuestras familias reales también es cierto. Solamente te faltó decir, "los Viera-Gallo – Chadwick seguirán siendo los Viera-Gallo – Chadwick", el ejemplo que más me gusta porque demuestra cómo a la hora de perpetuar el linaje o la fortuna, en Chilistán se sigue actuando como si los asuntos políticos se resuelven en el Club de la Unión (pese a que éste no tenga el brillo de antes y más encima haya incurrido en el mal gusto de dejar entrar mujeres). ¿A quién le importa a qué sector político perteneces? Lo que importa es que no seas roto y hayas estudiado en alguna de las madrasas católicas a las que van los hijos de la gente bien en Chilistán.

El ejemplo también me agrada porque demuestra ese cara de rajismo que, creo, solamente se da en nuestro país de unir dos apellidos pedestres con un guión, la solución alquímica para dejar de ser un plebeyo y sentirse autorizado por derecho propio a tener carnet de clase dirigente. De hecho, creo que podría ser el comienzo de una nueva disciplina, la matemática chilistaní:

Viera ­+ guión + Gallo = aristócrata
Cruz ­+ guión + Coke = aristócrata
Pérez + guión + Cotapos = aristócrata

Todo, por el precio de una rayita y un mal rato en el registro civil tratando con funcionarios de pigmentación oscura y apellidos sin guión. Hay otras formas de subirse el pelo pero, con la excepción de tener algún apellido exótico pero no indígena, no son tan efectivas. Puedes decir, "no, es que yo soy de los González de Talca" o bien, "soy González, pero somos los únicos González de esta rama de la familia que viven en Chilistán", pero en definitiva ninguna de las dos tiene el caché que te permite ese "fast track" a la nobleza de los guiones. En Chilistán, el sistema de gobierno es la oligo-arquía.

Pese a que me quedan décadas para jubilar, ya te habrás dado cuenta que para todo efecto soy un jubilado. Me imagino que tú estás en las mismas. Reclamo por todo, me da lata salir de la casa, no hago nada productivo, en la calle miro a pendejas de la mitad de mi edad y últimamente me ha dado por escribir cartas al diario. Mandé una al Washington Post para reclamar por un artículo en contra de Chávez y Putin y otra al New York Times para hacer lo mismo con un artículo sobre Bolaño. Naturalmente, no las publicaron y seguro al ver mi nombre chicano fueron derivadas al FBI como posibles portadoras de ántrax. Decidí entonces bajar la puntería y buscar tribuna en los medios chilistaníes. Me publicaron una sobre Wal-Mart e ignoraron otra sobre el voto voluntario. No sé qué carencias emocionales intento sobrellevar con todo esto, pero ahora estoy discutiendo sobre Darwin con un pelmazo que a juzgar por otros antecedentes que manejo es neomarxista. Es decir, elegí a la única calaña de persona más antisocial, aburrida y desagradable que yo para tener una discusión. Afortunadamente, creo que este deseo de compartir mis opiniones irrelevantes con el mundo está llegando a su fin. Es mucho trabajo y como en todas las cosas que emprendo, mi capacidad de concentración e interés se extinguen después de unos días.

Me interesó tu análisis sobre las posibles divisiones en un gobierno de Piñera. Es cierto, cuando llega al poder, ese sector debe debatirse entre ser fiel a sus principios y promover su visión de mundo confesional, o bien dar muestras de "modernidad" y "tolerancia" con arrebatos como sacarse fotos con travestis o declararse "bacheletista". No sé qué es peor. Una ministra de Educación pechoña que pretenda enseñar barrabasadas sobre temas como los métodos anticonceptivos o proponer ideas "alternativas" (o sea, ideas religiosas) a la evolución de las especies (cosa que se ha intentado hacer en algunos estados retrógrados de EEUU) o bien una ministra "choriflai" que basa su desempeño en criterios de mal llamada "gestión" y toma medidas modernizadoras como remodelar los jardines infantiles para que se parezcan a la sala de juegos del McDonald's, privatizar los comedores y en definitiva continuar con un modelo que promueve la educación como una inversión a largo plazo para poder acceder a pegas con mejores sueldos.

En fin, propongo que la política sea tema cuando pase algo que merezca comentario. Por ahora, las cosas están tan fomes que a menos que Gómez le pegue un combo en el hocico a Frei en un programa de televisión en vivo, su nombre no va a aparecer ni en Google. Acá las conversaciones están estancadas respecto de un plan de salvataje económico y el país se sigue cayendo a pedazos, con 600 mil empleos perdidos tan sólo en enero. Las cámaras de comercio, los bancos, compañías grandes y aseguradoras están lanzando campañas para que no se reforme el sistema de salud ni se apruebe una ley para promover la sindicalización en el país. El Sr. Burns es un niño de pecho al lado de esta gente.

La próxima semana me tomo vacaciones y parto a Florida. Me saco los Dockers y las camisas metrosexuales que sólo se ven bien en modelos de catálogo y vuelvo a mi uniforme de jeans y poleras. Lo mejor de todo es que voy a poder cerrar mi tercer ojo en la nuca, el que me avisa cuando alguien se acerca a mi oficina y potencialmente puede descubrir que estoy en Google en vez de trabajando. Estaré atento a tu respuesta. Espero que disfrutes lo que queda de febrero.

Un abrazo,
GB.

jueves, 12 de febrero de 2009

episcolario: febrero

Estimado,

Recojo el guante y acepto incluir en nuestras misivas el análisis político de cafetín. De hecho, me ha venido un flashback de periodistez, que se remonta a aquella época en que estaba activo en la profesión: dos meses horribles de febrero en la redacción de diarios ya desaparecidos.

Fue entonces cuando caché que la política es la anti realidad. En este mes, simplemente la máquina se detiene, aunque en realidad se va a Cachagua. El caso es que cae el telón del cachacascán de dimes y diretes de frases maqueteadas, pensadas ex profeso para que el monicaco de turno no tenga pensar en cuál es la cuña que va a poner en su medio, y los pobres periodistas políticos quedan literalmente en pampa, pues no acostumbran sino a servir de correa de transmisión de recados. En cambio, los señores políticos -tal cual el perro y el coyote de la Warner, que marcan tarjeta luego de sacarse la cresta- bajan la guardia y comienzan a operar como un comando conjunto. Ya me los veo en la casa en la playa de alguno con una mesa gigante con el mapa de Chislistán, poniendo y sacando fichas que representan senadores, diputados, alcaldes y concejales, bebiendo whisky, riendo socarronamente y acordando las reglas del año venidero, mientras las señoras los apuran para ir luego a comer al restaurante de moda del balneario.

Debo confesar, que la imagen anterior más corresponde a los años de transición, pues hoy existe mayor competencia y rivalidad, pero también me atrevo a aseverar que siguen constituyendo una auténtica casta social, además, endogámica. Puede ganar Piñera o Frei, pero los lazos familiares y las fuentes de buenos empleos y prebendas no están en juego. Los Chadwick seguirán siendo los Chadwick, los Alessandri los Alessandri, los Tohá los Tohá, los Lagos los Lagos, los Aylwin los Aylwin, los Allende los Allende, los Frei los Frei, y así. O sea, me explico, la agresividad sincera quedará relegada a blancos sin charretas de sangre, como pasó con Yasna Provoste, a quien, estoy seguro, sacrificaron (todos, desde la Presidenta hasta la derecha) por ser -tal como ella dijo- negra, india, provinciana y mujer. Estoy seguro que esa no se la habrían hecho a ningún ministro de Educación anterior.

Sin embargo, con esto no quiero decir que da lo mismo quien gane, aunque gane quien gane, ganan los mismos. A continuación, me vestiré de agorero y te daré las claves del devenir nacional que veo según quien gane:

Frei: tras su victoria, la profunda sensación de alivio de muchos será reemplazada por un baldazo de agua fría. Su convocatoria a un Gobierno nacional para enfrentar la crisis y sus promesas de una Constitución para el Bicentenario serán minadas profundamente por la división de la Concertación y la insatisfacción de quienes no obtuvieron la parte del león en la repartija de cargos. Este será el paso para el cambio del Lalo liberal, al Presidente autoritario, quien gobernará el país tal y cual lo ha hecho todo mandatario concertacionista, o sea, para el empresariado, con uno que otro brochazo social, para mantener la calma en un periodo económicamente difícil. Como en un dejavú, el debate moral se empantanará aún más por el respiro que tendrá la Iglesia por volver a tener un Presidente de un partido confesional, al igual que el político, pero sin posibilidad alguna de cambios sustantivos. Las represas en la Patagonia van (como antes fue Ralco).

Piñera: su llegada a La Moneda será una apoteosis, que sólo ocultará las inmediatas contradicciones de la nueva coalición gobernante. El pase de la UDI costó el control del Senado y la Cámara, y ministerios clave como Salud, Educación y Hacienda. Inmediatamente, la pelea política verdadera se instalará en el Gobierno. Por una parte un Presidente que no entiende su gestión sino es arriba de un caballo dando chicotazos y por otra unos ayatola dispuestos a aplaudir medidas tales como hacer navegable el Mapocho o reconstruir un nuevo Estadio Nacional más grande que el Maracaná, pero intransigentes en materia moral y política, observándose retrocesos que nos harán extrañar la tibieza pacata de la DC. Mientras, habrá descontento social, pero no suficiente como para hacer temblar el Gobierno, y tampoco será canalizado por la Concertación, que estará dedicada a crucificar a tipos tales como Tironi, por no tener medio de comunicación alguno. Casi del todo probable, ésta se quiebra, se vuelve a los tres tercios, lo que implicará el indefectible ocaso de la DC, evidenciándose que es un partido sin público objetivo. Se harán las represas en la Patagonia.

Me da paja pensar en Zaldívar, Flores, Arrate, Navarro o Teillier, porque simplemente no va a pasar. Aunque haré un pronóstico simple por cada uno. Zaldívar = seguirá aferrado al poder como una garrapata, gane quien gane. Flores = él y compañía sólo tienen opción si gana Piñera y entran al Gobierno, pero no podrán contrarrestar la agenda de la UDI y se convertirán en un anécdota fome. Arrate = cero posibilidad de que su nombre esté en la papeleta, se retirará y publicará una o dos malas novelas, o peor, sus memorias. Navarro = estará en la papeleta y sacará sus votitos, segurá molestando desde el Senado, pero su influencia será directamente proporcional a la de Chávez en la región. Teillier = apoyará a Frei en segunda vuelta y será despachado al salón de espera, donde reflexionará acerca de la paradoja de imposibilidad de su tienda; por una parte es imposible que crezca e influya más, y por otra no dejará de existir, lo que en términos prácticos significa convertirse en una pieza de museo.

Finalmente, le he dado bastantes vueltas al asunto, y creo que ganará Frei. Por una parte, no veo de dónde va a sacar más votos Piñera (no creo que cambie el padrón electoral), todavía no le hacen anticampaña, él cansa y no me queda claro que la UDI no le depare un charchazo de último minuto (aunque reconozco que es difícil, pues la señal de sacar a Hermógenes de El Mercurio fue una señal muy potente de apoyo de ese sector). Lo único que podría escaparse del análisis es que no hayamos leído bien qué pasó con la elección de alcaldes ni estemos en condiciones de ponderar qué implica el cambio de signo (de la Concertación a la derecha) de varias de las alcaldías de las comunas más grandes.

En fin, mando este post así no más, cargaíto a la política, sin tener claro si me gusta esta innovación editorial, pero ya está.

Salú

sábado, 7 de febrero de 2009

episcolario, la situación política

Andrés:

Recuerdo de niño cómo mi padre decía no ver televisión chilistaní porque le daba "rabia". Yo pensaba que era una postura algo esnob, pero con los años lo entiendo mejor que nunca. No se trata de esa actitud afectada y preparada para responder una encuesta tipo, "No veo mucha televisión, pero si tengo que hacerlo, entonces sintonizo el Discovery Channel o algún documental de la BBC". Mi padre, pese a ser una de las personas más ilustradas que conozco, veía y se desternillaba de la risa con Bugs Bunny o los Tres Chiflados. Incluso me acuerdo que se reía con esos sketches de Andrés Rillón y Julio Jung de los ochenta. Es decir, no era una actitud pedante o ese ludismo al cuete de los pelmazos que descartan la tele como si eso los hiciera más inteligentes. Era más bien la incomprensión de alguien que creció en una época en que el cretinismo no era la moneda de cambio de Chilistán y la gente leía novelitas de vaqueros y Corín Tellado en las micros en vez de meterse el dedo a la nariz, mirar por la ventana y jugar con el celular. Es ese pavor de ver cómo Chilistán iba (y continúa) en una espiral descendiente de estupidez, tocando fondo y doble fondo, sensación nauseabunda que comparto con casi toda la gente que conozco que creció durante los ochenta (y que pensaba ilusamente que los noventa no podían ser peores y luego que en el siglo 21 algún cambio astrológico podría frenar la debacle).

En Chilistán, los "humoristas" todavía creen que un viejo chico disfrazado de niño y con pecas pintadas con scripto es algo sumamente chistoso. Más aún si el viejo pone voz de pito y le tira tallas de doble sentido a una vedette. Si eso no funciona, siempre está la opción de disfrazarse de mujer o "crear" un personaje homosexual que cuente tallas del tipo: "El otro día estaba cocinando y se me quemó el arroz". Lo peor de todo es que el público que ve esos programas se sigue riendo. Es lo que me pasó en mi última visita, cuando alguien me dijo que "tenía" que ver a un personaje llamado "la Rupertina". Pues bien, lo vi y desde entonces no he vuelto a hablar con el tipo que me la recomendó. Fueron otros veinte minutos de mi vida que nunca voy a recuperar y ni una noche con Angelina Jolie y Nicole Kidman haciendo lucha libre en bikini adentro de una piscina plástica con gelatina podrían compensarlo. Afortunadamente, la rutina del chistocillo duró poco. El problema es que después vinieron 15 minutos de Willy Sabor (¿no se había muerto?) disfrazado de Chapulín Colorado. El tipo corría de un lado a otro del estudio y se arrojaba sobre el público. Cada cierto tiempo, elegía a un pobre pelmazo de la audiencia y le tiraba los calzoncillos con la intención de sacárselos por encima del cinturón. Eso, por quince minutos. Quince. Minutos. Verlo me hizo sentir como el protagonista de La Naranja Mecánica en la escena que le abren los ojos a la fuerza y lo obligan a mirar escenas de violencia. Nunca más volví a sintonizar Mega, el canal donde todos los días es 1980.

Te cuento que sería el primero en comprar "Te pondría en cuatro, Constanza" de Andrés Almeida. Es más, iniciaría una campaña de cartas a los diarios para que lo incluyan en el Maletín Literario. Si quisiéramos hacerlo lectura obligatoria para los colegios, entonces habría que simplificar sus contenidos y quizás convertirlo en uno de esos libros que abres y se levantan figuritas de cartón en relieve. Si nos va bien, escribimos el guión y hacemos una película con Benjamín Vicuña como el joven ñuñoíno.

Antes de hacerse colocolino, Piñera consideró la idea de correr como senador por la Quinta Región. No recuerdo qué año fue, pero el tipo se hizo socio de Wanderers, comenzó a aparecerse en todos los partidos en Playa Ancha y hasta le prometió plata al loro para acompañar a la barra (y tras abortar su candidatura, no le pagó. Fuente: LUN.com). Finalmente, creo que la UDI lo bajó, la Alianza presentó a otro candidato y nunca más lo vieron en el estadio.

Creo que te he contado que ya no me gusta el fútbol y de hecho lo aborrezco. Como sabrás, mi deporte favorito por años ha sido ver a dos tipos pegarse adentro de una jaula. Cuando lo practiqué fui la persona más feliz del mundo y todavía gozo los fines de semana cuando viajo a algún pueblito perdido en el sur a ver las benditas peleas (este sábado me toca ir a Winchester, Virginia. El nombre lo dice todo). ¿A qué viene este preludio? A que no es por atacar y muchísimo menos por dármelas de hincha de la Católica (club que debiera indemnizarme por los años que perdí yendo a verlos jugar), pero la mejor indicación que el fútbol chilistaní es una porquería es que los dueños de la U son de la UDI y el dueño de Colo Colo es de la Católica (porque también es socio de la UC de toda la vida, supongo que por si no le resultan sus proyectos políticos y decide tirarse a alcalde por Vitacura o crear un movimiento separatista en La Dehesa). Todos los equipos son una burla y aún más despreciable es la pléyade de cretinos que teorizan sobre partidos picantes, las pasadas a segunda ronda de la Libertadores por la regla chanta del "gol de visita", las concentraciones en que los jugadores se tiran mortadela en la cara, el técnico (Markarián, de la U) que acaba de declarar que los jugadores mexicanos son mejores que los chilenos por motivos genéticos (comentario que en Europa le habría costado al menos una multa, pero que en Chilistán pasa piola) y la demás colección de estupideces por las que se desvive cada vez menos gente (¿sabías que el año pasado fue más público al cine a ver películas chilistaníes que personas al estadio?).

Ya que estás hablando de Los Simpsons, la conversión de Piñera me recuerda al capítulo en que Homero se vuelve fanático del equipo de baseball de Springfield, los Isótopos. Tradicionalmente malos, se pegan un rajazo y ganan un campeonato. Kent Brockman lleva cámaras al bar de Moe para entrevistar a los comensales y Homero declara que los Isótopos son unos "babosos". Brockman replica que acaban de ganar el título y acto seguido aparece Homero con el uniforme completo y una de esas manos de espuma gigantes, llorando frente a las cámaras y declarando que apoyó a los Isótopos desde un principio.

Un periodista gringo de comienzos de siglo, Henry Mencken, decía que había una sola forma de mirar a los políticos: hacia abajo. No soy de los que cree "que los políticos son todos ladrones", "a los periodistas sólo les interesa el cahuín" y todas esas perlas de sabiduría de taxista chilistaní. Sin embargo, ni uno de los dos candidatos me mueve un pelo y sus coaliciones políticas me parecen igual de repugnantes que hace 20 años atrás.

Por cierto, asumo que sólo son dos candidatos y no cuento a otros como el ecologista de La Reina, los estalinistas que regalan el voto en la segunda vuelta, el millonario que creó su propio partido con blog incluido y todavía se cree gurú de la informática, o el colorín odioso que se metió a un partido fundado por nazis (y nazis chilistaníes, más encima).

Es cierto que sería miserable tener en el poder a gente como ese guatón que se hizo famoso por zamarrear a un diputado y autodesignarse "guardaespaldas" de Pin8. Ya me lo imagino dando declaraciones sobre temas como la píldora del día después en circunstancias que nunca ha tenido una relación sexual con una mujer sin que le tiren Paralyzer en la cara. Se presentarían proyectos para privatizar las veredas y tendríamos que andar con un "tag" en el culo. Comenzaría una nueva era de "flexibilidad laboral" que daría paso a la "elasticidad laboral" o cuánto se puede abrir de piernas un trabajador antes de desgarrarse. Los lomos de toro tendrían auspiciadores y se autorizaría a las casas comerciales a prestarles plata a menores de edad.

En fin, pese a lo siniestro del prospecto, tampoco me van a engatusar con supuestos males menores que no tienen nada de menores y no voy a votar por fantoches en versión 2.0 que sólo en un país como Chilistán son reelectos. Es como ponerse uno de esos anteojos de plástico con nariz y bigote y decirle a todo el mundo que eres otra persona (y, obviamente, los chilistaníes huevones lo creen y se ponen en fila para votar). Nunca me he inscrito en los registros electorales y dudo que lo haga alguna vez. Sólo he votado en elecciones sindicales y, por supuesto, por nuestra lista las dos veces que intentamos hacernos del poder por medios democráticos en una coalición amplia que abarcaba desde democratacristianos rebeldes hasta rastafaris albinos y sionistas.

Admiro tu presciencia al apuntarle al candidato de la Concertación. Jamás me lo hubiera imaginado y eso que nunca le tuve fe a esa generación de recambio (los Orrego, Girardi, Toa, Rossi, ad nauseam) que probó ser el equivalente político de los Lukas Tudor, Sandro Navarrete y Camilo Pino. No sé, hasta imaginaba la posibilidad de Mr. Ego volviendo triunfal antes que una segunda candidatura de Frei. Afortunadamente, su sueño de ser recibido con alfombra roja, alabanzas, sacrificios humanos y, por supuesto, cero primarias, no se materializó. El problema es que ahora tenemos a Frei. Seguiría explayándome pero es viernes. Un gran abrazo.

-GB.

jueves, 5 de febrero de 2009

episcolario, ñuñoa 2

Chalo,

Menos mal que respondiste, porque ya me estaba figurando una situación similar a una escena de "Los Simpsons" donde Homero pregunta en tono ceremonioso "Marge ¿respetas mi inteligencia?" y Marge guarda un silencio largísimo, dudando si mentir o decir la verdad. Al final miente… En fin, mejor no seguir con la imagen, que no quiero asociarme a Homero, jajaja.

Lo que sí, te confieso que cada vez me es más difícil no hacer alusiones a la famosa serie. Es buenísima, pero además a la televisión chilistaní, canal 13 para ser más precisos, le ha dado por mandarse maratones diarias de cinco o seis capítulos de los que me cuesta escapar, resultando de ello una colonización total de mi humor y mundo de referencias. Es terrible y a veces siento que los simpsons se han convertido en una multinacional igual de monstruosa que microsoft –eso sí con el interfaz amable de google– pero en la industria de los chistes y el ingenio. Me suelo imaginar legiones de los más chistocillos de la clase poniendo marca registrada a todas las situaciones potencialmente hilarantes en un edificio corporativo de alguna ciudad taquilla de Estados Unidos. Esa imagen se me refuerza, luego al sintonizar el canal vecino (el 11), con la fomedad de "El club de la comedia". Mientras lo veo, me imagino a los "creativos" del programa nacional, viéndolas verdes buscando "la talla" en un caldo anodino compuesto por la actualidad, nuestra supuesta idiosincrasia (casi siempre ramplona y siempre burlesca), the clinic, los videos antiguos de plan zeta y las reglas tácitas de inocuidad de contenidos de nuestra TV. Mientras escribo, trato de recordar algún chiste que ejemplifique lo que te quiero decir, pero no lo logro (indefectiblemente me remonto a mi época humorística de cuarto medio). Supongo que así de memorable es el show.


Antes de proseguir, te comento que acepto no hablar de trabajo, pues creo que en nuestros correos anteriores ha quedado meridianamente clara nuestra postura al respecto, y además ya estoy de vacaciones, y no quiero arruinarlas con pensamientos obscenos. De hecho llevo un día en Algarrobo e inevitablemente me he puesto a fantasear acerca de cómo no tener que volver nunca más a Santiago, "la única ciudad chilena de clase mundial", según escuché a un petulante. Desde acá podría transformarme fácilmente en un escritor, pero temo bastante llegar a ser de ese modo en una especie de José Luis Rosasco del siglo XXI, con obras con títulos tales como "Te pondría en cuatro Constanza" o "Francisca, se me sale el corazón por el cierre", los que serían híbridos exactos entre la huella del referido escritor y las preocupaciones que me suscitaría su lectura (en el improbable caso de que algún día lo lea).

Te confieso que me hizo mella esa idea de revisitar literariamente la comuna de Ñuñoa. Creo que soy lo suficientemente apátrida como para retratar sin asco las pequeñeces de mi comuna de clase media media, con ínfulas ABC1, en la que todo lo bueno que tiene se va borrando en el afán de parecerse más a Las Condes. Y claro, la Plaza Ñuñoa sería el epicentro del drama de los conflictos de los ñuñoínos con la modernidad. Te pongo un ejemplo con el esbozo de una historia que se me ocurre de buenas a primeras: una hija de vecino suficientemente buena como para que se la quiera cepillar un futbolista de pronto aspira a ser modelo y comienza a frecuentar la Kamasú. El problema es que su padre es un exiliado que no tocó en la repartija de prebendas por poco claros escrúpulos éticos y políticos, pero principalmente por una total flaxitud de voluntad y espíritu emprendedor, larvada en los años que vivió del estado de bienestar, quien dice querer que su hija estudie leyes, pero que en verdad desea que viva en un Chile que irremisiblemente se va apagando (como la Ñuñoa de antes). Ella pololea con un jipi trasnochado y treintón –amigo de la familia– que sueña con un cupo para concejal por el partido socialista, mientras no deja un día sin escuchar "al final de este viaje" de Suicilvio Rodríguez. La pareja suele ir los fines de semana al Dante a tomarse un pitcher, luego de fumarse un pito en la cuneta. El problema comienza cuando conoce a una amiga –ñuñoína también, pero de otra cepa, pongámosle que hija de un comerciante, rutilantemente enriquecido en los noventa, lo suficientemente picante como para no querer cambiarse de comuna, tal cual Zalo Reyes en Conchalí– y se da cuenta de que su vida es una lata. Claramente ir a la piscina de su amiga es más entrete que chelear en el parque Juan XXIII y los amigos de ella, algunos con moto y casa en la playa, son mucho más minos que su old fashion pololo, a quien –de todos modos– sigue queriendo (la jugada clave de éste es una serenata en la que le canta "te amaré" del mismo cantautor). Bueno no sigo. La cosa es que de a poco se enfrentan los mundos y comienza el tironeo de la niña por lograr su pertenencia a uno u otro, con complots ridículos y –si la cosa se pone fome– con la intervención de la masonería y un productor de televisión obsesionado con el sexo.

En todo caso no descarto proseguir con el camino de una roman a clef, pese a que reconozco que ese derrotero corresponde al infantilismo literario. El protagonista de esta otra historia bien puede llamarse Gilberto Muñiz, un estudiante católico de la universidad católica, de prosapia cien por ciento DC y sin cuello, quien no llegó a cura a causa de las consecuencias de las sucesivas confesiones que realizó ante un reconocido, admirado y querido clérigo (tal vez el último con esas características en la historia patria), quien lo persuadió por años (incluso desde antes de tener vello púbico) de no correrse la paja por miedo a que su respetable instrumento le quedara puntudo y le hiciera daño a su futura mujer. En la universidad Muñiz conoce a Godofredo Baez y a Ambrosio Alameda, dos sujetos totalmente desaconsejables como amistades, por diversas pero igualmente potentes razones, pese a lo que se convierten en los preferidos por la abuelita de Muñiz. Pronto llegará Thomson, un personaje sin igual, absolutamente indescriptible, quien llevará a Muñiz a aventuras descabelladas en las que intervienen otros personajes de fábula (Titán y Betón) y, en las que nuestro héroe saldrá librado sólo por sus particulares socarronería y sarcasmo soterrados, los que nunca nadie se enteró, pues el tipo no habla sino lo mínimo, salvo cuando se encuentra con Baez y Alameda, quienes conocen sus más recónditos secretos, como las razones astrales de divina compensación que explican lo corto de su cogote.

Pasando a otro tema, te quería preguntar si verdaderamente deseas incluir en nuestra correspondencia el análisis político. Yo tengo mis dudas a causa de un acierto que hice al inicio del gobierno de la Presidenta, cuando afirmé que el candidato sería Frei. Mi análisis fue básico: tiene que ser por fuerza DC o sino se acaba la Concertación (lo que no calculé es que esa era una posibilidad concreta, pues creía que el poder y las prebendas siempre serían más fuertes) y que la Alvear y Zaldívar jamás alcanzarían una popularidad similar a la del tarro con más duraznos de cualquier reality show (incluido los de UCV TV, si los tuviera), por lo que el actual candidato caía de cajón. Eso como que me hace tener una indefinible adhesión a Frei. Reconozco que es por una vanidad que no puedo evitar (el mero hecho de achuntarle) y el vivísimo deseo de que no sea Piraña el Presidente. Además, se me ocurren mil maneras de hacerle anticampaña al abanderado de la derecha (en eso tenemos experiencia, baste recordar nuestra exitosa candidatura al centro de estudiantes, que revolucionó el Campus Oriente, si acaso eso es posible alguna vez), empezando por denunciar su macabra jugada de hacerse accionista –y lo que es peor: hincha– de Colo Colo, en circunstancias de que es genéticamente de la Católica. Sé positivamente que nadie puede ser considerado confiable si se cambia así de equipo, salvo los futbolistas, claro está. O sea, o el tipo no tiene ninguna lealtad por sus afectos o es un quintacolumnista profesional. No sé. Pienso que este aspecto además es trasvasijable a la política dura, como cuando se pasó de la DC a RN sólo por las posibilidades de un mayor protagonismo, en un acto despreciable de la astucia inescrupulosa que lo caracteriza (pero que por otra parte caracteriza también a buena parte de nuestro aspiracional país).

Por último, te comento que conocí a Torshe, pero no en las más felices circunstancias (más bien diría una simpsoniana circunstancia) en el que estábamos él y yo envueltos. Es algo que tiene que ver con trabajo por lo que no ahondaré, pues temo –como dices tú– ser googleado en mi contra, y así perder una de mis fuentes laborales, además de que ya dijimos stop al tema. Para no dejar hálito de mala leche, te diré que lo que me pasó con él no es en lo absoluto atribuible a su persona ni a su calidad profesional, sino a la más kafkiana de las situaciones en las que intervienen la burocracia, unos pinches consultores (él, yo y otros, por separado y semi en competencia) y el quehacer artístico nacional.

Ya me he extendido bastante así que nada, parabienes y cuando sientas que tu novela toma cuerpo, no dudes en mandármela, yo por mientras seguiré explorando en los proyectos literarios que acabo de hacer alusión.

Abrazos.

martes, 3 de febrero de 2009

Episcolario, ñuñoa

Andrés,

Lo de la novela iba bien en 2007 hasta que empezaron las benditas elecciones en E.E.U.U. y fui reclutado para trabajar en ellas sin posibilidad de invocar incompatibilidad médica. La objeción de conciencia tampoco es viable cuando careces de una. Cuando veo que algo parecido comienza en Chilistán, con primarias entre un ex – Presidente hijo de un ex – Presidente (sugerencia para slogans: "Puedo hacer un mal gobierno… dos veces", "Si cree que mi primer gobierno fue malo, espérese un poco", "Me teñí el pelo y me saqué la corbata… Vote por Mí", etc.) y el único miembro del Partido Radical menor de 60 años, me vienen esos ataques de rabia tipo El Exorcista, en que la cabeza me gira en 360 grados, grito blasfemias en latín y le vomito la cara a un cura. Las otras opciones – el tipo que está dispuesto a ahogar a una guagua en una tina con tal de ser Presidente (no así a desprenderse de sus empresas) y los cuatro "extra parlamentarios" que preparan una estrategia para arrendar sus votos en la segunda vuelta y seguir siendo extra parlamentarios – tampoco me entusiasman.


Es cierto que todo el mundo cree que tiene algo que decir y que existe una audiencia ansiosa de escucharlo. En general, ese impulso es sublimado hablando inanidades pero algunos de nosotros, los más pretenciosos, las escribimos. Tengo un borrador de novela relativamente largo y llevo bastante tiempo diciendo que lo voy a retomar. Espero hacerlo este fin de semana. Cuando estime que es digno de leerse y a prueba de silencios incómodos, ten la seguridad que vas a ser una de las primeras víctimas. Por si acaso, acá va un adelanto: es la historia de un manuscrito de miles y miles de años de antigüedad, ocultado por una congregación religiosa de reprimidos sexuales dueña de la mitad de las empresas de Chilistán, y cómo un intrépido y buen mozo profesor universitario se une a una física nuclear de medidas anatómicas perfectas y juntos descubren el texto en cuestión. Las consecuencias son nefastas, porque al publicarlo revelan el secreto más recóndito de los templarios, pero al final todo se resuelve (todavía estoy trabajando en esa parte de la trama) y adviene una Nueva Era para la humanidad en que la prosperidad material es compartida y los chilistaníes dejan de ser tontos.


Sería muy cara de raja si te diera consejos sobre escribir. La única vez que mi nombre apareció publicado fue en la guía de teléfonos y lo hicieron sin mi permiso. No digo nada nuevo con ésto, pero todas las novelas, en especial las primerizas, tienen algo de roman a clef. La tendencia es aún más notoria en esta época en que todos se miran el ombligo y tienen blogs, Facebook, Flickr, etc. No sabes cuántos títulos aparecen cada semana en E.E.U.U. acerca de jóvenes ya no tan jóvenes en crisis porque no saben si seguir siendo adolescentes o cómo enfrentar el desafío de tener las bolas peludas y ganar un sueldo.


En lo que no estoy de acuerdo es en esa certidumbre de algunos escritores chilistaníes que la cotidianidad de las familias de apellido rancio es la preocupación central del país y que aún no se han publicado suficientes novelas sobre el grupo familiar aristócrata venido a menos y cómo su vida se compara con la de su servidumbre. Hay un artículo del escritor Pablo Torche que resume la situación perfectamente. Te recomiendo leerlo completo, pero este pasaje es decidor:


"Por un lado, están los discursos asociados al entorno del grupo dominante, que busca retratar, con una prosa superficial y anodina, los recursos y fisuras del mundo de la clase alta. No es la exaltación de este mundo, ya que muchas veces lo que se intenta es renegar de él, sino la presunción de que sus conflictos y debacle constituyen la principal problemática del país, lo que vuelve a esta literatura autorreferente, carente de originalidad y de fuerza".


Buena parte de las autoproclamadas y auto ungidas elites de Chilistán se aferran a la pigmentación de piel y un apellido (o dos, o bien dos apellidos charchas unidos por un guión) para legitimar su superioridad o al menos reservar su espacio en la página de la vida social. El problema radica en que al entrar a Chilistán se suspenden las reglas de la lógica e incluso de la física. Las minas malas pero con buen apellido pasan a ser deseables y las "elites" no son producto de una jerarquía que se explique por parámetro racional alguno. Un ejemplo más pedestre es lo que ocurre con la palabra "modelo", lo que antes llamábamos "promotora de supermercados del pasillo 4 del Agas" pero que hoy describe a una chiquilla poto loco dispuesta a triunfar cual "Sussi" y que se gasta la plata que gana en "desfiles" en discoteques marginales y formando partes de "teams" playeros, en teñirse el pelo y agrandarse las pechugas en Mendoza.


Te recuerdo que el último autor que escribió in extenso sobre Ñuñoa fue José Luis Rosasco, así que no vendría mal otra miradita a la comuna. Pese a que nunca viví en ella, me considero parcialmente ñuñoíno por la cantidad de plata de mi billetera que terminó en las cajas registradoras de la Plaza Ñuñoa y botillerías adyacentes. Para qué hablar de las multas, partes y fianzas que seguramente ayudaron a que su honorable fuerza policial organizara mejores fiestas de fin de año.


Todavía recuerdo con cariño la época previa al advenimiento de los "alcaldes eficientes" en que la Plaza Ñuñoa no tenía faroles y podías sentarte a tomar una cerveza de a litro sin que llegaran camionetas de colores a molestar. Ahora que los colegios siguen siendo igual de malos pero tienen Internet, la calle está llena de furgones municipales conducidos con tipos con menos autoridad que un alguacil del Mampato y ya no existen las botillerías de urgencia, lo único que quedan son las casas antiguas haciendo hora para que las demuelan. Todavía me acuerdo esa noche cerca de Las Lanzas en la Plaza Ñuñoa modernizada y Sabat-izada en que fuimos atacados por una decena de borrachos pastabaseados mientras el personal de seguridad ciudadana miraba desde su camioneta y cómo unos pacos cagados de susto también se negaron a intervenir. Cada vez que me pregunto porqué en Chilistán nunca han hecho un reality show al estilo "COPS", esa anécdota me da la respuesta.


Algo parecido sucedió en otras comunas en que los alcaldes hicieron plebiscitos populares con urnas a la salida de misa para decidir si las botillerías y bares debían cerrar más temprano. Naturalmente, el público que se opone al toque de queda no está en condiciones de levantarse temprano los fines de semana, por lo que ganó una "mayoría" pro cierre de todo los que tenga que ver con el rubro entretención, compuesta por viejas de mierda, jubilados y gente que se dedica a escribir cartas al diario. Las comunas de hoy son más ordenadas y hasta organizan ferias del libro y festivales de cine pero en las cosas que importan siguen igual de rascas. Es por eso que a nadie le preocupan cosas como que los niños de los colegios municipales de Chilistán apenas contestaron correctamente el 8% de las preguntas de la última PSU de matemáticas. Tal cual. El 8%. Es decir, 5,7 respuestas buenas de un total de 70. En otras palabras, los pendejos son más tontos que nunca pero por lo menos ya no toman en la calle.


En fin, que Chilistán siempre va a dar que hablar y no veo por qué Ñuñoa no pueda ser material para una novela. Si quisiera leer historias de gente que se cree parte de una aristocracia o una elite intelectual, prefiero comprarme un libro de autores nuevos como Keith Gessen o Benjamin Kunkel, ambientados en medios donde autoproclamarse de "elite" suena un poco menos ridículo. Al menos es mejor que seguir fomentando el voyerismo arribista tan típico de Chilistán, pajeándose con la vida de gente que estudió en colegios religiosos con nombres arcanos en que pagas para que un inadecuado sexual les llene la cabeza con supercherías de película de Charlton Heston. Chilistán es el único país de occidente donde la gente todavía cree que madrasas como el St. George y similares no sólo son garantías de buena educación, sino más encima van a hacer a tus hijos más inteligentes y rubios.


Es una lástima ver a tanto "colega" trabajando como maestro chasquilla del palabreo y yendo de pega en pega. Creo que siempre supimos que esa era la realidad y tal vez nuestra estadía prolongada en la universidad se explique por el deseo inconsciente de postergar lo inevitable. Por otro lado, el que fuéramos unos pajeros de mierda me parece una tesis más plausible. Más que el tipo de trabajo o para quién trabaje, me interesa trabajar poco. Es por eso que llego todos los días 15 minutos atrasado y, para compensar, me voy a la casa 15 minutos más temprano. Trabajar es un asco por donde lo mires y mi fórmula para elegir pega es "menos trabajo por más plata". La misión, los principios y la historia de la compañía me la pueden mandar por email y todos nos ahorramos la lata.


Ser buen empleado tiene tanta validez como las estrellitas que te ponía la tía del jardín infantil en el dorso de la mano. La gente que se "pone la camiseta" de la empresa o se levanta a trabajar por gusto es intrínsecamente despreciable. Es por eso que, más que la separación Iglesia-Estado, me gustaría ver una separación de empresas como D&S y Wal-Mart o por último que se separaran la "D" de la "S", a ver si por fin tenemos una cadena de supermercados menos chucheta, con 500 sindicatos de empleados de dos miembros cada uno y negociaciones colectivas en que los logros se miden por el tamaño del canasto de productos que le regalan a los trabajadores a fin de año.


Trabajar duro por una falsa sensación de autoestima es el equivalente a haber corrido toda la cancha y, cuando llegaste a la línea de fondo, tirar un centro como las huevas de malo. Nadie se va a acordar de tu ética de trabajo cuando vayas a tirar currículum para una pega de Viejo Pascuero en Falabella y te digan que vuelvas después de pascua. En mi opinión, la única diferencia entre estar empleado y desempleado es que en una te pagan por sacar la vuelta y en la otra no.


De hecho, te propongo que no hablemos más de trabajo. Me pagan por estar físicamente en una oficina ocho horas al día. Lo que pasa dentro de mi cabeza es cosa mía y si me quieren pagar por dedicarle tiempo mental al trabajo, eso vale extra. Es como poner un aviso en horario "prime". Para venir a la oficina, me visto con camisa y pantalón en vez de calzoncillos y camisetas manchadas con pizza. ¿Qué más quieren?

Volviendo a temas más agradables, yo digo que escribas algo de todas maneras. ¿Qué es lo peor que puede pasar?


Un abrazo,

GB.