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viernes, 10 de julio de 2009

Episcolario: intereses dispares









Andrés,

Comparto tu perplejidad respecto de tu nuevo status laboral. Me pasó lo mismo hace unos años, cuando declaré a quien quisiera escuchar que me retiraba del periodismo y no volvía a esclavizarme con la actualidad de un diario cual jubilado haciendo hora para que llegue su compañero de ajedrez. Juraba que de ahora en adelante la academia sería lo mío, pero dos años en una universidad gringa me convencieron de lo contrario. Pese a que sigo retirado de la profesión, mi trabajo me obliga a estar pendiente de todo y por lo tanto no puedo desintoxicarme de la prensa y vivir mi sueño de vivir aislado en mi casa, escribiendo desde mi refugio atómico subterráneo. Algún día me gustaría que me hicieran una intervención de esas que salen en la tele, donde entras al living y de sorpresa te encuentras con todos tus seres queridos mirándote con cara de preocupación. Ojalá me prohibieran seguir leyendo diarios y viendo canales de noticias, que a estas alturas es casi lo único que miro en la tele.

Una cosa que me imagino ha sido favorable es el flujo de caja. Ya hemos llorado bastante con eso de esclavizarse a un trabajo, pero siempre es bueno recordar que la vida de empleaducho suele tener un beneficio: no pensar en qué animal vas a tener que cazar mañana para parar la olla. Estoy leyendo un ensayo del economista alemán Werner Sombart acerca de por qué el socialismo nunca echó raíces en EE.UU y se detiene bastante en el hecho que los trabajadores gringos, al tener un estilo de vida relativamente más alto que el europeo, sencillamente se achancharon y nunca construyeron redes solidarias como las de los otrora ideologizados sindicatos de Europa. Naturalmente, hay miles de otros factores que refuerzan el fenómeno – el duopolio Demócrata-Republicano, la influencia de la frontera para atizar el desplazamiento geográfico de los trabajadores (y por ende la imposibilidad de crear comunidades arraigadas), el endiosamiento de la propiedad privada, las constantes oleadas migratorias que reforzaban las identidades étnicas en vez de las de clase, las luchas entre grupos étnicos avivadas desde la gerencia, etc. – pero siempre volvemos a cómo la aparente seguridad económica en una época de inseguridad absoluta nos termina domesticando y escondiendo al viejo yo criticón debajo de la alfombra.

Hablando de divisiones entre los trabajadores, el otro día me pasó algo curioso. Resulta que en mi trabajo ultra políticamente correcto, tenemos meses para homenajear todo: a la mujer, la comunidad homosexual, los hispanos, los asiáticos, etc. En este momento está terminando el mes del orgullo gay. Una de las actividades que organizaron fue una charla con una abogada acerca de la discriminación legal hacia las parejas homosexuales en asuntos como la jubilación, adopciones, herencias, etc. Todo se centraba en las maneras en que distintos estados han tratado de aprobar legislación para consagrar las “uniones civiles” (eufemismo para matrimonio homosexual y tema sobre el que Frei 2.0 está “abierto” a conversar pero no a hacer algo) y aminorar los efectos de una ley federal aprobada en los tiempos de Clinton (lo que confirma mi postura de no inscribirme jamás en registro electoral alguno) que define el matrimonio exclusivamente como la unión entre un hombre y una mujer. Una de las cosas interesantes de un gobierno federal es ver las diferencias regulatorias que se dan en un mismo país y cosas como que mientras Washington, DC se apresta a legalizar las uniones civiles, en Ohio la constitución del estado les prohíbe cualquier derecho como pareja. Más fascinante aún es ver cómo las organizaciones pro y anti matrimonio gay trabajan detrás de las sombras, forman coaliciones con otros grupos (inmigrantes, jubilados, etc.) para aprobar determinada legislación y en general consiguen logros en un ambiente dominado por las escaramuzas y la propaganda.

Pese a que, como sabrás, éste nunca ha sido un tema que me quite el sueño, sí me interesa ver cómo una sociedad que se compra tanto sus mitos mesiánicos de libertad y justicia y hasta hace poco se vanagloriaba de logros tan ridículos como haber “liberado” a las mujeres de Afganistán, le niega de forma tan rampante derechos a ciertos segmentos de su población. Algo que me llamó la atención fue que en el público solamente habíamos dos heterosexuales, evidencia del desinterés que genera el tema entre la gente pretendidamente progre de mi trabajo. No debiera sorprenderme, porque lo mismo ocurre durante los otros meses. A las actividades de los negros, va una mayoría de afroamericanos, a las de los asiáticos asiste una mayoría de orientales, etc. De todas formas, el trabajo no define a la gente y en general las personas, progres o no, son poco ideologizadas. Una vez terminada la charla de la abogada, una colega lesbiana se me acercó para agradecer mi asistencia. No supe qué contestarle. Yo no lo encuentro nada anormal y, como te dije, me sorprende más que otra gente que se dice progresista (no como yo), no sintiera curiosidad alguna por los problemas de sus compañeros de trabajo.

Pues bien, esa es la primera parte de mi historia. El segundo capítulo tuvo lugar la semana pasada, cuando mi sindicato tuvo una reunión de miembros. Uno de los temas en la agenda era el exigir mejor compensación para los empleados bilingües, ya que dado nuestro conocimiento de un segundo idioma terminamos haciendo más trabajo que los que solamente hablan inglés. A modo de ejemplo, mi pega es exactamente igual al de la demás gente en mi departamento, con la diferencia que dado que soy el único hispanoparlante, edito todas nuestras publicaciones en español. La propuesta fue escuchada pero encontró resistencia entre algunos de los asistentes. Uno de ellos era una afroamericana que justo la semana anterior había estado reclamando por las disparidades legales que impedían que su pareja (mujer) fuera carga en su isapre. Quedé para adentro. Uno de sus argumentos para oponerse a una mejor paga para los hispanoparlantes era que ella también hablaba un segundo idioma, el creole, que en este país solamente tiene presencia en Louisiana. Yo le dije que no teníamos ningún miembro que hablara creole y, por el contrario, tenemos cientos de miles de hispanoparlantes, los que aumentan día a día. Su respuesta fue que eso daba lo mismo. Si no es porque la discusión terminó por falta de tiempo, no sé en qué habría acabado. Todavía no puedo creer que por envidia o por esa pueblerina mediocridad gringa que se resiste a aprender un segundo idioma, una trabajadora supuestamente oprimida esté dispuesta a cagarse a sus propios colegas.

La pertenencia a un grupo étnico o el tener una determinada orientación sexual no te obliga a tener un solo tipo de ideas o simpatías políticas – de hecho, este fin de semana conocí a un homosexual que trabaja en el departamento de marketing de la Asociación Nacional del Rifle – pero en este caso la hipocresía me dio nauseas. Es como decir: “¡sí a los derechos de los homosexuales y los afroamericanos, pero a la mierda con esos espaldas mojadas que hablan idiomas raros!”. No lo entiendo y es más, me parece una nueva confirmación de todas mis ideas sobre el multiculturalismo y la neurosis identitaria.

Pero no nos pongamos tan densos. La vida en este manicomio me sigue tratando bien y veo que por tu parte Chilistán te agasaja de lo mejor, pese a que por el momento te veas abrumado por el trabajo. Toda la misantropía que a veces se respira en nuestros mensajes es preocupante, pero quiero creer que más bien obedece a que es más fácil criticar (me recuerda al slogan mamón de nuestros rivales electorales en la universidad) y que, asimismo, va a disminuir con el tiempo. El fin de semana vi la última película de Woody Allen y es precisamente una oda a la misantropía. Sus personajes principales suelen ser neuróticos y odiosos pero el de esta oportunidad es particularmente huraño.

Trata a todo el mundo de “gusano” o “zombi descerebrado”, incluyendo a los niños cuyas madres le pagan para enseñarles a jugar ajedrez. Espero que no lleguemos a ese nivel.

Lo poco prolífico se debe a varias cosas. Entre ellas, trabajo, flojera y los preparativos para la llegada del Mesías, lo que implica cambiarse a un departamento más grande. Hoy firmo contrato. La novela sigue estancada virtualmente donde mismo y es más, tuve el descaro de intentar lanzarme con otra. Escribí algo así como seis páginas antes de desinflarme. Creo que a estas alturas debiera dedicarme a escribir novelas de acción. Mi sueño es que me paguen por producir novelas de esas que se vendían en los quioscos hasta los años 80, cuando el chilistaní medio (y en general la gente en todo el mundo de habla hispana) leía algo más que las instrucciones para instalar la tele de 50 pulgadas y era capaz de escribir frases con vocales, sujeto y predicado en vez de mensajes de texto a través de un celular o, peor aún, Twitter, el enemigo número uno de lo que queda de civilización. Creo que sería una excelente forma de fomentar la lectura en estos tiempos. He conversado la idea con harta gente, incluyendo editores, pero en general me han tomado tan en serio como si les estuviera vendiendo una propuesta para esterilizar a la población a través del agua potable.

A Chilistán voy en septiembre y luego me repliego a esperar al primogénito, que arriba en diciembre. Espero que nos alcancemos a ver y tal vez tener por primera vez en la historia una reunión oficial del comité editorial del cuasi difunto Citizen.


Un abrazo,

GB.

domingo, 5 de julio de 2009

Episcolario: Sevillanadas










Estimados AA y GB:


Disculpe usted la demora, AA. Entre su correo y el post en japines me quedo satisfecho de noticias sobre su vida. Es curioso cómo en la distancia los gestos como el no responder un correo, o tardar en ello, reemplazan la relación en persona. Es como si le hubiera llamado para ir a tomar unos schopss y fuera la segunda vez que me dice "es que tengo un cumpleaños". Este no es el caso. Me doy por enterado de su situación contractual.

Debo reconocer que ando irritable o sensible, como si hubiese luna llena. Una luz parecida es la que me debe estar causando este estado de ansiedad: la pantalla del computador. Digamos que este reemplazo lumínico está cambiando mi condición de hombre lobo por la de hombre bobo. Presiento la llegada de la miopía o el astigmatismo gracias a HP y a Microsoft, que pese a todas las inversiones en innovación todavía no solucionan el que la luz del pc te atrofie la vista (tengo la sospecha de una colusión Microsoft-Place Vandome). Ahora entiendo porqué casi todos los profesores de universidad usan lentes. Llegué a pensar que era una seña de identidad. Como se pasan encerrados gran parte del tiempo, la soledad tiene cara de libro, pues, al ponerse lentes se daban un pequeño respiro social. Pero no. Es la luz. Aunque en muchos será un arrastre genético, o sea que hay profesores de sangre azul, la universidad les corre por las venas, otros deben pasar por el rito y perder (o ganar otra) visión.
Para ser más concreto, la tesina me tiene haciendo corto circuito. A veces me pregunto en qué carajo me metí. Pienso en los que me alentaron (entre esos usté, estimado AA) y me entran ganas de urdir algún plan de venganza. Después de respirar hondo y contar hasta diez, la paz es conmigo y comprendo que ningún tiempo es perdido y que estudiar al menos me permitirá sobrellevar la pobreza con sabiduría: no hay dinero para salir pero siempre estará en la repisa Guerra y paz en su edición de regalo de revista Vea... cuando llego a ese punto sigo trabajando, más bien para no pensar.

Y así en un bucle, un ir y venir del autoestima, el rencor, la esperanza y la ironía, que este último es para más remate mi tema de investigación. Porque (¡eureka!) hacer una investigación en humanidades en realidad es preguntarse "¿qué es lo que quiere escuchar el jurado?". Entonces te inventas una serie de relaciones teóricas entre pensadores destacados (de moda), creas el efecto de texto en diálogo, le pones una excusa llamada autor (poeta, novelista, pintor) y poco más, ya tienes una investigación académica. El problema aparece cuando sabes que ese plan tan simple supone doscientas páginas de relaciones lógicas legibles. Porque escribir incoherencias en la mitad y cubrir el principio y el final con algo inteligible ya no te asegura nada. Es más probable que entre los miembros del jurado haya algún lector avezado (con el umbral del dolor muy por sobre la media) capaz de revisar hoja por hoja tu triste tesina. Esto no es el exámen de grado de la licenciatura de periodismo en el que podías dar por hecho que con suerte llegarían a leer las dedicatorias de tu tesis. Y lo entiendo. ¿Para qué leerse eso? (la palabra tesis le queda grande). No. Una tesina doctoral al menos exige al profesor llegar al índice y a las conclusiones, pero como he dicho, siempre habrá un súper héroe.

Bueno, ¿pero qué te cuento a tí, AA, si eres ducho en los avatares académicos? Te viene de sangre (usas lentes de siempre), ya has ejercido de ayudante y llevas el recuerdo de alguna que otra investigación. Olvídalo, no te he contado nada.
Pero como este es un correo largo y ser feliz despierta envidias, te cuento alguna otra razón por la que la vida actualmente me pesa.

El calor veraniego en Sevilla es la imagen viva del infierno. No exagero. Se supone que a los escandinavos les venden el turismo en el sur de España por la luz y el sol. ¡Pero si es una calamidad! A la doce de la mañana, con treinta y cinco grados, hay que cerrar ventanas, bajar persianas y cortinas, para encender el aire acondicionado. A las tres de la tarde "afuera" es una entelequia. No anda ni dios, pero los guiris (gringos, alemanes, suecos, etc) disfrutan del exótico calor andaluz siendo pulverizados por la radiación solar.

Es el invierno del que huyen los daneses: oscuridad y máquinas que permiten la vida humana. Ni hablar de los días en que hay levante. Un viento que viene de África cargado de polvo en suspensión (del Sáhara) arrastrando un aire caliente que sube las temperaturas hasta los 45 grados o más. Dicen que esto siempre ha sido así, pero Greenpeace, siempre poniendo la nota de cordura, habla de la africanización de Andalucía (¿no se referirán a los miles de subsaharianos que llegan en pateras y están formando verdaderos campos de refugiados en las periferias?).

Debo reconocer que tardé en darme cuenta de lo insoportable que es todo esto. El poder de la mente es increíble: al principio era todo muy exótico y el aire acondicionado me parecía un lujo antiecológico e innecesario. Caminaba por las calles creyendo que reinvindicaba el uso del espacio público en contra de las máquinas que nos lo quitan. Es cierto que la sensación térmica es muy superior gracias al aire caliente con el que colaboran las miles de máquinas de aire acondicionado que funcionan en la ciudad (autos, buses, grandes tiendas, cada casa y depto.). Pero renuncio a mi llamado a ser San Manuel Bueno, mártir. Debo seguir viviendo para rescatar a la humanidad luego. Si muero ya no hay nada que hacer. Mientras escribo esto, la máquina, aparte de soplarme su fresco aire hidrogenado en la espalda, me susurra su traqueteo de aparato viejo y come-ahorros.

Conclusión: aparte del amor y la esperanza de un mundo mejor, pocas cosas me mantienen con vida.

De este modo me uno con modestia a esta serie de correspondencias entre prematuros jubilados incólumes. Aunque lamento la autoreferencia excesiva de ésta mi primera carta, espero estar a la altura de vuestras reflexiones hilarantes, agudas y apocalípticas (¿qué más se le puede pedir a una reflexión?) que he seguido hasta ahora con el silencio del peregrino que oye la voz guía de dos iracundos santiagos.

CCN (no CNN)

domingo, 28 de junio de 2009

Episcolario: escribir






Estimado,

Creo que estoy en condiciones de responder tu carta, sólo después de una larga cuarentena que decidí darle a esto de tecletear, al menos con propósitos menos instrumentales que los del oficio al que finalmente he vuelto, pese a todas mis invectivas.

Sí, volví a la periodistez, lo que comportó en lo inmediato el uso intensivo de las palabras y un cambio sustantivo en mi relación con ellas, a las que he tenido que someter a rutinas y esquemas, con el propósito de alcanzar estándares de producción industrial. Así, el escribir se me ha vuelto un ejercicio mecánico en el que abundan fórmulas tales como “si bien es cierto”, “tanto, en cuanto, como”, “de tal manera o de este modo” y todas esas expresiones que salen de una caja de herramientas diseñada para narrar sucesos que por muy novedosos que sean, responden a una pauta preestablecida desde tiempos remotos. Si hasta me imagino a los heraldos del imperio romano contanto los pormenores de la batalla en que Julio César derrotó a Pompeyo, tal y como lo hago yo con el tema del ingreso de Cuba a la OEA. Por eso, temía y temo que este retorno a japines resulte en ese tenor.

Lo peor de todo es que no supe cómo ni cuándo pasó, pues no logro identificar el momento mismo de la vuelta al oficio con la circunstancia exacta de sentarme por primera vez frente a un computador desconocido para producir lo que se me ha encomendado y por lo que se me paga. Supongo que tengo esa sensación porque ya estaba en la periodistez desde antes, pues de cierta manera el haber fundado El Citizen y haberle conferido una lógica medial fue un suceso que de manera oblicua e imperceptible me fue arrastrando hasta el punto actual, en el que las palabras componen mi tiempo y economía.

El tránsito fue imperceptible, porque en el afán de cumplir con la promesa esa de ser una “revista diaria”, que ahora no sé como sostener, el blog adquirió una marcha y cadencia ajena a mi propia voluntad, lo que me ha inducido una locuacidad falsa, en el sentido que no responde a mi ritmo interior ni al flujo y reflujo natural que emana de la relación entre lo sensible y lo fáctico, sino que a las expectativas de un respetable público que se ha acostumbrado a degustar palabrejas a diario. Claro, tuve la astucia de envolver a los lectores y convencerlos de escribir, lo que me alivia bastante, pero aún así, la labor propia de editor no quita que el universo de lo expresado esté volcado hacia un afuera que veía lejano, por la fantasía de haber creído alcanzar una distancia suficiente de lo banal y lo prosaico, aspectos que inevitablemente aparecen con porte alto al tratar la realidad que buscamos ironizar.

El resto de la historia es justamente banal y prosaica: necesitaba plata, me ofrecieron algo bueno, dije sí y ni sentí ni me cobré el renuncio, porque, como ya dije, estaba en la periodistez de antes, aunque no haya tenido conciencia de ello.

No digo que trabajar de periodista sea malo ni estoy renegando de El Citizen, sino constato cómo de pronto el escribir se me volvió un instrumento antes que un sentido, lo que me lleva a entender porque cada vez que escribo privilegio la síntesis por sobre cualquier otra virtud. Yendo al mismo blog, en un principio, tal vez porque la novedad es un aliciente para el entusiasmo, me salían palabras burbujeantes y centelleantes, porque estaban compenetradas con el propósito de crear sentidos, atmósferas y misterios de algún modo análogos a las conversaciones de cafetín y bares –cuyo máximo éxito, a mi juicio, ha sido el de la recreación, en sus dos acepciones, tanto esa que se asocia con el placer del ocio, como esa que permite traer de vuelta al presente lo que había quedado anclado en el pasado– pero que, con el correr de los días, el imperio de la realidad con todo su gris y su obcecada redundancia, fue minando el regusto puro del decir y al final todo declinó irremisiblemente hacia un decir para constatar, lo que implicó el advenimiento de la síntesis y el rehuir a la instancia ésta de estar diciendo estas cosas tan fuera de toda plaza o foro, pero al final más necesarias.

Si no se entiende, sea por la atrofia consecuente del desuso de este nivel de expresión, o por otras causas aún más graves, te pongo el ejemplo de Piñera en El Citizen. Después de darle dos, tres, cuatro, diez veces, la décimo primera resultó fome, pero igual hay que darle, tal como hice cuando salió la CEP, circunstancia en la que reaccioné usando un título, una foto y una pequeñísima lectura y nada más. Al final, esa simpleza dio pie para una discusión que ya va en un récord de más de cincuenta comentarios, pero eso se lo debo a la inercia causada por el trabajo previo de tratar de hacer parecer al blog una caja de sorpresas (si hasta cambio de diseño hubo), pero ya veo cuando los lectores se percaten de mis truquillos de ahorro de conceptos y tiempo, como las encuestas, y quede al desnudo el descolor de todas las bengalas que he tirado para obtener y mantener un promedio de cuarenta lectores diarios y los temas se conviertan en un chicle aburrido de mascar y capaz de llevarte al bruxismo.

Tal vez todo esto provenga del simple pero soberano cansancio, pues los últimos dos meses tuve que volver al ritmo inhumano de trabajo de todos los mortales, lo que me ha restado ánimo para escribir a gusto, más aún si la actividad productiva obligatoria ha sido precisamente escribir. En fin, es como le pasaba a un colega periodista deportivo que se lamentaba por su oficio, pues éste significaba la conculcación del placer de dos de las cosas para él más caras: el escribir y el fútbol, lo que en la práctica es igual a la transformación de un sueño en pesadilla, gracias a la inefable varita mágica del trabajo, que todo lo que toca lo convierte en mierda.

En todo caso, El Citizen tiene la gracia de que ya no depende tanto de mí, sino de los lectores y los corresponsales, y cada cierto tiempo suceden cosas que permiten renovar mi ánimo. Por ejemplo, los cuentos de la manfinfla, concurso que hice sin fé en que llegaran aportes, pero ya han llegado tres narraciones y espero que lleguen al menos tres más. La gracia es que fueron los propios lectores quienes lo sugirieron, y ahí va la iniciativa por su curso propio. Al menos el concurso apunta a algo menos zarrapastroso y propio que andar revisando la prensa diaria para reirse de lo que a esta altura ya da pena.

También te he notado poco prolífico, y supongo que eso se debe a que el escribir es en alguna medida un sucedáneo a vivir, y tal vez te encuentres justamente viviendo algo con la intensidad suficiente como para no tener tiempo ni ánimo para recurrir a subterfugios. Tal vez te haya dado por sacar tu novela de la lista de los pendientes, y en tal caso, cuenta en qué va eso.

Un abrazo

viernes, 15 de mayo de 2009

Episcolario: La maldición de moctezuma

Andrés,

Gracias por tu síntesis informativa sobre la gripe porcina. Concuerdo con tu diagnóstico/análisis y, es más, es todo lo que pienso leer sobre el tema. No sé si será un trauma infantil causado por Hernán Olguín (la única vez que vi su programa fue cuando entrevistaron a mi viejo y no entendí nada de lo que dijo), pero virtualmente todo lo que tenga que ver con información científica me provoca un tedio rayano en la angustia. Me acuerdo que en sexto básico junto a unos amigos hicimos un test de la revista Muy Interesante para determinar qué tipo de persona éramos en relación a los cambios tecnológicos. Yo fui catalogado como “futurista de salón”, una persona a la que no le importan los avances y apenas los mira desde lejos. De hecho, las únicas noticias que leo son esas del tipo: “Descubren el gen de la imbecilidad” o “Chileno crea nueva máquina para rellenar churros”. Los únicos avances de las últimas décadas que han tenido un impacto significativo en mi vida son Internet y el pay per view para pedir películas porno.


La neurosis pandémica también ha sido un tema irritante por estos lares, aunque me huele a que nuestro mesías afroamericano y personeros de su gobierno la han usado como cortina de humo para seguir tirándoles dólares recién impresos a los pobres banqueros en quiebra y hacer olvidar a la gente de problemas como el desempleo rampante. Un tipo que trabaja conmigo me contó que durante la época de la gripe aviar se sicopateó a tal punto que comenzó a juntar comida en su sótano, compró máscaras para él y su señora (por suerte no tiene hijos) y vendió todas sus acciones, seguro que la epidemia se desataba en cuestión de semanas. Cuál fue su sorpresa cuando no pasó nada y el mercado bursátil subió como nunca. Lo peor es que no te estoy hablando de un tipo sin educación, sino de alguien que fue a una buena universidad, trabajó como periodista en Capitol Hill por décadas y hoy gana un sueldo de lujo. El problema es que es el típico pelmazo que lee el Washington Post y el Wall Street Journal completos y después te repite las editoriales como si fueran su propia opinión. Me imagino que hay muchos como él, tanto acá como en Chilistán.


De todas formas, siendo fiel a mi principio de atención selectiva y de destacar sólo las cosas malas, yo me quedo con los pronósticos apocalípticos de Girardi y prefiero creer que de los 15 millones de chilistaníes, al menos el 90 por ciento se va a infectar y convertir en cerdo. Es más, el nombre “gripe porcina” me parece muy tímido. Yo prefiero darle un apelativo más acorde a sus tintes catastróficos: la maldición de Moctezuma. Piénsalo, creo que es mucho más marqueteable y hasta se podrían producir un par de largometrajes sobre el tema, de esos con sobrevivientes humanos peleando con mutantes en ciudades abandonadas. Por lo demás, el nombre le recordaría a los gringos que la infección no es de ellos sino de esos insalubres sudacas y, más encima, reflotaría cálidas memorias en las personas de nuestra generación que jugaron “Moctezuma’s Revenge”, reliquia arqueológica de la época en que los juegos electrónicos no tenían que parecer películas y los joysticks sólo necesitaban un botón (para disparar o saltar, no como ahora en que debes apretar diez cosas distintas para que tu personaje de una patada voladora en 360 grados).


No tenía idea de esa Blue Ocean Strategy que me hablas. Para que veas lo atrasado que estoy en el género de autoayuda, mis últimas referencias son Megatendencias 2000 (libro que, por cierto, dejó de estar vigente en 1999), el Método Silva y Programe su Mente en Alpha. De cualquier forma, si el fondo del concepto es eso de océanos azules vs. océanos rojos (me da lata consultar Wikipedia), creo que estamos frente a una de las mayores vendidas de pescada desde que a alguien se le ocurrió que Bonvallet y Coco Legrand estaban capacitados para dar charlas motivacionales en empresas. Si un solo empleaducho subasalariado y rutinariamente abusado encontró inspiración en lo que les dijeron esos tipos (por la módica suma de unos cuantos millones, plata que por cierto se pudo gastar en subirles el sueldo, el mejor motivante en la historia de las relaciones laborales) creo que una vez más hemos sobrestimado a Chilistán.


Me parece que sí tenemos derecho a aprovecharnos de la ignorancia de la gente, en especial si se trata de personas que tienen 15 lucas para gastar en un libro de autoayuda. Después de todo, la mayoría compra estos libros, lee las primeras 30 páginas en la playa, le cuenta a todo el mundo lo que ha aprendido, y luego lo guarda en el estante junto al “Condorito de Oro: Selección de los Mejores Chistes” y la colección de libros feos que regalaba Ercilla (es decir, la biblioteca típica del chilistaní que se cree culto). El problema es que el mercado está cubierto, ya hay cientos de autores más hábiles que uno sacando títulos en serie (que probablemente a estas alturas escriban sus asistentes) y, por lo demás, somos niños de pecho al lado de estos fantoches de tiempo completo. Recuerda que muchos de estos gurúes de autoayuda tienen el empuje y la resiliencia del fanático que cree en sus propias huevadas, sin mencionar el hecho que saben cómo generar plata. Son una especie de Charles Manson, pero en vez de matar, estafan. La única vez que generé billetes, aparte de trabajando como esclavo, fue cuando aposté plata en una pelea en Las Vegas. Nuestro currículum no nos define precisamente como emprendedores, partiendo por la decisión nefasta de invertir nuestro capital de más de 700 puntos en la PAA en una carrera como periodismo. Habrase visto elección más estúpida. Tal vez nada de esto hubiera pasado si hubiésemos leído un libro de autoayuda en cuarto medio. Por huevones nos pasa. En vez de estar yendo a seminarios cobre cómo ser un triunfador y cómo aplicar el manual de Sun-Tzu en el mundo empresarial, aún estábamos embobados con la piscola que descubrimos dos años antes y el hecho de saber que tenías erecciones ilimitadas. Qué huevones, realmente…


Lo que sí creo que podríamos hacer es una parodia de un manual de autoayuda, gráficos y máximas incluidas, pero si te interesa hablemos de eso “por interno”.


En fin, parece que los gurúes nos persiguen. Hace poco la revista El Sábado publicó una entrevista al gurú de la felicidad, un tal Tal Ben-Shahar, fantoche invitado por la Universidad Finis Terrae (nota mental: cuando vuelva a Chilistán, fundar una universidad de cartón con un nombre igual de bacán, tipo Universidad Tenebrarum Maleficium o Ignomini Luciferum). Al parecer, no contenta con cobrar matrículas de millones y aceptar alumnos que no alcanzaron a completar ni su nombre en la PSU, la Universidad Rerum Novarum ahora es parada oficial en la gira latinoamericana de este estafador profesional. Supongo que les enseñó a sus alumnos (¿cómo se llamarán a sí mismos? ¿finisterrenses? ¿finisterrícolas?) cómo hacer felices a sus futuros subalternos y empleados sin necesidad de pagarles más de 400 lucas.


OK, nuevamente te he lateado bastante. Este fin de semana parto a la ciudad de Baltimore a una convención de mi sindicato. Soy delegado y pienso introducir una enmienda a nuestra constitución para que le paguen más a los trabajadores bilingües, moción que ha fracasado en años anteriores. Sindicato o no, hay cosas que no cambian y una de esas es la envidia profesional. A los gringos les revienta que haya gente que sepa dos idiomas y les puedan pagar más. Es impresionante. Hace un par de años, cuando me contrataron, mi propio sindicato, el que se supone me defiende y vela por mis derechos, se opuso a que me pagaran extra por hablar dos idiomas. Ahora se da el absurdo que soy el “subeditor” de una publicación en español pese a que el “editor” no sabe leer más que en inglés. Por qué no habré nacido WASP. En fin, de ahí te cuento cómo me fue.

Saludos,

-GB.

sábado, 9 de mayo de 2009

Episcolario: Blue Oceans







Don,

Me parece una excelente idea crear la Subgerencia de Gestión de la Felicidad en el Citizen, y así encubrir el hecho de que quienes participan del medio no reciben emolumento alguno (algo de lo que te hablaré más adelante), sino puras gratificaciones intangibles.

Creo además tener suficientes elementos como para colegir de dónde vienen estas geniales ideas: los libros de autoayuda empresariales, cuyos máximos distintivo son estar escritos como si la gente fuera tonta (por algo hay títulos como "Ganar sin competir), presentar al autor como un tipo igual de tonto pero que viene de vuelta (el esquema gurú que asegura conferencias, porque de la venta de libros no vive nadie) y ser ilustrados con personajes siempre más altos, bellos y felices trabajando en lugares estimulantes (el mono newyorker) que las personas de verdad y sus sucuchos (Hermosilla, Quintanilla y la señorita Ástrid). De hecho estuve pensando seriamente que ambos deberíamos hacer un joint venture y ponernos a escribir como locos asuntos así, con el mero propósito de llenarnos de plata, pero me he refrenado, porque creo que no tenemos derecho a aprovecharnos de la ignorancia con asuntos tan perniciosos.

De hecho, creo que es tan pernicioso este tipo de literatura –que ahora viene en los suplementos de los diarios, como para que un subgerentucho lo ponga arriba de su escritorio y todos piensen que se capacita– que ya ha llegado a influir la política chilistaní. Si tú te fijas, el equipo programático de Frei se llama "Océanos Azules". Todos sabemos lo inapropiada que es la poesía cuando está fuera de lugar y de contexto, y también sabemos lo poco dados a ese arte que son los políticos, en especial los decé, así que es de sospechar que el nombre refiere al universo literario empresarial, de procedencia gringa, por supuesto. Tal cual, "Blue Oceans" es el título de un libro que llama a los emprendedores con espíritu joven (Frei 2.0), a abandonar los "Red Oceans", que es dónde la competencia es feroz, el pez grande se come al pequeño y las aguas se tiñen de sangre, para ir océano adentro, hacia lo infinito y lo ignoto... blablablá... donde están las máximas rentabilidades.

No creas que el Citizen es inmune a este tipo de literatura. Como habrás comprobado, el sitio tiene auspicios google, los que ya han redituado la pingüe cifra de 1,91 dólares en poco menos de un mes. Eso es lo que vale para el mercado todo lo que hemos escrito para aproximadamente 75 pelagatos que nos visitan diariamente.

Averiguando por ahí, caché que todos los supuestos democratizadores de internet son una falacia mayúscula, pues es un Red Ocean con cuática, donde prima un gran tiburón: Google. Por cada dólar que esta empresa me paga por atraer incautos, se queda con 6. Además es imposible competirle, por ejemplo, buscando publicidad directa, pues sus complejos algoritmos manejan una cantidad de información monstruosa que te dejan a tí, a mí y a cualquiera como un pitecantropo frente a la naturaleza.

Es tan omniciente Google, que hasta nos lee los correos electrónicos, y según lo que escribimos privadamente nos envía publicidad relacionada.
Por ejemplo, si te cuento –vía Gmail– que me interesaría darle un salto de diseño al Citizen, me aparecen réclames de empresas que ofrecen diseño gráfico. A mí eso me da escalofríos. Qué pasaría si las predicciones del doctor Girardi son ciertas y la gripe porcina termina siendo peor que la historia de Resident Evil, y la humanidad se ve confrontada a la posibilidad de su eliminación, crees que los dueños de Google no van a usar su omniciencia para sobrevivir y sacar partido del armagedón. Google tiene por eslógan "Don't be evil", como para apaciguar a todos quienes adscribimos a la teoría de la sospecha (pregunta en mi examen de grado que no supe: nota 4), pero ya en los Juegos Olímpicos de Beijing la multinacional aceptó que el Gobierno chino censure usando su plataforma, con tal de ingresar a ese gigantesco mercado.

Perdona si notas en mis palabras un tono de paranoia y suspicacia propio de los "infoadictos" (eufemismo para decir giles sin vida propia), pero ahora último por razones de pega y por las llamadas constantes de mi madre suplicándome que me vacune, he tenido que someterme a la sobreabundancia de información sobre la ex gripe porcina, hoy AH1N1Z45B12, 63cX prima. En síntesis, mi hipótesis es que la industria pecuaria tiene al mundo en constante amenaza por zoonosis varias ligadas a la producción industrial de carne (vacas locas, gripe aviar y la de moda), pero por alguna razón que no he podido averiguar, esta arista se acalla. Sólo como antecedente, todo el quilombo partió en la ciudad de Veracruz, en un barrio donde se encuentra la porqueriza Carrol, que fuera de tener a sus habitantes con mascarilla de antes que se declarara la pandemia por la fetidez, se presentaron inusales enfermedades respiratorias. De ahí provienen los primeros casos de gripe porcina, pero poco o nada se sabe. Por ultimo, hace unos días el director de zoonosis de la OMS dijo que no se sabía si el virus de la gripe podía sobrevivir a la congelación de la carne de cerdo, pero inmediatamente su jefazo de la OMS (un japonés), la FAO y la OIE (la OMS veterinaria) saltaron para jurar de guata que no pasa nada. En fin, te tendré informado.

Bueno, estas son las secuelas de volver a la periodistez, lo que conlleva el riesgo de depositar la energía en un mundo incomprensible, ancho y ajeno, abandonando las prácticas que me tenían tan feliz, que se expresaban con delicadeza en este blog, el japines, al que vuelvo a ver y sentir aprecio. No es que esté disconforme con lo que ha pasado con El Citizen, que –sin modestia– creo se está convirtiendo en una cosa muy entretenida e interesante, aunque sea un hecho incontrastable que segurirá en el ámbito de lo amateur, a menos que ocurra algo totalmente inesperado, como que Obama diga a la prensa ser un fiel seguidor, pero había un antes más bucólico que comienzo a extrañar.

Al menos el Citizen me ha hecho reconciliarme con el oficio periodístico al demostrar que no se requiere ser tonto para ejercerlo. Cuando el Citizen cumpla dos meses redactaré una editorial al respecto. Y a propósito de japines y el Citizen, tal vez deberíamos evaluar la posibilidad de crear Citizen Books, inaugurando la sucursal del conglomerado (que ya agrupa a El Citizen Almeida, la revista diaria, Citizen Intelligence, ciencia e intuición, Citizen Quality Intelligence, estudios intrascendentes, Citizen Cultura y Citizen Gestión de la Felicidad) con un libro que contenga lo mejorcito de El Episcolario. Lo podríamos vender puerta a puerta.

Lo último. Respecto a ese viaje a Maitencillo, sólo quería recordar cómo de pronto nos transformamos en personajes de los hermanos Cohen. Eramos una versión filmada por Marco Enríquez Ominami de El Gran Leboski, lo que de por sí da como para elaborar un guión acogible por esos filmmakers, pero me niego a hablar al respecto hasta que Memo no haga su estreno acá, en japines, o en el Citizen.

Episcolario: Subgerencia de Gestión de Felicidad









Andrés,

Gracias por la cronología de tu accidente vial, detallada y aclaratoria. La debiéramos incluir como apéndice cuando publiques tus memorias. Recuerda que Rodrigo Eitel escribió las suyas cuando tenía algo así como 21 años, así que imagínate lo que podrías relatar tú (pese a que nunca hayas sido vocero del brigadier Espinoza). Tal como lo cuentas, estuviste a apenas unos centímetros de la invalidez total, lo que hubiese sido un tema aún más interesante para Tolerancia Cero (así como una viñeta con música de piano a cargo del tío Valentín Trujillo en la transmisión de la Teletón).

Por cierto, no es la primera vez que diste pauta para Tolerancia Cero. Cuando fuimos cobardemente atacados por una horda de pastabaseros a vista y paciencia de Carabineros de la nación y una camioneta de seguridad de Ñuñoa, recuerdo que el caso también se discutió en el programa. Ilusamente quisimos dejar una constancia en la comisaría pero nos atendió un símil del jefe Gorgory que estaba más interesado en completar su crucigrama. Fue una situación similar a ese capítulo de Los Simpsons en que Homero acude a la policía a denunciar que alguien está tratando de matarlo. Naturalmente, Gorgory no le cree y le responde: “No se preocupe, lo voy a anotar en mi máquina de escribir invisible” y hace un gesto de estar tecleando en el aire. En fin, pese a que invocar a Los Simpsons ya es majadero, es inevitable no recordarlos ante estas situaciones de chilistanismo puro.


En esa época de inocencia, también creía en la cantinela que “las instituciones funcionan”, frase que repetía nuestro querido ex - Presidente ególatra, el único mandatario de Chilistán que, en tus palabras, “se corre la paja pensando en sí mismo”. Ilusamente mandé una carta al diario pensando que al relatar nuestro infortunio generaríamos un debate sobre seguridad ciudadana. Mi idea también era destacar cómo cada vez que se produce una ola de histeria por la supuesta criminalidad rampante de Chilistán, las autoridades anuncian la salida “a la calle” de miles de nuevos “efectivos”, lo que sin embargo no se traduce en menos crímenes sino en más partes por velocidad y hostigamiento sistemático a la última minoría que carece de protecciones jurídicas en esta república prohibicionista: los curados. La carta, por cierto, jamás fue publicada.


Hablando de misivas a nuestros prestigiosos matutinos, últimamente he tenido suerte colocando mis reclamos en el diario. He llegado a pensar que junto con este episcolario, las páginas de cartas son mi último foro para desahogarme. Ante una esposa que con toda razón está aburrida de oírme reclamar por todo y viviendo en un país donde los gringos que me escuchan quejarme probablemente piensan, “¿Qué le pasa a este mexicano? Seguramente se le venció el permiso de trabajo”, me he quedado sin opciones. He pensado en bajar de una vez los kilos que he ganado en mi patria adoptiva y volver a hacer “vale todo”, pero el problema es que ahora estaría peleando con pendejos 10 o 15 años menores que mí. Por lo demás, en este país ni siquiera soy más alto o pesado que el promedio como para abusar de eso. Al igual que Lily Pérez, “estoy hecho un huracán”, pero reprimido.


No te lo dije a tiempo, pero me gustó mucho tu comentario sobre el Día del Trabajo en el Citizen. Ayer leía en El Mercurio una entrevista a la, toma asiento y afírmate la guata, “subgerenta de gestión de felicidad del BancoEstado” y pensaba cómo el régimen laboral ha degenerado a tal punto que hay que inventar puestos de fantasía para que una burócrata instigue a la fuerza un mejor estado de ánimo entre sus empleaduchos. Es lo más siniestro que he escuchado en años. Por otro lado, tal vez sea uno de los primeros pasos en pos del “sinceramiento” y la tan de moda “transparencia” que está dando la administración pública. Reconocer que se necesita una dependencia para reforzar la felicidad de los asalariados, las ratas de cubículo y las maquiladoras de terno y corbata, me recuerda a esos tiempos más honestos en que a Defensa le llamábamos el ministerio de Guerra.


También he estado leyendo a G.K. Chesterton, nombre que hasta hace poco sólo me sugería el de una calle en Santiago, lugar donde me agarré con un guardia de seguridad durante mis años de juventud. Pese a ser católico recalcitrante, Chesterton era muy crítico del mal llamado “libre mercado” y pertenecía a ese grupo de la Iglesia que creía que la Rerum Novarum no fue sólo un ejercicio de relaciones públicas para quedar bien con todo el mundo.


Por el contrario, si ves a los católicos que participan en política hoy, es inevitable no recordar ese personaje de voz mamona que inventamos en aquel fatídico viaje a Maitencillo (tema para otro post). Me refiero a ese mamón DC que decía cosas como (en tono de voz ultra mamón): “De la derecha, me gusta la eficiencia; de la izquierda, me gusta la conciencia social”.


Chesterton hablaba de cómo el hecho que tengamos que trabajar para subsistir, por lo general para empresas en que no tenemos arte ni parte, es la base de lo que llamó el “Estado Servil”. Se trata de una amalgama siniestra de lo peor del capitalismo y el socialismo soviético, en que las empresas que concentran el mercado son tan poderosas que se salen con la suya y pagan lo mínimo, mientras que el Estado subsidia el resto con servicios igualmente mínimos. La forma en que lo describe me recuerda a la situación de miles de empeladuchos como uno, viviendo de sueldo a sueldo y a sabiendas que tu prosperidad no depende principalmente de ti, porque el dueño de la pelota te puede despedir cuando lo estime necesario (el famoso artículo 161 del Código del Trabajo que consagra la PLR por “necesidades de la empresa” y que un Congreso aparentemente pro-trabajador se ha negado sistemáticamente a modificar). Lo peor de todo es que en términos de homogeneizar el pensamiento y las conductas (o hábitos de consumo), el liberalismo económico en versión chilistaní ha vuelto realidad todos los miedos acerca de la dictadura totalitaria marxista de la que supuestamente nos salvamos (y sabes que ésto no lo digo como fan de Allende). Todos compran las mismas cosas, se visten con la misma ropa, se distraen en las mismas partes y hasta ven los mismos programas en la tele. Por otro lado, el discurso de los Chicago Boys chilistaníes también se ha ido acomodando a la situación y mientras que en un principio hablaban de fomentar la libre empresa hoy defienden los monopolios y oligopolios como si siempre hubiese sido parte de la pomada que vendían y sólo nosotros, los económicamente iletrados humanistas, no la cachamos desde un principio.



En fin, cada vez que hablo de trabajo me vuelve a la mente esa imagen del spot de Josefina Correa hablándole a una masa de empleados de Líder uniformados con delantales blancos y me dan ganas de vivir en un bosque. A futuro, debiéramos crear una gerencia de Felicidad en el Citizen para canalizar estos arrebatos resentidos.


Un abrazo y estamos hablando,


GB.

sábado, 2 de mayo de 2009

Episcolario: todo sobre ese día







Don:

la memoria tiene la facultad de ser selectiva, pero la omisión de tan conotado evento del atropello se debe a que en dicha ocasión no hubo manipulación de las comunicaciones por mi parte, sino por el inefable matutino LUN.

Para despejar todas las dudas del caso, creo que es mejor un relato sincrónico de los sucesos:


Sábado
(no sé el mes ni el año)

11:30
Por un milagro de esos que pasan de tanto en tanto, me desperté sin caña y antes de la tarde, por lo que decidí ir a practicar el milenario arte del kung fu en la Academia de los hermanos Toutin, el cual sigo practicando sin lograr superar el cinturon verde, precisamente por las mismas razones por las que fue raro ese sábado.

11:35 Iba montado en mi bicicleta, raudo por avenida Irarrázabal de oriente a poniente, por el bandejón central, y a la altura de Ángel Cruchaga, una micro que iba detrás de otra la adelantó en un movimiento rápido e imprevisto. El costado de dicho vehículo –a la altura de la cabina del chofer– me empujó el brazo derecho lo que me provocó la reacción de inclinarme con todo mi cuerpo sobre la carrocería de la micro, dándome unos 3 ó 4 sucesivos empellones con mi hombro. La micro terminó de sobrepasarme y caí a suelo como saco de papas, sobre la calle, y un auto frenó justo antes, a poco más de un metro. Me paré, me ví unos cuantos rasmillones y pelones, y la bicicleta inutilizable. Me fui a la vereda, y caché que la micro estaba detenida unos 100 metros más adelante. Tomé nota mental de la patente y me fui de vuelta a casa, a pata.

11:45
Llegué a casa, dejé la bicicleta y partí a la Comisaría de Los Guindos a estampar la denuncia.

13:00 Almorzando con mi familia conté del evento, ante lo cual Alejandro se indignó y me dijo que lo mencionaría en Tolerancia Cero. En ese entonces eran las vísperas del paro de microbuseros, Marinakis y secuaces, así que accedí si ayudaba a crear un clima en contra de esos mafiosos. Era el Gobierno de Lagos y nada hacía pensar que el Transantiago iba a ser lo que resultó.


Domingo


22:00 Se inició Tolerancia Cero, y en el "minuto feliz" Alejandro contó lo que sucedió, más o menos cómo sucedió, criticando en general las falencias del sistema de transportes: trabajo extenuente, carreras irresponsables, atropellos, etc.

23:15
Me llamó mi amigo el Negro Morales, periodista de LUN, cuya principal característica es poseer una carcajada atronadora, quien me suplicó que dijera algo, cualquier cosa por el caso del atropello. Le dije que lo iba a pensar, porque típico que lo ponían en titular (era domingo y no había pasado nada interesente). Me dijo que no podía asegurarme que no fuera en titular (eufemismo para confesar que iba a ser titular), y que la nota iba igual, con o sin mi. Para tener algo de control de daños, le conté al infeliz todo lo que pasó.


Lunes

10:00
Comenzó la seguidilla de llamadas para preguntar en qué hospital estaba. Extrañado, fui al kiosko de la esquina y vi el titular de LUN, que era algo así como un grito de venganza de Alejandro con el rostro descompuesto. La nota interior contaba lo que pasó, pero el titular era de terror. Ahí también, como tú, me inventé una especie de cuña a la que ponía play a cada lamada por teléfono para explicar qué sucedió y por qué los diarios hacían eso.


Miércoles


15:00
Después de persistentes llamadas por parte del Negro Morales, al fin accedí a que me tomaran una foto para seguir con la "noticia", asegurándome que era para darle a los microbuseros. A esa altura las autoridades de transportes y carabineros buscaban frenéticamente la micro con la patente que yo había registrado, pero resultaba que correspondía a una dada de baja en Temuco. Las alternativas eran o que yo me había equivocado, o que la micro de Temuco operaba tránsfuga en Santiago. Como estaba sobrio, me inclino por la segunda alternativa, porque además la máquina en cuestión era bien cacharrienta.

17:00 Me llamaron del Matinal del 13, porque querían entrevistarme por el asunto. Según la periodista, estaban haciendo una nota con los Furiosos Ciclistas, quienes planeaban hacer una cicletada de protesta. Me bajó la vanidad y accedí.

19:30 A la salida de Kung Fu, arte marcial al que atribuí que la micro no me pasara por arriba ni me arrojara a la pista contraria de Irarrázabal, me esperaba un fotógrafo, quien me retrató. Al otro día el mono fue en llamada de portada.


Jueves


07:00
Tras levantarme muuuuuy temprano, fui al lugar de los hechos, desde donde se despachó la nota. Luego de explicar con pelos y señales cómo fue el accidente, me pasaron a Iván Valenzuela que me preguntó algunas cosas que no recuerdo, pero como que iban con pillería y al Subsecretario de Transportes, a quien se le ocurrió decir que para estos casos había una línea 800. Ahí me piqué y le dije al Subse que ese teléfono pasaba ocupado, lo que era cierto porque cada vez que tenía un problema con las micros trataba de llamar y nunca pasaba nada.

13:00 Nuevo efluvio de llamadas para felicitarme por la entrevista. Pensé que ahí comenzaba mi carrera televisiva, pero como a las 23:00 de ese día, el caso comenzó a ingresar al olvido.

...

En fin, espero no tener que volver a dar explicaciones por este caso, y retomar nuestro habitual episcolario, el que se ha visto perjudicado –dicho sea de paso– por la bullente actividad de El Citizen, produciéndose seguramente un hurto de temas que ha mermado este intercambio.

Tal vez sea el momento de que ingrese –de una vez por todas– Memo a darle oxígeno a esta conversación y así evitamos que caiga en desuso. O la otra alternativa es que comentemos la trastienda de El Citizen y los pasos necesarios que hay que dar para consolidarlo, que ha sido de lo poco nuevo que tenemos por hablar, a menos que quieras contar otras cosas relevantes de tu vida personal, que no viene al caso mencionar públicamente sin tu aquiescencia.

Salú

jueves, 16 de abril de 2009

Episcolario: Maquinaciones comunicacionales










Pensaba responder tu última misiva, pero me distraje con los comentarios que generó (tres, exactamente un 300% más que nuestro intercambio promedio).


Efectivamente, no es la primera vez que manipulas a los medios. Tu “atropello” fue otro gran montaje y tengo grandes historias que podríamos agregar como apéndices cuando escribas el libro. Por ejemplo, me acuerdo que, al igual que el resto de los ociosos que te conoce, me enteré de tu “accidente” por el diario. Inmediatamente te llamé y me aclaraste que no había pasado nada. Lo cómico ocurrió más tarde, cuando un conocido que en ese entonces vivía en Barcelona vio la noticia en Internet. El tipo me llamó y sostuvimos el siguiente diálogo:


“¿Viste el diario? ¿Viste lo que le pasó a Andrés? ¿Está bien?”

“Sí, ya hablé con él y por suerte la micro sólo lo pasó a llevar”

“¿Y estaba sobrio?”

“Ahuevonado, todo ésto pasó un sábado en la mañana”

“Vuelvo a preguntar, ¿estaba sobrio?”


Pese a que después de pensarlo reconozco que la pregunta tenía méritos, opté por hacerme el indignado y defender tu buen nombre. Las llamadas de otra gente se sucedieron. Todos querían saber si de ahora en adelante te alimentarías con suero y no sentirías nada cuando te hicieran cosquillas en los pies. Casi me aprendí de memoria la respuesta y hasta pensé en redactar un comunicado de prensa para que me dejaran tranquilo y cobrarte por tenerme a cargo de tus relaciones públicas.


El problema se agravó cuando al día siguiente volviste a aparecer en el diario y luego creo que salieron uno o dos artículos más sobre el mismo hecho, como para recordarle a la gente si no lo había leído la primera vez. Me acuerdo también que identificaste el número de patente de la micro, pero cuando lo verificaron se determinó que correspondía a un vehículo del transporte público de Punta Arenas y que, a menos que el chofer hubiese viajado a Santiago doce horas sin dormir con el expreso fin de atropellarte y luego volver a su casa justo a tiempo para ver el noticiario de la medianoche, era imposible que se tratara de la misma persona. Fue ahí cuando quedó al descubierto tu afán de figurar y seguramente el fiasco de la micro te obligó a hacer una llamada desesperada para cancelar la orden de poleras y chapitas que tenías pensado lanzar al mercado. Por un tiempo temí que te convertirías en uno de esos personajes estables de LUN como “la abuela de Tunick”, “la diosa del Metro”, “el rey de los pokemones” y todas esas fuentes recurrentes con que inflan y estiran una noticia hasta que se desintegra junto con la paciencia de sus lectores (espero, por cierto, que el “Huracán Lily” no sea una de esas).


De todas formas, esa experiencia te sirvió para maquinar verdaderos aciertos comunicacionales como el de usar a un gringo de pantalla para cambiarle el nombre a la avenida 11 de septiembre, que recuerdo no sólo generó cartas de indignación sino artículos de prensa. Tanto aquel como el caso de la micro debieran ser estudiados en todas las escuelas de periodismo.

No me cabe duda que el Citizen es una excelente manera de encausar esas energías genialmente destructivas.


Un abrazo,

GB.

jueves, 9 de abril de 2009

Episcolario: en las vísperas de LUN






Don:


Retomo el viejo y querido japines y nuestro temporalmente trunco episcolario, ahora, en la víspera del resultado de inesperadas circunstancias. Resulta que me llamaron de
LUN para entrevistarme a raíz de mi intensa actividad en el blog alternativo que fundé harán unas dos o tres semanas: el citizen almeida. Todo por el entuerto de las fondos para la cultura, del que ciertamente te has enterado. No sé bien qué dije, pero de que hablé hablé, mal que mal es la primera vez que me toca estar del otro lado de la grabadora y había que aprovechar (hasta el momento nunca imaginé la presión que sienten "las fuentes" por decir algo inteligente, o al menos cuerdo). De hecho, ya estoy preparando la batería de descargos por las tergiversaciones que aparecen como probables en mi mente, llegando incluso a pensar la posiblidad de autoentrevistarme en mi blog, si no me satisface lo que publique tan noble diario.

Ahora, es probable que no salga nada de nada, porque darle publicidad al citizen –que tiene propiedades kamikaze– es una manera de difundir todos los pericos que le he lanzado a El Mercurio, y –pienso– un editor atento puede que haya notado el punto. Veremos.


De todas maneras, el episodio me recuerda la otra vez que logré figuración en la prensa nacional, justamente a través de LUN, no sé si te acordarás. Fue en las postrimerías del 11-S, cuando con Feña Bendeck y Edward Blumenthal –un estudiante gringo de intercambio en Historia– se nos ocurrió que el gringo mandara cartas a los diarios solicitando el cambio de nombre de la avenida 11 de septiembre, en Providencia, por respeto a las víctimas de ambos 11-S (1973 y 2001). Para nuestra sorpresa, El Mercurio la publicó y LUN la hizo noticia con un titular algo así como "Gringo pide cambiar nombre de avenida 11 de septiembre". En la ocasión estaba en las sombras y me tocó, junto a Feña, hacer una capacitación a Edward para entrentar las entrevistas. Lo hizo bien, pero como era de esperarse apareció una xenofobia derechista del mismo tinte de las viejas culiás revivieron la Pérfida Albión cantando "ingleses, piratas, devuélvanos al Tata", cuando Pinochet estuvo preso en London. De todas formas, nos reímos mucho y nos sentimos tal cual un volantín encumbrado (ligeros, baratos, pero en el aire).

Respecto a la moratoria de recuerdos de nuestra gloriosa campaña por la presidencia del centro de alumnos de Periodismo de la UC, estoy de acuerdo, vale olvidar, a ver si nos vuelve a parecer chistoso más adelante, pero no puedo sino destacar que nuestra lógica y estética fue imitada sin la más mínima vergüenza por la lista de izquierda que ese año ganó la FEUC (de izquierda habrá sido, pero el presidente era estudiante de teología) y el papel de Memo al año siguiente, quien fuera el candidato a PRESIDENTE de la lista que pretendió heredar el carisma de nuestra gran obra; la lista No sabe/No responde. En el debate, Memo estuvo en un sitial de venerable maestro, pero no profirió palabra. Todavía lo esperamos hoy.

En cuanto a tus observaciones acerca de la dureza que tengo para conmigo mismo, nada. Sí, me preocupa el curso de mi vida laboral, pero no el mentado éxito, otro de nuestros leimotivs (menos ahora, que entre sueños pienso que tal vez voy a ser llamado a ser parte de una empresa que me permita lograr la fórmula alquímica mediante la que consigues que te paguen por hacer exactamente lo que te place, todo gracias al citizen).

Supongo y espero que en el futuro habrán suficientes novedades como para que comiencen a alimentar nuestro episcolario, mira que cuando la gente se ponde hablar machaconamente del pasado, o se es historiador de profesión o se está en los descuentos de algo, y en ambos casos el resultado es el mismo; la progresión acelarada de una neurosis.


Lo último, me parecen interesantes –perdona que lo diga yo– las hidalgas corresponsalías que ha logrado el citizen, ¡larga vida a GB y AA!


Salú

martes, 31 de marzo de 2009

Episcolario: la cláusula secreta chilistaní

Andrés,

Creo que hemos hablado de este asunto antes (en verdad no lo creo. Me consta, porque es un tema recurrente en estos intercambios, partiendo por el ranking de éxito generacional que de humorada se convirtió en fuente de angustia). Me parece que eres muy duro contigo y mientras tus decisiones no afecten a nadie más (no debes pensión alimenticia ni vives de una mesada perpetua) debieras asumirlas sin cargo de conciencia. Los actos son más decidores que las palabras y si no te has puesto a buscar trabajo en un edificio con el logotipo de la compañía en el frontis ni mandas mensajes chistosos desde tu e-mail corporativo es porque no te interesa trabajar en lugares así ni ser ese tipo de persona. Por cierto, en lo que te digo no hay ningún juicio de valor a leer entre líneas. Te escribo ésto mirando las paredes vacías de mi cubículo (soy el único en mi departamento que se resiste a “humanizar” mi entorno con fotos familiares o de la mascota que no tengo, o bien un póster Hallmark de unos gatitos haciéndose cariño), en horas laborales, y con bastante trabajo pendiente. Es decir, una posición que no es ni de superioridad ni particularmente envidiable.

Por un lado, está la supuesta seguridad de un empleo típico ante la igualmente supuesta inestabilidad del trabajo freelance. A juzgar por cómo están echando gente en todos lados, ese argumento ya no vale. Un ejemplo gringo: Uno de los sindicatos más grandes de EEUU (no el mío, afortunadamente) está echando gente a la calle y de paso no sólo violando el contrato colectivo que firmó con sus empleados, sino desbaratando su propio sindicato interno. Cuando vez que hasta una organización que en teoría lucha por los derechos de los trabajadores trata a sus propios empleados como lápices Bic sin pasta, te das cuenta que la vida “estable” tampoco es tan estable. Lo mismo se aplica a Chilistán, pero me imagino que allá es peor porque boletear a los 50 años o que el patrón despida y recontrate empleados cada tres meses no es considerado anormal.

El freelancer también tiene que trabajar. Aunque no lo haga atrincherado entre esas tres panderetas de género que crean una falsa sensación de privacidad y que nadie le monitoree el computador cuando juega solitario o busca desfiles de moda en bikini por Youtube, de todas formas debe producir algo para mantenerse. Es por eso que no entiendo el estigma contra el gil que no se pone una camisa Bellota cada mañana y sale a trabajar.

Ser un freelancer no es de por sí malo ni peor que vender el alma a un sólo postor en vez de en cuotas como lo haces tú (o lo hacía yo hace años). De hecho – y, una vez más, vamos atacando a Chilistán – el problema radica en que el sistema se sustenta en confianzas mutuas, partiendo por el supuesto que el empleador te va a pagar la cifra convenida en el plazo convenido. En países donde se respetan estos acuerdos civilizados no existen los “llámame la próxima semana si no te aparece el depósito” o “parece que se perdió la factura, déjame ver y te aviso”. Quizás sea competencia desleal, pero en las regiones un poco más desarrolladas del mundo no existe la famosa “cláusula secreta del contrato verbal chilistaní”, que reza: “El empleador se reserva el derecho de no respetar su palabra ni cancelar los montos convenidos por la prestación de servicios. Para efectos de este contrato, la palabra “convenido” en verdad quiere decir “negociable y susceptible a cambios y rebajas de último minuto”. Cualquier reclamo por parte del contratista podrá significar la invalidación automática del acuerdo”.

En definitiva, si termináramos con esa institución deleznable que es el “boletear” y agilizáramos los procedimientos legales o bien creáramos una ley con dientes para que el freelancer pueda hacer valer sus derechos, gran parte de este dilema sería resuelto. Cuando uno compra algo o pide un préstamo, tiene que firmar un millón de formularios, el sucedáneo legal de estar agarrado de los cocos. ¿Por qué entonces cuando se trata de trabajos uno se tiene que conformar con acuerdos verbales y contratos invisibles?

En fin, ser freelancer es una opción viable y si de vez en cuando te angustias es sencillamente porque tienes la libertad de hacerlo. Los oficinistas con trabajo estable están muy ocupados corriendo sin avanzar cual hámster en la rueda de su jaula.

Sobre las elecciones de Periodismo, propongo una moratoria de 10 años para que el tema vuelva a ser chistoso. La anécdota es genuinamente legendaria, pero de tanto repetirla está más gastada que la copia de esa película sobre la vida de Jesús que dan todos los años para Semana Santa (esa en que si el actor que interpreta a Jesús no tuviera barba, sería una mina exquisita). Sin pretender hablar por él, el blog de Gonzalo tiene tanto tráfico porque está dedicado a un tema atractivo (el cine) en vez de a reclamos personales como los de uno. La única persona que ha hecho una fortuna de sus reclamos y traumas es Woody Allen y hasta él se ha tenido que ir a otros países porque ya nadie le financia sus películas en EEUU. Más encima, es un buen blog a cargo de alguien que sabe del tema y es conocido en el medio sobre el cual escribe. Lo nuestro es bastante más disperso, por decirlo lo más eufemísticamente posible.

Hasta donde recuerdo, no teníamos ninguna mala onda con su lista y de hecho buena parte de sus votos se pasó a la nuestra, partiendo por las dos integrantes atractivas de su directiva, lo que para mí vale doble. En un mundo ideal, no habríamos tenido que competir (pese a que efectivamente SALIMOS PRIMEROS) y hoy podríamos hablar de lo bueno que fue nuestro gobierno (o, lo que es más probable, de cómo nos lo farreamos haciendo nada). A Felipe lo reclutamos para que le diera seriedad a la campaña y estoy seguro que más de algún voto serio nos consiguió (mientras que, gracias al integrante rastafari de la lista, perdimos otros tantos). Lo que es indudable es que la elección se ganó en el debate, donde se brilló a punta de pesadeses, chistes mala clase y un despliegue de virulencia inusitada. Pocos candidatos pueden decir que hicieron reír a todo el mundo y más encima esa misma gente votó por ellos.

Al año siguiente confirmamos esa perla de la sabiduría chilistaní que dice “chiste repetido sale podrido” y volvimos a perder. Esa vez fue ante el “Colectivo Casa Vacía” que, con el respeto que me merece un gran integrante de esa lista que me consta lee este blog (iniciales: R.G.), debe ser lejos el nombre más maricón de la historia de las elecciones estudiantiles universitarias. Al igual que la otra vez, ganamos en primera ronda en una carrera a tres bandas, pero sucumbimos en la segunda vuelta (por 5 votos, el año anterior fueron 3) ante la suma de las otras dos listas. Tal vez los únicos hitos de esa oportunidad fueron el haber montado la campaña en una semana y hacer que Memo (quien sigue fiel a su voto de silencio y mientras más se lo recordemos, menos va a hablar) se parara en el debate ante un público considerable, experiencia que no vivía desde su primera comunión.

Un abrazo y estamos hablando.

-GB.

viernes, 27 de marzo de 2009

Episcolario: las casualidades

Don,

Me he demorado en escribir por un fenómeno preocupante; me dio por trabajar. No es nada grave, no te asustes, supongo que es la reacción natural de mi cuerpo a la merma del calor y al despoblamiento –sin prisa pero sin pausa– que sufre mi refrigerador (necesito un pago ya).

La verdad me repito como mantra esa explicación para tratar de acallar la verdadera causa de esta actitud. Voy a dar una larga vuelta para explicártelo.

Resulta que hace poco leí una novela en la que contaban la historia de un científico caído en desgracia por falsear experimentos, un tal Kemerer, si mal no recuerdo. La cosa es que este tipo afirmó que las casualidades se atraen a causa de principios físicos similares a las leyes de atracción de los cuerpos. Yaaaaaa, me dije, descreído como soy, porque siempre me han molestado esas situaciones en que –por ejemplo– un grupo de conocidos comienzan a cachar que tienen conocidos en común, y terminan indeclinablemente diciendo ese cliché "el mundo es un pañuelo". "No –digo yo en esas conversaciones– Santiago Oriente es un pañuelo, y además endogámico y bueno para mirarse el ombligo". En tales circunstancias propongo ver lo absurdo del aserto, imaginando, por ejemplo, a un grupo de jóvenes bagdadíes asombrados porque Alí conoció en su infancia al ex prometido de la tercera esposa de Mohamed, quien a su vez en una ocasión le compró una camella que se llama Miriam, al igual que la mentada mujer, por la misma cantidad de dinares que costó la dote, todo en un radio menor que la distancia entre el Tigris y el Éufrates, o sea, en un pañuelo.

Bueno, la cosa es que fui a comer a la casa de Felipe Aldunate y comenzamos como siempre a recordar nuestro paso por la Escuela de Periodismo, con un tono cada vez más cercano a la jubilación. Como siempre ubicamos el momento exacto en que él dejó de ser un patán y yo proseguí siéndolo, pese a sus advertencias, riéndonos además de las consecuencias de dichas decisiones (yo no sé de qué me reía). Una buena porción de la charla se dedicó a la gloriosa campaña que hicimos para conquistar el Centro de Estudiantes, de la cual tuve el honor de ser el candidato a presidente y ser acompañado en esa "Lista C" por tí, Felipe y una pléyade de tipos sin buen futuro aparente.

Sin querer entrar de lleno a ese recuerdo, porque tiene material como para un post completo del episcolario y por temor a tener que enfrentarnos a que ya a nadie le interesa, debo consignar acá que la campaña fue notable, desde sus eslóganes ("no quiero ser tu amigo" o "presta el voto") hasta momentos de insuperable surrealismo, como cuando todas nuestras rubias compañeras de curso votaron por nosotros, sin el mímimo cuidado por los contenidos contrariantes e injuriosos (supongo que intuían nuestra profunda insignificancia), todavía me acuerdo cuando fui a que me prestara el voto la Mónica Rincón y la Soledad Onetto. En fin.

La cosa es que tras rememorar esos tiempos, me llegó un correo para vincular una nota de Gonzalo Maza en la que trataba un tema que yo había tratado la semana pasada en citizenalmeida. Mi post tiene 8 comentarios en más de una semana, el de Gonzalo 91, hoy. ¿Quién es (o fue) Gonzalo? Nada menos que nuestro contendor en la gloriosa campaña, a quien vencimos inmisericordemente (y uso esta palabra sin pretensiones de grandilocuencia, sino porque fuimos unos pesados y odiosos), relegándolo al tercer lugar.

Eso es una casualidad a la que no habría prestado mayor atención, de no ser por la casualidad de haber leído sobre las casualidades y haber estado con Felipe, quien escapó de mi destino y del de Gonzalo (porque aquel rechazó la beca a una universidad cristiana de Texas, la que luego fue aceptada por éste), lo que me llevó a la trampa de misterio que encierran estas situaciones.

¿Las casualidades de Kemerer se conjuraron para decirme qué?

Cualquier observador inopinado, que conociera a Felipe y a Gonzalo, dos exitosos periodistas de nuestra época, habría pensado lo mismo que yo al principio: que soy un vago y sin ambición, y nunca voy a llegar a nada si no cambio, que mis últimos éxitos fueron precisamente la mentada campaña y un buen puntaje en la prueba de aptitud académica. Por eso tanto trabajo esta semana.

Sin embargo, en un minuto de lucidez, me detuve, abrí japines, vi tu post y recordé que no te había respondido, y mientras lo hago me doy cuenta que estoy en mi casa, escuchando musiquita, escribiendo lo que me sale, en definitiva contento de haber escapado de quizá qué diablos, si se hubiese dado la casualidad de no ser quien soy.

Salú

lunes, 23 de marzo de 2009

Episcolario: patrioterismo

Andrés,

Me gustó mucho el comentario de tu socio sobre la proliferación de grupos oligofrénicos en Facebook y cómo lo invitaron a formar parte de uno. Pese a que nadie me ha mandado un mensaje para ser miembro de “NO AL MAR PARA BOLIVIA” no lo veo como una muestra más del declive de mi vida social, y más bien me siento aliviado de no perder tiempo rabiando con estupideces. Dado que soy experto en mantener discusiones inconducentes con desconocidos, agradezco no haber leído los mensajes de chilistaníes que seguramente no conocen la historia de su país y sin embargo creen que insultar a gente de otros lugares o esa picantería que les ha dado de cantar la canción nacional con la mano en el pecho en los partidos de fútbol son actos de patriotismo. Esto me recuerda al dicho de un amigo, “soy nacionalista, pero no sé de qué país”.


Hace un tiempo cometí el error de meterme a un grupo de Facebook llamado algo así como “Patagonia, denominación de origen exclusivamente argentina”, donde sus miembros hablaban de cómo Chilistán había usurpado el nombre de la Patagonia para atraer turistas. Repetí varias veces que la Patagonia se encuentra en ambos países y pretender que sólo un pedazo suyo responda a ese nombre es el equivalente a que Chilistán patente el apelativo de la cordillera de los Andes y le prohíba a los demás países seguir llamándola como siempre lo han hecho. El nivel de intervenciones siguió bajando, incluyendo mensajes de chilistaníes que acusaban a los argentinos de “ladrones”, lo que me imagino explica en sus mentes por qué el sur argentino es relativamente desarrollado y produce plata mientras que el nuestro es un jardín botánico que sólo atrae a mochileros o multimillonarios, pero no genera turismo. Sólo quería reírme un rato de este patrioterismo de álbum Salo, pero desgraciadamente la estupidez me superó.


No tengo problemas con el sentimiento de pertenencia pero nunca he entendido esa sensación de superioridad sencillamente porque naciste en un lugar puntual. Acá lo veo todos los días. Cuando trabajaba para un diario en Illinois, tenía a una compañera dominicana, hija de dominicanos, pero nacida en New York. Por algún motivo que aún no entiendo, hablaba todo el día de cómo los neoyorquinos eran infinitamente mejores que el resto de EEUU y lo estúpida que era la gente del Medio Oeste. Yo me preguntaba cómo alguien cuya familia viene de afuera y cuyo único vínculo con NY era el haber nacido en el estado, no sólo se sentía heredera de toda su supuesta grandeza sino que con derecho a denostar a la gente de otra región, ¡en el mismo país! Más aún, si como sospechaba, ella no había contribuido nada a esta aparente superioridad intrínseca de NY salvo el hecho que la parieron dentro de sus fronteras, ¿por qué se vanagloriaba de ser neoyorquina? ¿Acaso la grandeza de un lugar se transfiere automáticamente a todos los que nacieron ahí? El haber nacido en un país o una ciudad bacán me parece excelente, pero si eso es todo lo que tienes que decir a tu favor entonces eres más charcha que el más charcha de los ciudadanos de la dictadura bananera más charcha del mundo.


De vez en cuando me junto a hacer asados con un grupo de argentinos que viven en esta área. Son ingenieros y trabajan para la facultad de una universidad local. Algunos desarrollan proyectos para la NASA y todos sin excepción tienen un Ph.D. De hecho, ayer uno de ellos me contaba que había sacado su doctorado en “cosmología cuántica”. Tal cual. Me duele la cabeza sólo repetirlo. En otras palabras, cuando nos juntamos, el único con credenciales académicas insignificantes soy yo. ¿Por qué te cuento esto? Por lo siguiente: El otro día estos argentinos se juntaron a jugar fútbol en una cancha pública en un parque de Virginia. Como te imaginarás de un partido de treintones y cuarentones en EEUU, no había trago al costado de la cancha ni palabrotas dentro de ella. De pronto, de la nada, aparece una vieja que paseaba a su perro por el parque y le pregunta a uno de los jugadores si tienen permiso para ocupar la cancha. La tipa no trabajaba en el recinto ni tampoco dio a entender que poseía ninguna autoridad más allá de haber excedido su estadía en este mundo (es decir, ser una vieja de mierda). Peor aún, la momia decrépita les hizo la pregunta en español, pero con acento gringo, balbuceando algo así como: “¿Tiene perrmisou?” y se metió a la cancha de lo más prepotente. Uno de los argentinos le respondió: “We don’t speak Spanish” y siguieron jugando sin volverla a pescar. La vieja sapa se fue después de un rato, pero lo increíble es que la urraca ésta asuma que porque un grupo de personas que no se parece a ella juega fútbol y habla en español, cuenta con la autoridad para hostilizarlos. No es que tenga ninguna importancia, pero todos estos tipos son inmigrantes legales y seguro pagan más impuestos que la vieja y todos sus parientes, sin mencionar que su nivel educacional está un par de diplomas más arriba. Sin embargo, como son hispanos, cree que puede amedrentarlos y, peor aún, que bastan unas palabras en español para que los latinos salgan corriendo y dejen la pelota dando botes, sola en la cancha, por miedo a que los pille “la migra”.


Esas actitudes de patrón de fundo sin fundo me revientan en especial porque, como te decía, suelen provenir del ciudadano más charcha de toda la nación, el que no le ha ganado a nadie pero se cree superior porque el país en que vive tiene un PGB más alto que sus vecinos. En cierta manera, es el equivalente al chilistaní que vive sus éxitos a través de su equipo de fútbol, ya que personalmente no tiene nada de qué quebrarse.


Los argentinos, por cierto, demostraron una clase que yo jamás habría podido exhibir. Si yo hubiera estado en la cancha, y no lo digo por hacerme el chistoso, habría agarrado a pelotazos tanto al perro como a la vieja. Es más, si hubiera andado con su marido, voy y le pego por ser tan huevón de estar casado con una arpía vetusta con delirio de guardia fronterizo. Pienso que el problema puede venir desde la cuna y no ser ese mero patrioterismo que supone que la grandeza de un país se pega por transmisión sexual. Después de todo, la argumentación es muy parecida a la del típico pendejo que tenías como compañero de curso al que le gustaba decir cosas como: “Mi papá le saca la cresta al tuyo” o “Mi papá gana más plata que el tuyo”. Ese tipo de actitudes se remedian con respuestas parecidas, al estilo de: “Sí, claro, pero tu papá no está aquí para defenderte” y acto seguido les pones un cornete en el hocico.


De Kapuchinski lo único que agrego, y me imagino lo compartes, es que no es culpa del periodista de internacional si no lo mandan nunca al extranjero y tiene que hacer su pega en base a llamadas telefónicas y cables de la AP. Acá todos los diarios regionales y de pueblo chico, que son los que mejor conozco porque he trabajado en ellos, se apoyan en la AP y ni siquiera tienen un corresponsal en Washington, D.C. De hecho, hay diarios que están haciendo “outsourcing” a India y contratando a periodistas indios para que reporteen telefónicamente cosas como la asamblea municipal o la última reunión de concejales de pueblos perdidos en medio de EEUU. Triste, pero cierto.


A veces, considerando los presupuestos limitados, no tiene sentido mandar a alguien cuando sabes que por el hecho de venir de Chilistán o algún pueblucho estadounidense no tendrá mayor acceso a las fuentes y su perspectiva no será tanto más interesante como para justificar un gasto que supera el costo de suscribirse a un servicio de cables. Lo de proteger el bono tampoco lo encuentro tan reprobable porque no todos somos héroes y por lo demás, cuando ganas poco, vale la pena proteger el aguinaldo de navidad o tragarse ciertas indignidades para mantener la pega. Es algo derrotista reconocerlo, pero no todos pueden ser Hunter S. Thompson (a propósito, te recomiendo el más reciente documental de su vida. Se llama “Gonzo” y vale la pena).


Tu lista de lecturas recomendadas me pareció perfecta. Sospecho que no se puede hacer algo parecido a los franceses porque, ni nuestros políticos leen, ni es común ver un acto de protesta que exija más esfuerzo que tocar la bocina o, para los más aventurados, mandar una carta al diario. Sospecho que al dirigente chilistaní promedio un acto como leer una novela en protesta no le movería ni un pelo. Una buena muestra de la decadencia de nuestros dirigentes es constatar como ya ni siquiera tienen inquietudes intelectuales y al parecer viven y mueren por perpetuarse en esta autocracia, ya sea para mantener el pelaje familiar o subir de pelaje en caso de no ser capaces de trazar sus antepasados al Winnipeg. A vuelo de pájaro, se me ocurren varios políticos que en sus ratos libres producían novelas, ensayos y demases. Disraeli y Churchill escribieron novelas (es más, este último ganó el Nobel de Literatura por sus obras de historia y aunque probablemente fue un premio político, no me imagino a sus símiles de hoy recibiendo ni una estrellita en la mano), Mussolini escribió novelas y obras de teatro, Jimmy Carter ha publicado novelas históricas y poemas, y hasta Franco es autor de un guión cinematográfico. Todo ésto sin mencionar la costumbre de líderes políticos de siglos pasados, ya sea en Europa o en Chilistán, de escribir tratados sobre los más diversos temas, desde historia hasta antropología. Hoy con suerte lees memorias autocomplacientes escritas a pedido y con la misma colección de slogans y frases hechas que caracterizan los discursos de estas mediocridades modernas. De hecho, esta mañana leí un blog de un político chilistaní acerca de las AFPs. Contenía información muy interesante (en síntesis, que las compañías matrices de varias de nuestras AFPs se están yendo al carajo y si quiebran no va a haber nadie para responderle a los giles que impusieron en ellas), pero su redacción daba pena. Junto con recomendarles lecturas a nuestros gloriosos líderes, tal vez sería bueno mandarles el mismo maletín literario con que de manera tan paternalista han pretendido ilustrar a la gente que de todas formas vota por ellos.


-GB.