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sábado, 7 de febrero de 2009

episcolario, la situación política

Andrés:

Recuerdo de niño cómo mi padre decía no ver televisión chilistaní porque le daba "rabia". Yo pensaba que era una postura algo esnob, pero con los años lo entiendo mejor que nunca. No se trata de esa actitud afectada y preparada para responder una encuesta tipo, "No veo mucha televisión, pero si tengo que hacerlo, entonces sintonizo el Discovery Channel o algún documental de la BBC". Mi padre, pese a ser una de las personas más ilustradas que conozco, veía y se desternillaba de la risa con Bugs Bunny o los Tres Chiflados. Incluso me acuerdo que se reía con esos sketches de Andrés Rillón y Julio Jung de los ochenta. Es decir, no era una actitud pedante o ese ludismo al cuete de los pelmazos que descartan la tele como si eso los hiciera más inteligentes. Era más bien la incomprensión de alguien que creció en una época en que el cretinismo no era la moneda de cambio de Chilistán y la gente leía novelitas de vaqueros y Corín Tellado en las micros en vez de meterse el dedo a la nariz, mirar por la ventana y jugar con el celular. Es ese pavor de ver cómo Chilistán iba (y continúa) en una espiral descendiente de estupidez, tocando fondo y doble fondo, sensación nauseabunda que comparto con casi toda la gente que conozco que creció durante los ochenta (y que pensaba ilusamente que los noventa no podían ser peores y luego que en el siglo 21 algún cambio astrológico podría frenar la debacle).

En Chilistán, los "humoristas" todavía creen que un viejo chico disfrazado de niño y con pecas pintadas con scripto es algo sumamente chistoso. Más aún si el viejo pone voz de pito y le tira tallas de doble sentido a una vedette. Si eso no funciona, siempre está la opción de disfrazarse de mujer o "crear" un personaje homosexual que cuente tallas del tipo: "El otro día estaba cocinando y se me quemó el arroz". Lo peor de todo es que el público que ve esos programas se sigue riendo. Es lo que me pasó en mi última visita, cuando alguien me dijo que "tenía" que ver a un personaje llamado "la Rupertina". Pues bien, lo vi y desde entonces no he vuelto a hablar con el tipo que me la recomendó. Fueron otros veinte minutos de mi vida que nunca voy a recuperar y ni una noche con Angelina Jolie y Nicole Kidman haciendo lucha libre en bikini adentro de una piscina plástica con gelatina podrían compensarlo. Afortunadamente, la rutina del chistocillo duró poco. El problema es que después vinieron 15 minutos de Willy Sabor (¿no se había muerto?) disfrazado de Chapulín Colorado. El tipo corría de un lado a otro del estudio y se arrojaba sobre el público. Cada cierto tiempo, elegía a un pobre pelmazo de la audiencia y le tiraba los calzoncillos con la intención de sacárselos por encima del cinturón. Eso, por quince minutos. Quince. Minutos. Verlo me hizo sentir como el protagonista de La Naranja Mecánica en la escena que le abren los ojos a la fuerza y lo obligan a mirar escenas de violencia. Nunca más volví a sintonizar Mega, el canal donde todos los días es 1980.

Te cuento que sería el primero en comprar "Te pondría en cuatro, Constanza" de Andrés Almeida. Es más, iniciaría una campaña de cartas a los diarios para que lo incluyan en el Maletín Literario. Si quisiéramos hacerlo lectura obligatoria para los colegios, entonces habría que simplificar sus contenidos y quizás convertirlo en uno de esos libros que abres y se levantan figuritas de cartón en relieve. Si nos va bien, escribimos el guión y hacemos una película con Benjamín Vicuña como el joven ñuñoíno.

Antes de hacerse colocolino, Piñera consideró la idea de correr como senador por la Quinta Región. No recuerdo qué año fue, pero el tipo se hizo socio de Wanderers, comenzó a aparecerse en todos los partidos en Playa Ancha y hasta le prometió plata al loro para acompañar a la barra (y tras abortar su candidatura, no le pagó. Fuente: LUN.com). Finalmente, creo que la UDI lo bajó, la Alianza presentó a otro candidato y nunca más lo vieron en el estadio.

Creo que te he contado que ya no me gusta el fútbol y de hecho lo aborrezco. Como sabrás, mi deporte favorito por años ha sido ver a dos tipos pegarse adentro de una jaula. Cuando lo practiqué fui la persona más feliz del mundo y todavía gozo los fines de semana cuando viajo a algún pueblito perdido en el sur a ver las benditas peleas (este sábado me toca ir a Winchester, Virginia. El nombre lo dice todo). ¿A qué viene este preludio? A que no es por atacar y muchísimo menos por dármelas de hincha de la Católica (club que debiera indemnizarme por los años que perdí yendo a verlos jugar), pero la mejor indicación que el fútbol chilistaní es una porquería es que los dueños de la U son de la UDI y el dueño de Colo Colo es de la Católica (porque también es socio de la UC de toda la vida, supongo que por si no le resultan sus proyectos políticos y decide tirarse a alcalde por Vitacura o crear un movimiento separatista en La Dehesa). Todos los equipos son una burla y aún más despreciable es la pléyade de cretinos que teorizan sobre partidos picantes, las pasadas a segunda ronda de la Libertadores por la regla chanta del "gol de visita", las concentraciones en que los jugadores se tiran mortadela en la cara, el técnico (Markarián, de la U) que acaba de declarar que los jugadores mexicanos son mejores que los chilenos por motivos genéticos (comentario que en Europa le habría costado al menos una multa, pero que en Chilistán pasa piola) y la demás colección de estupideces por las que se desvive cada vez menos gente (¿sabías que el año pasado fue más público al cine a ver películas chilistaníes que personas al estadio?).

Ya que estás hablando de Los Simpsons, la conversión de Piñera me recuerda al capítulo en que Homero se vuelve fanático del equipo de baseball de Springfield, los Isótopos. Tradicionalmente malos, se pegan un rajazo y ganan un campeonato. Kent Brockman lleva cámaras al bar de Moe para entrevistar a los comensales y Homero declara que los Isótopos son unos "babosos". Brockman replica que acaban de ganar el título y acto seguido aparece Homero con el uniforme completo y una de esas manos de espuma gigantes, llorando frente a las cámaras y declarando que apoyó a los Isótopos desde un principio.

Un periodista gringo de comienzos de siglo, Henry Mencken, decía que había una sola forma de mirar a los políticos: hacia abajo. No soy de los que cree "que los políticos son todos ladrones", "a los periodistas sólo les interesa el cahuín" y todas esas perlas de sabiduría de taxista chilistaní. Sin embargo, ni uno de los dos candidatos me mueve un pelo y sus coaliciones políticas me parecen igual de repugnantes que hace 20 años atrás.

Por cierto, asumo que sólo son dos candidatos y no cuento a otros como el ecologista de La Reina, los estalinistas que regalan el voto en la segunda vuelta, el millonario que creó su propio partido con blog incluido y todavía se cree gurú de la informática, o el colorín odioso que se metió a un partido fundado por nazis (y nazis chilistaníes, más encima).

Es cierto que sería miserable tener en el poder a gente como ese guatón que se hizo famoso por zamarrear a un diputado y autodesignarse "guardaespaldas" de Pin8. Ya me lo imagino dando declaraciones sobre temas como la píldora del día después en circunstancias que nunca ha tenido una relación sexual con una mujer sin que le tiren Paralyzer en la cara. Se presentarían proyectos para privatizar las veredas y tendríamos que andar con un "tag" en el culo. Comenzaría una nueva era de "flexibilidad laboral" que daría paso a la "elasticidad laboral" o cuánto se puede abrir de piernas un trabajador antes de desgarrarse. Los lomos de toro tendrían auspiciadores y se autorizaría a las casas comerciales a prestarles plata a menores de edad.

En fin, pese a lo siniestro del prospecto, tampoco me van a engatusar con supuestos males menores que no tienen nada de menores y no voy a votar por fantoches en versión 2.0 que sólo en un país como Chilistán son reelectos. Es como ponerse uno de esos anteojos de plástico con nariz y bigote y decirle a todo el mundo que eres otra persona (y, obviamente, los chilistaníes huevones lo creen y se ponen en fila para votar). Nunca me he inscrito en los registros electorales y dudo que lo haga alguna vez. Sólo he votado en elecciones sindicales y, por supuesto, por nuestra lista las dos veces que intentamos hacernos del poder por medios democráticos en una coalición amplia que abarcaba desde democratacristianos rebeldes hasta rastafaris albinos y sionistas.

Admiro tu presciencia al apuntarle al candidato de la Concertación. Jamás me lo hubiera imaginado y eso que nunca le tuve fe a esa generación de recambio (los Orrego, Girardi, Toa, Rossi, ad nauseam) que probó ser el equivalente político de los Lukas Tudor, Sandro Navarrete y Camilo Pino. No sé, hasta imaginaba la posibilidad de Mr. Ego volviendo triunfal antes que una segunda candidatura de Frei. Afortunadamente, su sueño de ser recibido con alfombra roja, alabanzas, sacrificios humanos y, por supuesto, cero primarias, no se materializó. El problema es que ahora tenemos a Frei. Seguiría explayándome pero es viernes. Un gran abrazo.

-GB.

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