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viernes, 15 de mayo de 2009
Episcolario: La maldición de moctezuma
sábado, 9 de mayo de 2009
Episcolario: Blue Oceans
Don,
Me parece una excelente idea crear la Subgerencia de Gestión de la Felicidad en el Citizen, y así encubrir el hecho de que quienes participan del medio no reciben emolumento alguno (algo de lo que te hablaré más adelante), sino puras gratificaciones intangibles.
Creo además tener suficientes elementos como para colegir de dónde vienen estas geniales ideas: los libros de autoayuda empresariales, cuyos máximos distintivo son estar escritos como si la gente fuera tonta (por algo hay títulos como "Ganar sin competir), presentar al autor como un tipo igual de tonto pero que viene de vuelta (el esquema gurú que asegura conferencias, porque de la venta de libros no vive nadie) y ser ilustrados con personajes siempre más altos, bellos y felices trabajando en lugares estimulantes (el mono newyorker) que las personas de verdad y sus sucuchos (Hermosilla, Quintanilla y la señorita Ástrid). De hecho estuve pensando seriamente que ambos deberíamos hacer un joint venture y ponernos a escribir como locos asuntos así, con el mero propósito de llenarnos de plata, pero me he refrenado, porque creo que no tenemos derecho a aprovecharnos de la ignorancia con asuntos tan perniciosos.
De hecho, creo que es tan pernicioso este tipo de literatura –que ahora viene en los suplementos de los diarios, como para que un subgerentucho lo ponga arriba de su escritorio y todos piensen que se capacita– que ya ha llegado a influir la política chilistaní. Si tú te fijas, el equipo programático de Frei se llama "Océanos Azules". Todos sabemos lo inapropiada que es la poesía cuando está fuera de lugar y de contexto, y también sabemos lo poco dados a ese arte que son los políticos, en especial los decé, así que es de sospechar que el nombre refiere al universo literario empresarial, de procedencia gringa, por supuesto. Tal cual, "Blue Oceans" es el título de un libro que llama a los emprendedores con espíritu joven (Frei 2.0), a abandonar los "Red Oceans", que es dónde la competencia es feroz, el pez grande se come al pequeño y las aguas se tiñen de sangre, para ir océano adentro, hacia lo infinito y lo ignoto... blablablá... donde están las máximas rentabilidades.
No creas que el Citizen es inmune a este tipo de literatura. Como habrás comprobado, el sitio tiene auspicios google, los que ya han redituado la pingüe cifra de 1,91 dólares en poco menos de un mes. Eso es lo que vale para el mercado todo lo que hemos escrito para aproximadamente 75 pelagatos que nos visitan diariamente.
Averiguando por ahí, caché que todos los supuestos democratizadores de internet son una falacia mayúscula, pues es un Red Ocean con cuática, donde prima un gran tiburón: Google. Por cada dólar que esta empresa me paga por atraer incautos, se queda con 6. Además es imposible competirle, por ejemplo, buscando publicidad directa, pues sus complejos algoritmos manejan una cantidad de información monstruosa que te dejan a tí, a mí y a cualquiera como un pitecantropo frente a la naturaleza.
Es tan omniciente Google, que hasta nos lee los correos electrónicos, y según lo que escribimos privadamente nos envía publicidad relacionada. Por ejemplo, si te cuento –vía Gmail– que me interesaría darle un salto de diseño al Citizen, me aparecen réclames de empresas que ofrecen diseño gráfico. A mí eso me da escalofríos. Qué pasaría si las predicciones del doctor Girardi son ciertas y la gripe porcina termina siendo peor que la historia de Resident Evil, y la humanidad se ve confrontada a la posibilidad de su eliminación, crees que los dueños de Google no van a usar su omniciencia para sobrevivir y sacar partido del armagedón. Google tiene por eslógan "Don't be evil", como para apaciguar a todos quienes adscribimos a la teoría de la sospecha (pregunta en mi examen de grado que no supe: nota 4), pero ya en los Juegos Olímpicos de Beijing la multinacional aceptó que el Gobierno chino censure usando su plataforma, con tal de ingresar a ese gigantesco mercado.
Perdona si notas en mis palabras un tono de paranoia y suspicacia propio de los "infoadictos" (eufemismo para decir giles sin vida propia), pero ahora último por razones de pega y por las llamadas constantes de mi madre suplicándome que me vacune, he tenido que someterme a la sobreabundancia de información sobre la ex gripe porcina, hoy AH1N1Z45B12, 63cX prima. En síntesis, mi hipótesis es que la industria pecuaria tiene al mundo en constante amenaza por zoonosis varias ligadas a la producción industrial de carne (vacas locas, gripe aviar y la de moda), pero por alguna razón que no he podido averiguar, esta arista se acalla. Sólo como antecedente, todo el quilombo partió en la ciudad de Veracruz, en un barrio donde se encuentra la porqueriza Carrol, que fuera de tener a sus habitantes con mascarilla de antes que se declarara la pandemia por la fetidez, se presentaron inusales enfermedades respiratorias. De ahí provienen los primeros casos de gripe porcina, pero poco o nada se sabe. Por ultimo, hace unos días el director de zoonosis de la OMS dijo que no se sabía si el virus de la gripe podía sobrevivir a la congelación de la carne de cerdo, pero inmediatamente su jefazo de la OMS (un japonés), la FAO y la OIE (la OMS veterinaria) saltaron para jurar de guata que no pasa nada. En fin, te tendré informado.
Bueno, estas son las secuelas de volver a la periodistez, lo que conlleva el riesgo de depositar la energía en un mundo incomprensible, ancho y ajeno, abandonando las prácticas que me tenían tan feliz, que se expresaban con delicadeza en este blog, el japines, al que vuelvo a ver y sentir aprecio. No es que esté disconforme con lo que ha pasado con El Citizen, que –sin modestia– creo se está convirtiendo en una cosa muy entretenida e interesante, aunque sea un hecho incontrastable que segurirá en el ámbito de lo amateur, a menos que ocurra algo totalmente inesperado, como que Obama diga a la prensa ser un fiel seguidor, pero había un antes más bucólico que comienzo a extrañar.
Al menos el Citizen me ha hecho reconciliarme con el oficio periodístico al demostrar que no se requiere ser tonto para ejercerlo. Cuando el Citizen cumpla dos meses redactaré una editorial al respecto. Y a propósito de japines y el Citizen, tal vez deberíamos evaluar la posibilidad de crear Citizen Books, inaugurando la sucursal del conglomerado (que ya agrupa a El Citizen Almeida, la revista diaria, Citizen Intelligence, ciencia e intuición, Citizen Quality Intelligence, estudios intrascendentes, Citizen Cultura y Citizen Gestión de la Felicidad) con un libro que contenga lo mejorcito de El Episcolario. Lo podríamos vender puerta a puerta.
Lo último. Respecto a ese viaje a Maitencillo, sólo quería recordar cómo de pronto nos transformamos en personajes de los hermanos Cohen. Eramos una versión filmada por Marco Enríquez Ominami de El Gran Leboski, lo que de por sí da como para elaborar un guión acogible por esos filmmakers, pero me niego a hablar al respecto hasta que Memo no haga su estreno acá, en japines, o en el Citizen.
Episcolario: Subgerencia de Gestión de Felicidad
Por cierto, no es la primera vez que diste pauta para Tolerancia Cero. Cuando fuimos cobardemente atacados por una horda de pastabaseros a vista y paciencia de Carabineros de la nación y una camioneta de seguridad de Ñuñoa, recuerdo que el caso también se discutió en el programa. Ilusamente quisimos dejar una constancia en la comisaría pero nos atendió un símil del jefe Gorgory que estaba más interesado en completar su crucigrama. Fue una situación similar a ese capítulo de Los Simpsons en que Homero acude a la policía a denunciar que alguien está tratando de matarlo. Naturalmente, Gorgory no le cree y le responde: “No se preocupe, lo voy a anotar en mi máquina de escribir invisible” y hace un gesto de estar tecleando en el aire. En fin, pese a que invocar a Los Simpsons ya es majadero, es inevitable no recordarlos ante estas situaciones de chilistanismo puro.
En esa época de inocencia, también creía en la cantinela que “las instituciones funcionan”, frase que repetía nuestro querido ex - Presidente ególatra, el único mandatario de Chilistán que, en tus palabras, “se corre la paja pensando en sí mismo”. Ilusamente mandé una carta al diario pensando que al relatar nuestro infortunio generaríamos un debate sobre seguridad ciudadana. Mi idea también era destacar cómo cada vez que se produce una ola de histeria por la supuesta criminalidad rampante de Chilistán, las autoridades anuncian la salida “a la calle” de miles de nuevos “efectivos”, lo que sin embargo no se traduce en menos crímenes sino en más partes por velocidad y hostigamiento sistemático a la última minoría que carece de protecciones jurídicas en esta república prohibicionista: los curados. La carta, por cierto, jamás fue publicada.
Hablando de misivas a nuestros prestigiosos matutinos, últimamente he tenido suerte colocando mis reclamos en el diario. He llegado a pensar que junto con este episcolario, las páginas de cartas son mi último foro para desahogarme. Ante una esposa que con toda razón está aburrida de oírme reclamar por todo y viviendo en un país donde los gringos que me escuchan quejarme probablemente piensan, “¿Qué le pasa a este mexicano? Seguramente se le venció el permiso de trabajo”, me he quedado sin opciones. He pensado en bajar de una vez los kilos que he ganado en mi patria adoptiva y volver a hacer “vale todo”, pero el problema es que ahora estaría peleando con pendejos 10 o 15 años menores que mí. Por lo demás, en este país ni siquiera soy más alto o pesado que el promedio como para abusar de eso. Al igual que Lily Pérez, “estoy hecho un huracán”, pero reprimido.
No te lo dije a tiempo, pero me gustó mucho tu comentario sobre el Día del Trabajo en el Citizen. Ayer leía en El Mercurio una entrevista a la, toma asiento y afírmate la guata, “subgerenta de gestión de felicidad del BancoEstado” y pensaba cómo el régimen laboral ha degenerado a tal punto que hay que inventar puestos de fantasía para que una burócrata instigue a la fuerza un mejor estado de ánimo entre sus empleaduchos. Es lo más siniestro que he escuchado en años. Por otro lado, tal vez sea uno de los primeros pasos en pos del “sinceramiento” y la tan de moda “transparencia” que está dando la administración pública. Reconocer que se necesita una dependencia para reforzar la felicidad de los asalariados, las ratas de cubículo y las maquiladoras de terno y corbata, me recuerda a esos tiempos más honestos en que a Defensa le llamábamos el ministerio de Guerra.
También he estado leyendo a G.K. Chesterton, nombre que hasta hace poco sólo me sugería el de una calle en Santiago, lugar donde me agarré con un guardia de seguridad durante mis años de juventud. Pese a ser católico recalcitrante, Chesterton era muy crítico del mal llamado “libre mercado” y pertenecía a ese grupo de la Iglesia que creía que la Rerum Novarum no fue sólo un ejercicio de relaciones públicas para quedar bien con todo el mundo.
Por el contrario, si ves a los católicos que participan en política hoy, es inevitable no recordar ese personaje de voz mamona que inventamos en aquel fatídico viaje a Maitencillo (tema para otro post). Me refiero a ese mamón DC que decía cosas como (en tono de voz ultra mamón): “De la derecha, me gusta la eficiencia; de la izquierda, me gusta la conciencia social”.
Chesterton hablaba de cómo el hecho que tengamos que trabajar para subsistir, por lo general para empresas en que no tenemos arte ni parte, es la base de lo que llamó el “Estado Servil”. Se trata de una amalgama siniestra de lo peor del capitalismo y el socialismo soviético, en que las empresas que concentran el mercado son tan poderosas que se salen con la suya y pagan lo mínimo, mientras que el Estado subsidia el resto con servicios igualmente mínimos. La forma en que lo describe me recuerda a la situación de miles de empeladuchos como uno, viviendo de sueldo a sueldo y a sabiendas que tu prosperidad no depende principalmente de ti, porque el dueño de la pelota te puede despedir cuando lo estime necesario (el famoso artículo 161 del Código del Trabajo que consagra la PLR por “necesidades de la empresa” y que un Congreso aparentemente pro-trabajador se ha negado sistemáticamente a modificar). Lo peor de todo es que en términos de homogeneizar el pensamiento y las conductas (o hábitos de consumo), el liberalismo económico en versión chilistaní ha vuelto realidad todos los miedos acerca de la dictadura totalitaria marxista de la que supuestamente nos salvamos (y sabes que ésto no lo digo como fan de Allende). Todos compran las mismas cosas, se visten con la misma ropa, se distraen en las mismas partes y hasta ven los mismos programas en la tele. Por otro lado, el discurso de los Chicago Boys chilistaníes también se ha ido acomodando a la situación y mientras que en un principio hablaban de fomentar la libre empresa hoy defienden los monopolios y oligopolios como si siempre hubiese sido parte de la pomada que vendían y sólo nosotros, los económicamente iletrados humanistas, no la cachamos desde un principio.
En fin, cada vez que hablo de trabajo me vuelve a la mente esa imagen del spot de Josefina Correa hablándole a una masa de empleados de Líder uniformados con delantales blancos y me dan ganas de vivir en un bosque. A futuro, debiéramos crear una gerencia de Felicidad en el Citizen para canalizar estos arrebatos resentidos.
Un abrazo y estamos hablando,
GB.
sábado, 2 de mayo de 2009
Episcolario: todo sobre ese día
Don:
la memoria tiene la facultad de ser selectiva, pero la omisión de tan conotado evento del atropello se debe a que en dicha ocasión no hubo manipulación de las comunicaciones por mi parte, sino por el inefable matutino LUN.
Para despejar todas las dudas del caso, creo que es mejor un relato sincrónico de los sucesos:
Sábado (no sé el mes ni el año)
11:30 Por un milagro de esos que pasan de tanto en tanto, me desperté sin caña y antes de la tarde, por lo que decidí ir a practicar el milenario arte del kung fu en la Academia de los hermanos Toutin, el cual sigo practicando sin lograr superar el cinturon verde, precisamente por las mismas razones por las que fue raro ese sábado.
11:35 Iba montado en mi bicicleta, raudo por avenida Irarrázabal de oriente a poniente, por el bandejón central, y a la altura de Ángel Cruchaga, una micro que iba detrás de otra la adelantó en un movimiento rápido e imprevisto. El costado de dicho vehículo –a la altura de la cabina del chofer– me empujó el brazo derecho lo que me provocó la reacción de inclinarme con todo mi cuerpo sobre la carrocería de la micro, dándome unos 3 ó 4 sucesivos empellones con mi hombro. La micro terminó de sobrepasarme y caí a suelo como saco de papas, sobre la calle, y un auto frenó justo antes, a poco más de un metro. Me paré, me ví unos cuantos rasmillones y pelones, y la bicicleta inutilizable. Me fui a la vereda, y caché que la micro estaba detenida unos 100 metros más adelante. Tomé nota mental de la patente y me fui de vuelta a casa, a pata.
11:45 Llegué a casa, dejé la bicicleta y partí a la Comisaría de Los Guindos a estampar la denuncia.
13:00 Almorzando con mi familia conté del evento, ante lo cual Alejandro se indignó y me dijo que lo mencionaría en Tolerancia Cero. En ese entonces eran las vísperas del paro de microbuseros, Marinakis y secuaces, así que accedí si ayudaba a crear un clima en contra de esos mafiosos. Era el Gobierno de Lagos y nada hacía pensar que el Transantiago iba a ser lo que resultó.
Domingo
22:00 Se inició Tolerancia Cero, y en el "minuto feliz" Alejandro contó lo que sucedió, más o menos cómo sucedió, criticando en general las falencias del sistema de transportes: trabajo extenuente, carreras irresponsables, atropellos, etc.
23:15 Me llamó mi amigo el Negro Morales, periodista de LUN, cuya principal característica es poseer una carcajada atronadora, quien me suplicó que dijera algo, cualquier cosa por el caso del atropello. Le dije que lo iba a pensar, porque típico que lo ponían en titular (era domingo y no había pasado nada interesente). Me dijo que no podía asegurarme que no fuera en titular (eufemismo para confesar que iba a ser titular), y que la nota iba igual, con o sin mi. Para tener algo de control de daños, le conté al infeliz todo lo que pasó.
Lunes
10:00 Comenzó la seguidilla de llamadas para preguntar en qué hospital estaba. Extrañado, fui al kiosko de la esquina y vi el titular de LUN, que era algo así como un grito de venganza de Alejandro con el rostro descompuesto. La nota interior contaba lo que pasó, pero el titular era de terror. Ahí también, como tú, me inventé una especie de cuña a la que ponía play a cada lamada por teléfono para explicar qué sucedió y por qué los diarios hacían eso.
Miércoles
15:00 Después de persistentes llamadas por parte del Negro Morales, al fin accedí a que me tomaran una foto para seguir con la "noticia", asegurándome que era para darle a los microbuseros. A esa altura las autoridades de transportes y carabineros buscaban frenéticamente la micro con la patente que yo había registrado, pero resultaba que correspondía a una dada de baja en Temuco. Las alternativas eran o que yo me había equivocado, o que la micro de Temuco operaba tránsfuga en Santiago. Como estaba sobrio, me inclino por la segunda alternativa, porque además la máquina en cuestión era bien cacharrienta.
17:00 Me llamaron del Matinal del 13, porque querían entrevistarme por el asunto. Según la periodista, estaban haciendo una nota con los Furiosos Ciclistas, quienes planeaban hacer una cicletada de protesta. Me bajó la vanidad y accedí.
19:30 A la salida de Kung Fu, arte marcial al que atribuí que la micro no me pasara por arriba ni me arrojara a la pista contraria de Irarrázabal, me esperaba un fotógrafo, quien me retrató. Al otro día el mono fue en llamada de portada.
Jueves
07:00 Tras levantarme muuuuuy temprano, fui al lugar de los hechos, desde donde se despachó la nota. Luego de explicar con pelos y señales cómo fue el accidente, me pasaron a Iván Valenzuela que me preguntó algunas cosas que no recuerdo, pero como que iban con pillería y al Subsecretario de Transportes, a quien se le ocurrió decir que para estos casos había una línea 800. Ahí me piqué y le dije al Subse que ese teléfono pasaba ocupado, lo que era cierto porque cada vez que tenía un problema con las micros trataba de llamar y nunca pasaba nada.
13:00 Nuevo efluvio de llamadas para felicitarme por la entrevista. Pensé que ahí comenzaba mi carrera televisiva, pero como a las 23:00 de ese día, el caso comenzó a ingresar al olvido.
...
En fin, espero no tener que volver a dar explicaciones por este caso, y retomar nuestro habitual episcolario, el que se ha visto perjudicado –dicho sea de paso– por la bullente actividad de El Citizen, produciéndose seguramente un hurto de temas que ha mermado este intercambio.
Tal vez sea el momento de que ingrese –de una vez por todas– Memo a darle oxígeno a esta conversación y así evitamos que caiga en desuso. O la otra alternativa es que comentemos la trastienda de El Citizen y los pasos necesarios que hay que dar para consolidarlo, que ha sido de lo poco nuevo que tenemos por hablar, a menos que quieras contar otras cosas relevantes de tu vida personal, que no viene al caso mencionar públicamente sin tu aquiescencia.
Salú