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jueves, 11 de diciembre de 2008

trilogía de una tarde de calor

pesadumbre
que alguien me explique
la existencia lógica de este sonido sordo
que vibra ininteligible entre mis costillas.

esta estridencia vacía y huera
esta pesadumbre de mala siesta
esta mordedura insecta y nocturna

la palabra yerma lanzada
a borbotones o escupitajos
como secreción purulenta

este desierto sin nostalgia
este escondrijo de nada
este llanto sin lágrimas

que alguien me explique
esta tarde de calor
con el televisor de fondo

esta rabia muda
esta caída libre
este estrépito
final
de mi cabeza


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mansedumbre
sentado en una piedra, en un paraje seco, en una bifurcación de caminos un viejo acabado inventa aforismos.

afanoso, el viejo escupe las reglas que dicta su sabiduría.

lo sabe, pero lo niega, toda ésta se reduce a tres puntos en el paréntesis entre nacer y morir.

no lo acepta, aleteando contra el olvido, restañando placeres y glorias pasadas, como si se estuviera haciendo una gran paja.

temeroso, garrapatea palabras, que no van más allá de un blabla a veces doctoral, a veces emotivo, a veces severo, a veces comprensivo, e incluso a veces propio, que indefectiblemente se va borrando de un papel cada vez más roñoso.

el polvo del camino lo convierte en pieza arqueológica menor, y su atrás se comienza a contar en milenios. Es como un trilobite fósil que dará cuenta –a quien lo encuentre– de un pasado cretásico, jurásico o del muy atrás que corresponda, que al caso de este viejo en particular corresponde al siglo XX de la era cristiana, o Iº o IIº de la postcristiana.

el sol se pone, el paisaje desaparece, el viejo se marcha, regresando, siempre regresando.


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servidumbre
siempre con códigos de un siglo atrás, no había caso, avanzaba circunbirúmbicamente, hasta diría barrocamente, en el eje del bien y el mal y a través de todos los rococós de pliegues que hay entre un punto y otro, los que al final se encuentran tan cercanos, como en un arabesco.

vibraba, es cierto, pero no encendía. explicaba, es cierto, pero no convencía

con las anteojeras puestas no veía hacia el lado, sino adelante, siempre adelante, sin saber que el ojete del poto del caballo apuntaba a la verbigracia. ésta, cruel madama, inhallable en cierto sentido, disfrutaba de los palos de ciego, queriendo ver un niño y su piñata, donde sólo había dolor y desesperación.

exhausto, mandó a la porra toda su empresa y se puso a componer versos lacívos y protervos, latinajos en deshuso, pero propios para sublimar acciones masturbatorias impropias. entre las imágenes compuestas, beldades actuadamente virginales levantaban sus colas ofreciendo labios jóvenes velados a penas por ropajes de seda clásicos, en parajes agrestes con columpios enjaezados con flores. sufiente para eyacular, pero en lo absoluto memorable, su obra fue apartada como se hace con el objeto de un desliz. hay pornografía dura más artística que este bodrio, se dijo.

inclemente consigo mismo, gritó y gritó, acrecentando el absurdo, como para rellenar lo que restaba de aquellas horas libres en que iba a ser él mismo.

1 comentario:

L Mery dijo...

me gusto "pesadumbre".
q es trilobite? nada q ver, pero lo leo y se me viene a la cabeza la "imagen" de tres millones de bytes... aunque los bytes no se vean.