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sábado, 9 de mayo de 2009

Episcolario: Blue Oceans







Don,

Me parece una excelente idea crear la Subgerencia de Gestión de la Felicidad en el Citizen, y así encubrir el hecho de que quienes participan del medio no reciben emolumento alguno (algo de lo que te hablaré más adelante), sino puras gratificaciones intangibles.

Creo además tener suficientes elementos como para colegir de dónde vienen estas geniales ideas: los libros de autoayuda empresariales, cuyos máximos distintivo son estar escritos como si la gente fuera tonta (por algo hay títulos como "Ganar sin competir), presentar al autor como un tipo igual de tonto pero que viene de vuelta (el esquema gurú que asegura conferencias, porque de la venta de libros no vive nadie) y ser ilustrados con personajes siempre más altos, bellos y felices trabajando en lugares estimulantes (el mono newyorker) que las personas de verdad y sus sucuchos (Hermosilla, Quintanilla y la señorita Ástrid). De hecho estuve pensando seriamente que ambos deberíamos hacer un joint venture y ponernos a escribir como locos asuntos así, con el mero propósito de llenarnos de plata, pero me he refrenado, porque creo que no tenemos derecho a aprovecharnos de la ignorancia con asuntos tan perniciosos.

De hecho, creo que es tan pernicioso este tipo de literatura –que ahora viene en los suplementos de los diarios, como para que un subgerentucho lo ponga arriba de su escritorio y todos piensen que se capacita– que ya ha llegado a influir la política chilistaní. Si tú te fijas, el equipo programático de Frei se llama "Océanos Azules". Todos sabemos lo inapropiada que es la poesía cuando está fuera de lugar y de contexto, y también sabemos lo poco dados a ese arte que son los políticos, en especial los decé, así que es de sospechar que el nombre refiere al universo literario empresarial, de procedencia gringa, por supuesto. Tal cual, "Blue Oceans" es el título de un libro que llama a los emprendedores con espíritu joven (Frei 2.0), a abandonar los "Red Oceans", que es dónde la competencia es feroz, el pez grande se come al pequeño y las aguas se tiñen de sangre, para ir océano adentro, hacia lo infinito y lo ignoto... blablablá... donde están las máximas rentabilidades.

No creas que el Citizen es inmune a este tipo de literatura. Como habrás comprobado, el sitio tiene auspicios google, los que ya han redituado la pingüe cifra de 1,91 dólares en poco menos de un mes. Eso es lo que vale para el mercado todo lo que hemos escrito para aproximadamente 75 pelagatos que nos visitan diariamente.

Averiguando por ahí, caché que todos los supuestos democratizadores de internet son una falacia mayúscula, pues es un Red Ocean con cuática, donde prima un gran tiburón: Google. Por cada dólar que esta empresa me paga por atraer incautos, se queda con 6. Además es imposible competirle, por ejemplo, buscando publicidad directa, pues sus complejos algoritmos manejan una cantidad de información monstruosa que te dejan a tí, a mí y a cualquiera como un pitecantropo frente a la naturaleza.

Es tan omniciente Google, que hasta nos lee los correos electrónicos, y según lo que escribimos privadamente nos envía publicidad relacionada.
Por ejemplo, si te cuento –vía Gmail– que me interesaría darle un salto de diseño al Citizen, me aparecen réclames de empresas que ofrecen diseño gráfico. A mí eso me da escalofríos. Qué pasaría si las predicciones del doctor Girardi son ciertas y la gripe porcina termina siendo peor que la historia de Resident Evil, y la humanidad se ve confrontada a la posibilidad de su eliminación, crees que los dueños de Google no van a usar su omniciencia para sobrevivir y sacar partido del armagedón. Google tiene por eslógan "Don't be evil", como para apaciguar a todos quienes adscribimos a la teoría de la sospecha (pregunta en mi examen de grado que no supe: nota 4), pero ya en los Juegos Olímpicos de Beijing la multinacional aceptó que el Gobierno chino censure usando su plataforma, con tal de ingresar a ese gigantesco mercado.

Perdona si notas en mis palabras un tono de paranoia y suspicacia propio de los "infoadictos" (eufemismo para decir giles sin vida propia), pero ahora último por razones de pega y por las llamadas constantes de mi madre suplicándome que me vacune, he tenido que someterme a la sobreabundancia de información sobre la ex gripe porcina, hoy AH1N1Z45B12, 63cX prima. En síntesis, mi hipótesis es que la industria pecuaria tiene al mundo en constante amenaza por zoonosis varias ligadas a la producción industrial de carne (vacas locas, gripe aviar y la de moda), pero por alguna razón que no he podido averiguar, esta arista se acalla. Sólo como antecedente, todo el quilombo partió en la ciudad de Veracruz, en un barrio donde se encuentra la porqueriza Carrol, que fuera de tener a sus habitantes con mascarilla de antes que se declarara la pandemia por la fetidez, se presentaron inusales enfermedades respiratorias. De ahí provienen los primeros casos de gripe porcina, pero poco o nada se sabe. Por ultimo, hace unos días el director de zoonosis de la OMS dijo que no se sabía si el virus de la gripe podía sobrevivir a la congelación de la carne de cerdo, pero inmediatamente su jefazo de la OMS (un japonés), la FAO y la OIE (la OMS veterinaria) saltaron para jurar de guata que no pasa nada. En fin, te tendré informado.

Bueno, estas son las secuelas de volver a la periodistez, lo que conlleva el riesgo de depositar la energía en un mundo incomprensible, ancho y ajeno, abandonando las prácticas que me tenían tan feliz, que se expresaban con delicadeza en este blog, el japines, al que vuelvo a ver y sentir aprecio. No es que esté disconforme con lo que ha pasado con El Citizen, que –sin modestia– creo se está convirtiendo en una cosa muy entretenida e interesante, aunque sea un hecho incontrastable que segurirá en el ámbito de lo amateur, a menos que ocurra algo totalmente inesperado, como que Obama diga a la prensa ser un fiel seguidor, pero había un antes más bucólico que comienzo a extrañar.

Al menos el Citizen me ha hecho reconciliarme con el oficio periodístico al demostrar que no se requiere ser tonto para ejercerlo. Cuando el Citizen cumpla dos meses redactaré una editorial al respecto. Y a propósito de japines y el Citizen, tal vez deberíamos evaluar la posibilidad de crear Citizen Books, inaugurando la sucursal del conglomerado (que ya agrupa a El Citizen Almeida, la revista diaria, Citizen Intelligence, ciencia e intuición, Citizen Quality Intelligence, estudios intrascendentes, Citizen Cultura y Citizen Gestión de la Felicidad) con un libro que contenga lo mejorcito de El Episcolario. Lo podríamos vender puerta a puerta.

Lo último. Respecto a ese viaje a Maitencillo, sólo quería recordar cómo de pronto nos transformamos en personajes de los hermanos Cohen. Eramos una versión filmada por Marco Enríquez Ominami de El Gran Leboski, lo que de por sí da como para elaborar un guión acogible por esos filmmakers, pero me niego a hablar al respecto hasta que Memo no haga su estreno acá, en japines, o en el Citizen.

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