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jueves, 19 de marzo de 2009

Episcolario: el blog como sucedáneo de gastar plata en trago

Andrés,

Estos últimos días he pensado en crear un grupo de Facebook llamado “Josef Fritzl es inocente”. Sería mi último acto de protesta surrealista antes de retirarme de ese hijo bastardo del ágora griega y Big Brother que es Facebook. Aparte, me interesa saber cuántos depravados están dispuestos a dar la cara y confirmar mis sospechas más oscuras acerca de los usos que algunos le dan a esa bendita red social. El costo a pagar es que de ahora en adelante, cuando algún degenerado busque en Google a Fritzl y coloque la palabra “inocente”, va a aparecer este post y nos van a sindicar como apologistas de todo tipo de aberraciones sexuales y comportamientos inicuos. Para cubrirme la espalda, procedo a dejar esta advertencia cual leyenda majadera del Ministerio de Salud en las cajetillas de cigarro: “Lo de Fritzl fue una broma y sólo lo escribí porque me pareció una buena forma de abrir el post y generar interés de forma sensacionalista y barata, una de mis mejores armas. Para todos los lectores futuros, casuales o accidentales que se topen con este blog y en particular este post, vayan mis disculpas, en especial si han sido víctimas de tales vejámenes. Soy una persona con valores firmes y arraigados. Hasta apoyé la creación del feriado evangélico y aunque no lo hice por motivos religiosos (pese a que los feriados me parecen divinos) de todas formas me plegué como ateo solidario a la moción de darle su día de asueto a otra iglesia más (porque, como no hay suficientes iglesias y congregaciones en Chilistán, nuestras autoridades sabiamente tomaron nota de dónde les apretaba el zapato y decidieron dar reconocimiento testimonial a otra de esas instituciones que no pagan impuestos)”.

Veo que eres un volcán de creatividad y todo lo que tienes que comunicarle al mundo no cabe en un sólo blog. Saludo por ello la creación de tu nuevo foro y hasta me auto invité como comentarista. El hecho que nadie nos lea produce curiosamente un efecto contrario a la frustración y el deseo de tirar la esponja. Tal vez si alguien nos pescara dejaríamos de escribir del todo.

Hace un tiempo yo también fui poseído por ese deseo de abrirle mi diario de vida al mundo y compartir hasta mis impresiones sobre mi última visita al supermercado. Fue una época en que leía febrilmente novelas de vaqueros y decidí crear un blog en honor a tan venerable género literario. Entrevisté a escritores, comenté libros, contacté a editores y después de unos meses me aburrí y lo abandoné. El blog se llamaba “Saddlebums” y todavía flota en el ciberespacio cual coliforme enviado a la estratósfera o el cadáver de Alien luego que lo trituran con el motor de la nave espacial en no sé cuál parte de la saga (nunca he podido ver una de esas películas entera).

De todas formas, rescato estos blogs con audiencias limitadas porque te permiten mantener conversaciones con tus amigos sin que el alcohol se entrometa y baje el nivel del diálogo ni lo reduzca a monosílabos y gruñidos como los de la película “La Guerra del Fuego”, donde lo que pudo ser una buena discusión termina con nosotros dos meando una muralla y estrellando botellas vacías contra un poste del alumbrado público (al menos así es como me han contado que acaban estas cosas en el mundo real y fuera de la seguridad de la blogósfera). En definitiva, un blog es como un diario de vida pero sin la tapa de Hello Kitty ni la necesidad de perfumar las páginas o ponerles un candado de aluminio que alguien puede romper para luego exponer tus pensamientos al escarnio público. Aquí el escarnio es voluntario.

Los blogs masivos y en general los que funcionan al alero de grandes medios adolecen de la libertad para tratar cualquier tema. Más aún, muchos de los “blogs” no son más que reproducciones de las columnas que sus vetustos autores ya publicaron en el diario hace unos días. La única diferencia es que les cuelgan una hilera de comentarios por parte de la “ciudadanía”, en general anónimos que escriben con mayúsculas y gente con aún más tiempo libre que nosotros. El “diálogo” que se genera es el equivalente al libro de reclamos de una repartición pública y las frases que encuentras en el baño del Bahamondes. Las páginas de cartas, por elitistas y sesgadas que puedan ser, al menos tienen el filtro de un tipo que ataja a los más desequilibrados. El problema es que también quedan fuera comentarios más interesantes y se fomentan debates absurdos como el de un cura clasista acusando de clasistas a los alumnos de universidades privadas (la famosa discusión sobre los establecimientos “cota mil”) o cuestionamientos pechoños a Darwin.

Hoy vi un artículo sobre cómo los franceses han comenzado a leer en masa una novela del siglo 17 (La Princesse de Cleves) famosamente detestada por Sarkozy como forma de protesta contra su gobierno. Creo que es el colmo de la sofisticación (y mamonería) pero no me molestaría ver en Chilistán muestras de molestia más sofisticadas que un pico dibujado en un baño. Por ahora, los blogs son todo lo que tenemos.



-GB.

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