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lunes, 23 de marzo de 2009

Episcolario: patrioterismo

Andrés,

Me gustó mucho el comentario de tu socio sobre la proliferación de grupos oligofrénicos en Facebook y cómo lo invitaron a formar parte de uno. Pese a que nadie me ha mandado un mensaje para ser miembro de “NO AL MAR PARA BOLIVIA” no lo veo como una muestra más del declive de mi vida social, y más bien me siento aliviado de no perder tiempo rabiando con estupideces. Dado que soy experto en mantener discusiones inconducentes con desconocidos, agradezco no haber leído los mensajes de chilistaníes que seguramente no conocen la historia de su país y sin embargo creen que insultar a gente de otros lugares o esa picantería que les ha dado de cantar la canción nacional con la mano en el pecho en los partidos de fútbol son actos de patriotismo. Esto me recuerda al dicho de un amigo, “soy nacionalista, pero no sé de qué país”.


Hace un tiempo cometí el error de meterme a un grupo de Facebook llamado algo así como “Patagonia, denominación de origen exclusivamente argentina”, donde sus miembros hablaban de cómo Chilistán había usurpado el nombre de la Patagonia para atraer turistas. Repetí varias veces que la Patagonia se encuentra en ambos países y pretender que sólo un pedazo suyo responda a ese nombre es el equivalente a que Chilistán patente el apelativo de la cordillera de los Andes y le prohíba a los demás países seguir llamándola como siempre lo han hecho. El nivel de intervenciones siguió bajando, incluyendo mensajes de chilistaníes que acusaban a los argentinos de “ladrones”, lo que me imagino explica en sus mentes por qué el sur argentino es relativamente desarrollado y produce plata mientras que el nuestro es un jardín botánico que sólo atrae a mochileros o multimillonarios, pero no genera turismo. Sólo quería reírme un rato de este patrioterismo de álbum Salo, pero desgraciadamente la estupidez me superó.


No tengo problemas con el sentimiento de pertenencia pero nunca he entendido esa sensación de superioridad sencillamente porque naciste en un lugar puntual. Acá lo veo todos los días. Cuando trabajaba para un diario en Illinois, tenía a una compañera dominicana, hija de dominicanos, pero nacida en New York. Por algún motivo que aún no entiendo, hablaba todo el día de cómo los neoyorquinos eran infinitamente mejores que el resto de EEUU y lo estúpida que era la gente del Medio Oeste. Yo me preguntaba cómo alguien cuya familia viene de afuera y cuyo único vínculo con NY era el haber nacido en el estado, no sólo se sentía heredera de toda su supuesta grandeza sino que con derecho a denostar a la gente de otra región, ¡en el mismo país! Más aún, si como sospechaba, ella no había contribuido nada a esta aparente superioridad intrínseca de NY salvo el hecho que la parieron dentro de sus fronteras, ¿por qué se vanagloriaba de ser neoyorquina? ¿Acaso la grandeza de un lugar se transfiere automáticamente a todos los que nacieron ahí? El haber nacido en un país o una ciudad bacán me parece excelente, pero si eso es todo lo que tienes que decir a tu favor entonces eres más charcha que el más charcha de los ciudadanos de la dictadura bananera más charcha del mundo.


De vez en cuando me junto a hacer asados con un grupo de argentinos que viven en esta área. Son ingenieros y trabajan para la facultad de una universidad local. Algunos desarrollan proyectos para la NASA y todos sin excepción tienen un Ph.D. De hecho, ayer uno de ellos me contaba que había sacado su doctorado en “cosmología cuántica”. Tal cual. Me duele la cabeza sólo repetirlo. En otras palabras, cuando nos juntamos, el único con credenciales académicas insignificantes soy yo. ¿Por qué te cuento esto? Por lo siguiente: El otro día estos argentinos se juntaron a jugar fútbol en una cancha pública en un parque de Virginia. Como te imaginarás de un partido de treintones y cuarentones en EEUU, no había trago al costado de la cancha ni palabrotas dentro de ella. De pronto, de la nada, aparece una vieja que paseaba a su perro por el parque y le pregunta a uno de los jugadores si tienen permiso para ocupar la cancha. La tipa no trabajaba en el recinto ni tampoco dio a entender que poseía ninguna autoridad más allá de haber excedido su estadía en este mundo (es decir, ser una vieja de mierda). Peor aún, la momia decrépita les hizo la pregunta en español, pero con acento gringo, balbuceando algo así como: “¿Tiene perrmisou?” y se metió a la cancha de lo más prepotente. Uno de los argentinos le respondió: “We don’t speak Spanish” y siguieron jugando sin volverla a pescar. La vieja sapa se fue después de un rato, pero lo increíble es que la urraca ésta asuma que porque un grupo de personas que no se parece a ella juega fútbol y habla en español, cuenta con la autoridad para hostilizarlos. No es que tenga ninguna importancia, pero todos estos tipos son inmigrantes legales y seguro pagan más impuestos que la vieja y todos sus parientes, sin mencionar que su nivel educacional está un par de diplomas más arriba. Sin embargo, como son hispanos, cree que puede amedrentarlos y, peor aún, que bastan unas palabras en español para que los latinos salgan corriendo y dejen la pelota dando botes, sola en la cancha, por miedo a que los pille “la migra”.


Esas actitudes de patrón de fundo sin fundo me revientan en especial porque, como te decía, suelen provenir del ciudadano más charcha de toda la nación, el que no le ha ganado a nadie pero se cree superior porque el país en que vive tiene un PGB más alto que sus vecinos. En cierta manera, es el equivalente al chilistaní que vive sus éxitos a través de su equipo de fútbol, ya que personalmente no tiene nada de qué quebrarse.


Los argentinos, por cierto, demostraron una clase que yo jamás habría podido exhibir. Si yo hubiera estado en la cancha, y no lo digo por hacerme el chistoso, habría agarrado a pelotazos tanto al perro como a la vieja. Es más, si hubiera andado con su marido, voy y le pego por ser tan huevón de estar casado con una arpía vetusta con delirio de guardia fronterizo. Pienso que el problema puede venir desde la cuna y no ser ese mero patrioterismo que supone que la grandeza de un país se pega por transmisión sexual. Después de todo, la argumentación es muy parecida a la del típico pendejo que tenías como compañero de curso al que le gustaba decir cosas como: “Mi papá le saca la cresta al tuyo” o “Mi papá gana más plata que el tuyo”. Ese tipo de actitudes se remedian con respuestas parecidas, al estilo de: “Sí, claro, pero tu papá no está aquí para defenderte” y acto seguido les pones un cornete en el hocico.


De Kapuchinski lo único que agrego, y me imagino lo compartes, es que no es culpa del periodista de internacional si no lo mandan nunca al extranjero y tiene que hacer su pega en base a llamadas telefónicas y cables de la AP. Acá todos los diarios regionales y de pueblo chico, que son los que mejor conozco porque he trabajado en ellos, se apoyan en la AP y ni siquiera tienen un corresponsal en Washington, D.C. De hecho, hay diarios que están haciendo “outsourcing” a India y contratando a periodistas indios para que reporteen telefónicamente cosas como la asamblea municipal o la última reunión de concejales de pueblos perdidos en medio de EEUU. Triste, pero cierto.


A veces, considerando los presupuestos limitados, no tiene sentido mandar a alguien cuando sabes que por el hecho de venir de Chilistán o algún pueblucho estadounidense no tendrá mayor acceso a las fuentes y su perspectiva no será tanto más interesante como para justificar un gasto que supera el costo de suscribirse a un servicio de cables. Lo de proteger el bono tampoco lo encuentro tan reprobable porque no todos somos héroes y por lo demás, cuando ganas poco, vale la pena proteger el aguinaldo de navidad o tragarse ciertas indignidades para mantener la pega. Es algo derrotista reconocerlo, pero no todos pueden ser Hunter S. Thompson (a propósito, te recomiendo el más reciente documental de su vida. Se llama “Gonzo” y vale la pena).


Tu lista de lecturas recomendadas me pareció perfecta. Sospecho que no se puede hacer algo parecido a los franceses porque, ni nuestros políticos leen, ni es común ver un acto de protesta que exija más esfuerzo que tocar la bocina o, para los más aventurados, mandar una carta al diario. Sospecho que al dirigente chilistaní promedio un acto como leer una novela en protesta no le movería ni un pelo. Una buena muestra de la decadencia de nuestros dirigentes es constatar como ya ni siquiera tienen inquietudes intelectuales y al parecer viven y mueren por perpetuarse en esta autocracia, ya sea para mantener el pelaje familiar o subir de pelaje en caso de no ser capaces de trazar sus antepasados al Winnipeg. A vuelo de pájaro, se me ocurren varios políticos que en sus ratos libres producían novelas, ensayos y demases. Disraeli y Churchill escribieron novelas (es más, este último ganó el Nobel de Literatura por sus obras de historia y aunque probablemente fue un premio político, no me imagino a sus símiles de hoy recibiendo ni una estrellita en la mano), Mussolini escribió novelas y obras de teatro, Jimmy Carter ha publicado novelas históricas y poemas, y hasta Franco es autor de un guión cinematográfico. Todo ésto sin mencionar la costumbre de líderes políticos de siglos pasados, ya sea en Europa o en Chilistán, de escribir tratados sobre los más diversos temas, desde historia hasta antropología. Hoy con suerte lees memorias autocomplacientes escritas a pedido y con la misma colección de slogans y frases hechas que caracterizan los discursos de estas mediocridades modernas. De hecho, esta mañana leí un blog de un político chilistaní acerca de las AFPs. Contenía información muy interesante (en síntesis, que las compañías matrices de varias de nuestras AFPs se están yendo al carajo y si quiebran no va a haber nadie para responderle a los giles que impusieron en ellas), pero su redacción daba pena. Junto con recomendarles lecturas a nuestros gloriosos líderes, tal vez sería bueno mandarles el mismo maletín literario con que de manera tan paternalista han pretendido ilustrar a la gente que de todas formas vota por ellos.


-GB.

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