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jueves, 3 de abril de 2008

rage

En la República Fundamentalista de Chilistán –tal como bautizara mi amigo Chalo a "esta larga y angosta faja de mierda" (cito, porquer siempre me pide derechos de autor)– un tribunal de iluminatti acaba de decidir que decidirá en adelante por todas las mujeres del país, respecto de lo que pase con sus úteros.

El cristazo que justifican tamaña medida: la píldora del día después puede llegar a ser abortiva.

Me cago. No me dan ganas de discutir cientificadas, que si la vida comienza cuando te echas un polvo o cuando se biparte la célula que forma dos espermios, o cuando el feto tiene ojos. Blablabla. Me importa un pico.

Las preguntas que hay que hacerse son derechamente respecto de la legitimidad del aborto ¿una mujer que se hace uno merece ir presa? Según la manga de beatos que secuestran este país, sí, es una criminal equivalente a un asesino. Según yo y –según creo– cualquier persona con un mínimo de sentido común, eso es del todo absurdo. Ya es suficiente castigo pasar por eso. O sea, es obvio que hay que despenalizarlo, pero sigue imperando el control mental que hace que hasta el ciudadano más razonable y laico reaccione como si hubiese visto al demonio cada vez que se dice "aborto".

Aborto, aborto, aborto, aborto,
aborto, aborto, aborto, aborto, aborto, aborto, aborto, aborto, aborto, aborto, aborto, aborto, aborto, aborto, aborto, aborto, aborto, aborto, aborto, aborto, aborto, aborto, aborto, aborto, aborto, aborto, aborto, aborto, aborto, aborto, aborto, aborto, aborto.

A cada rato, todos los días se practica uno, no porque estemos en crisis moral, sino porque es imposible tener más hijos en las condiciones actuales, y no existe una política pública que promueva en la cantidad y calidad necesaria la educación sexual y los sistemas de contracepción.

Aunque cliché, es verdad que nadie quiere hacerse un aborto, pero sin la pastilla esa, para muchas no va a quedar otra.

Imbéciles y mojigatos, no van a lograr cerrarle las piernas a nadie, porque sexo siempre ha habido y va a haber, en horabuena. Y abortos también, porque –pese a la moral imperante– nadie en su sano juicio permite que se le sojuzgue el cuerpo a partir de las consideraciones que curas sexualmente obsesos conjuran para hacer sostenible su castidad... o para mitigar su culpa, su maldita culpa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

FANTÁSTICO