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martes, 31 de marzo de 2009

Episcolario: la cláusula secreta chilistaní

Andrés,

Creo que hemos hablado de este asunto antes (en verdad no lo creo. Me consta, porque es un tema recurrente en estos intercambios, partiendo por el ranking de éxito generacional que de humorada se convirtió en fuente de angustia). Me parece que eres muy duro contigo y mientras tus decisiones no afecten a nadie más (no debes pensión alimenticia ni vives de una mesada perpetua) debieras asumirlas sin cargo de conciencia. Los actos son más decidores que las palabras y si no te has puesto a buscar trabajo en un edificio con el logotipo de la compañía en el frontis ni mandas mensajes chistosos desde tu e-mail corporativo es porque no te interesa trabajar en lugares así ni ser ese tipo de persona. Por cierto, en lo que te digo no hay ningún juicio de valor a leer entre líneas. Te escribo ésto mirando las paredes vacías de mi cubículo (soy el único en mi departamento que se resiste a “humanizar” mi entorno con fotos familiares o de la mascota que no tengo, o bien un póster Hallmark de unos gatitos haciéndose cariño), en horas laborales, y con bastante trabajo pendiente. Es decir, una posición que no es ni de superioridad ni particularmente envidiable.

Por un lado, está la supuesta seguridad de un empleo típico ante la igualmente supuesta inestabilidad del trabajo freelance. A juzgar por cómo están echando gente en todos lados, ese argumento ya no vale. Un ejemplo gringo: Uno de los sindicatos más grandes de EEUU (no el mío, afortunadamente) está echando gente a la calle y de paso no sólo violando el contrato colectivo que firmó con sus empleados, sino desbaratando su propio sindicato interno. Cuando vez que hasta una organización que en teoría lucha por los derechos de los trabajadores trata a sus propios empleados como lápices Bic sin pasta, te das cuenta que la vida “estable” tampoco es tan estable. Lo mismo se aplica a Chilistán, pero me imagino que allá es peor porque boletear a los 50 años o que el patrón despida y recontrate empleados cada tres meses no es considerado anormal.

El freelancer también tiene que trabajar. Aunque no lo haga atrincherado entre esas tres panderetas de género que crean una falsa sensación de privacidad y que nadie le monitoree el computador cuando juega solitario o busca desfiles de moda en bikini por Youtube, de todas formas debe producir algo para mantenerse. Es por eso que no entiendo el estigma contra el gil que no se pone una camisa Bellota cada mañana y sale a trabajar.

Ser un freelancer no es de por sí malo ni peor que vender el alma a un sólo postor en vez de en cuotas como lo haces tú (o lo hacía yo hace años). De hecho – y, una vez más, vamos atacando a Chilistán – el problema radica en que el sistema se sustenta en confianzas mutuas, partiendo por el supuesto que el empleador te va a pagar la cifra convenida en el plazo convenido. En países donde se respetan estos acuerdos civilizados no existen los “llámame la próxima semana si no te aparece el depósito” o “parece que se perdió la factura, déjame ver y te aviso”. Quizás sea competencia desleal, pero en las regiones un poco más desarrolladas del mundo no existe la famosa “cláusula secreta del contrato verbal chilistaní”, que reza: “El empleador se reserva el derecho de no respetar su palabra ni cancelar los montos convenidos por la prestación de servicios. Para efectos de este contrato, la palabra “convenido” en verdad quiere decir “negociable y susceptible a cambios y rebajas de último minuto”. Cualquier reclamo por parte del contratista podrá significar la invalidación automática del acuerdo”.

En definitiva, si termináramos con esa institución deleznable que es el “boletear” y agilizáramos los procedimientos legales o bien creáramos una ley con dientes para que el freelancer pueda hacer valer sus derechos, gran parte de este dilema sería resuelto. Cuando uno compra algo o pide un préstamo, tiene que firmar un millón de formularios, el sucedáneo legal de estar agarrado de los cocos. ¿Por qué entonces cuando se trata de trabajos uno se tiene que conformar con acuerdos verbales y contratos invisibles?

En fin, ser freelancer es una opción viable y si de vez en cuando te angustias es sencillamente porque tienes la libertad de hacerlo. Los oficinistas con trabajo estable están muy ocupados corriendo sin avanzar cual hámster en la rueda de su jaula.

Sobre las elecciones de Periodismo, propongo una moratoria de 10 años para que el tema vuelva a ser chistoso. La anécdota es genuinamente legendaria, pero de tanto repetirla está más gastada que la copia de esa película sobre la vida de Jesús que dan todos los años para Semana Santa (esa en que si el actor que interpreta a Jesús no tuviera barba, sería una mina exquisita). Sin pretender hablar por él, el blog de Gonzalo tiene tanto tráfico porque está dedicado a un tema atractivo (el cine) en vez de a reclamos personales como los de uno. La única persona que ha hecho una fortuna de sus reclamos y traumas es Woody Allen y hasta él se ha tenido que ir a otros países porque ya nadie le financia sus películas en EEUU. Más encima, es un buen blog a cargo de alguien que sabe del tema y es conocido en el medio sobre el cual escribe. Lo nuestro es bastante más disperso, por decirlo lo más eufemísticamente posible.

Hasta donde recuerdo, no teníamos ninguna mala onda con su lista y de hecho buena parte de sus votos se pasó a la nuestra, partiendo por las dos integrantes atractivas de su directiva, lo que para mí vale doble. En un mundo ideal, no habríamos tenido que competir (pese a que efectivamente SALIMOS PRIMEROS) y hoy podríamos hablar de lo bueno que fue nuestro gobierno (o, lo que es más probable, de cómo nos lo farreamos haciendo nada). A Felipe lo reclutamos para que le diera seriedad a la campaña y estoy seguro que más de algún voto serio nos consiguió (mientras que, gracias al integrante rastafari de la lista, perdimos otros tantos). Lo que es indudable es que la elección se ganó en el debate, donde se brilló a punta de pesadeses, chistes mala clase y un despliegue de virulencia inusitada. Pocos candidatos pueden decir que hicieron reír a todo el mundo y más encima esa misma gente votó por ellos.

Al año siguiente confirmamos esa perla de la sabiduría chilistaní que dice “chiste repetido sale podrido” y volvimos a perder. Esa vez fue ante el “Colectivo Casa Vacía” que, con el respeto que me merece un gran integrante de esa lista que me consta lee este blog (iniciales: R.G.), debe ser lejos el nombre más maricón de la historia de las elecciones estudiantiles universitarias. Al igual que la otra vez, ganamos en primera ronda en una carrera a tres bandas, pero sucumbimos en la segunda vuelta (por 5 votos, el año anterior fueron 3) ante la suma de las otras dos listas. Tal vez los únicos hitos de esa oportunidad fueron el haber montado la campaña en una semana y hacer que Memo (quien sigue fiel a su voto de silencio y mientras más se lo recordemos, menos va a hablar) se parara en el debate ante un público considerable, experiencia que no vivía desde su primera comunión.

Un abrazo y estamos hablando.

-GB.

1 comentario:

renato dijo...

Estimados:

Lo primero, concuerdo con el Chalo, el ejercicio de mirar que tan exitosos son tus coetáneos es inútil y autoflagelante. Creo que se debe a que sabes que si te lo hubieras propuestos podrías estar ahí, pero jamás te lo propusiste, lo que al final te hace una mejor persona.

Respecto a mi presencia en esa lista, mi memoria lo había borrado, entiendo por qué. Voy a intencionar que lo vuelva a hacer.

Y finalmente, en relación a su meteórica y corta carrera política, antes de la moratoria propuesta por Gonzalo (idea que comparto y a la que podrías agregar tus poemas) ,lo más chistoso fue cuando ganaron la primera vuelta y andaban cagados de susto persuadiendo a quienes votaron por ustedes para que no lo volvieran a hacer.