¿el tiempo está en el reloj? ¿el recuerdo en el calendario? ¿la esperanza en el movimiento de los astros?
el planeta está a punto de dar una nueva vuelta al sol desde el día en que se nos ocurrió contar, y se viene una celebración de un nuevo rito circunsférico, vagamente pagano y agrario, extraviado en la luminiscencia del alumbrado público que tapa la luz de las estrellas (al menos los fuegos artificiales nos hacen mirar al cielo, aunque no lleguemos a ver la inmensidad de la bóveda celeste).
celebramos la forma circular, despidiendo los colores del círculo del 2007 y proyectando la línea punteada del 2008, en un doble juego de semidioses que transforman el pasado y dibujan el futuro.
así, esta noche es más presente que nunca, demiúrgica y festiva, pues en ella cosechamos y desechamos lo que nos place de lo acontecido y soñado, y sembramos –a veces y algunos– los nuevos frutos de las especies que podemos imaginar.
es un día en la que el recuerdo y el olvido se abandonan a los caprichos de la fiesta, amaneciendo ambos abrazados y desnudos en un espacio que ya no es su cama, sino la de la esperanza, quien al final decide lo que acaba y continúa, y del azar, que es un intruso imponderable.